Hemos vivido un año de gracia

Llegamos al final del año de la misericordia. ¡Cuántas gracias hemos recibido durante este tiempo! Os animo a dar muchas gracias a Dios, nuestro Señor, porque hemos podido experimentar frecuentemente su misericordia infinita y paternal. También, porque hemos aprendido a ser misericordiosos con los demás, especialmente con los más necesitados. Hemos tenido muchas ocasiones para vivir las obras de misericordia. Hemos sabido perdonar más y con mayor prontitud. Hemos procurado ganar, en varias ocasiones, la indulgencia jubilar. Ha crecido nuestro espíritu de servicio, nuestra comprensión y generosidad con las personas que tratamos habitualmente. Seguramente cada uno de nosotros podría continuar añadiendo otras gracias obtenidas durante este año.

¡Gracias, Señor! Y, a la vez, le pedimos que no dejemos nunca de buscar su amor misericordioso ni de procurar ser misericordiosos. El año Santo ha sido un revulsivo para la Iglesia y para todos los bautizados, e incluso para tantos otros que se han acercado de nuevo o por primera vez a la fe.

Procuremos mantener un ritmo ascendente en nuestra vida espiritual y apostólica que nos lleve a ser anunciadores de la gran misericordia de Dios. Él nos ha concedido este año de gracia para que podamos conocerlo mejor y amarlo más, queriendo más y mejor a nuestros hermanos y hermanas.

Mn. Xavier Argelich

La fuerza y belleza de una Oración

En el mes de octubre, conocido también como el mes del Rosario, nos será fácil unir esta oración tan maravillosa con las obras de misericordia. No es necesario insistir en las maravillas del Santo Rosario, tan arraigado en la piedad popular y tan recitado por los cristianos de ayer y de hoy.

Quisiera que aprovecháramos esta ocasión para descubrir, mediante el rezo del Rosario, el Rostro de la misericordia. Tal como nos enseña el magisterio eclesial, se trata de una oración que nos lleva a contemplar los misterios del Verbo Encarnado, de su vida luminosa entre nosotros, de su entrega redentora y de su glorificación definitiva. Cristo es el Rostro de la Misericordia. De ahí que, cuando realizamos las obras de misericordia damos a conocer este Rostro preciosísimo.

Pero, además, el Rosario tiene una gran fuerza – arma poderosa, la llamaba san Josemaría – demostrada en tantas ocasiones de la historia de la Iglesia, de los cristianos y del mundo. Recémoslo con piedad, devoción y confianza; y así, nos será más fácil dar de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo, de visitar al enfermo o al encarcelado, de consolar, enseñar, corregir, rezar por los vivos y difuntos.

Madre nuestra, ayúdanos a contemplar a Tu Hijo y a tus hijos necesitados rezando esta oración que tanto es de tu agrado.

Mn. Xavier Argelich

Una mirada optimista

No podía ser de otra manera. En este año de la misericordia, la Jornada mundial de la Juventud en Cracovia ha supuesto, una vez más, una bocanada de aire fresco para la Iglesia. Podemos seguir mirando con optimismo el futuro. Los casi dos millones de jóvenes en torno al papa Francisco llena de esperanza a todos los creyentes. Jesucristo, imagen viva del Amor y la Misericordia, continúa atrayendo a los jóvenes, y a los menos jóvenes.

Seguramente muchos hemos podido comprobar la alegría y la ilusión con la que han regresado a sus casas tantos y tantas jóvenes, a pesar de las incomodidades del viaje, de las inclemencias del tiempo, del cansancio y de un largo etcétera de dificultades. La fuerza de la fe puede más. Y los momentos de intensa oración compartida con tantos miles de personas y con el papa los ha impulsado a responder que si a los retos del Papa, a decir Sí a Dios.

La certeza de que Dios es misericordioso con los hombres y mujeres de todos los tiempos nos llena de optimismo, que se debe traducir en un entusiasmo activo, como recordaba el Papa a toda la iglesia dirigiéndose a los jóvenes: “Hemos venido a este mundo a dejar una huella. Jesús es el Señor del riesgo, del siempre “más allá”(…). Para seguir a Jesús, hay que tener una cuota de valentía (…), ser capaces de contagiar esa alegría que nace del amor de Dios, la alegría que deja en tu corazón cada gesto, cada actitud de misericordia. Te está invitando a soñar, te quiere hacer ver que el mundo contigo puede ser distinto. Eso sí, si tú no pones lo mejor de ti, el mundo no será distinto. Es un reto”.

Mn. Xavier Argelich

María, asunta al cielo

María ha sido llevada por Dios en cuerpo y alma al cielo ¡y los Ángeles se alegran! Así canta la liturgia en laAsuncionVirgenMaria-15Agosto Solemnidad de la Asunción de la Virgen María que, como todos los años, celebraremos el día 15 de este mes. Nosotros también nos alegramos porque el Señor ha querido premiar la entrega de su Madre con este nuevo privilegio.

Esta Fiesta nos recuerda que Dios nos quiere con Él en el cielo. ¡Qué gran misericordia! La Asunción de la Virgen es la prueba evidente de que es así. Ella es la criatura más excelsa, la que ha secundado mejor la voluntad de Dios, y por eso ha obtenido ya el premio definitivo. Por la misericordia de Dios también nosotros alcanzaremos esta gracia, y la Asunción de la Virgen María es nuestra garantía más segura. Acudamos especialmente a Santa María para dejarnos llenar de esa misericordia: ¡no la rechacemos nunca! La vida del cristiano es una vida llena de esperanza; no cabe otra actitud en los hombres y mujeres que aman a Dios.

Mn. Xavier Argelich

Ejercitarse en las obras de misericordia

Es un buen momento para preguntarnos si estamos procurando vivir las obras de misericordia. Transcurrido un poco más de la mitad del año de la misericordia, os animo a hacer balance personal de cómo estamos poniendo en práctica lo que el Papa Francisco nos sugería al empezar este año jubilar: “La predicación de Jesús nos presenta estas obras de misericordia para que podamos darnos cuenta si vivimos o no como discípulos suyos”.

Los meses de verano son muy apropiados para vivir las obras de misericordia. Tenemos menos prisas, más tiempo disponible y de descanso y, aunque no lo parezca, más oportunidades para vivirlas: nos desplazamos, cambiamos de ocupación o de residencia, nos relacionamos con gente distinta a la habitual, nos encontramos con más turistas y, además, continuamos sin acoger a los miles de refugiados.

No dejemos pasar estas oportunidades y adentrémonos en el mundo de las obras de misericordia. No hace falta ponerse a la cola para ello, basta salir a la calle predispuestos a ayudar al prójimo en sus necesidades materiales y espirituales. Visitar o atender a un enfermo, familiar o no; no malgastar dinero, ni comida, ni comprar ropa que no necesitamos, aunque sea una ganga; escuchar a los demás; enseñar el camino de la auténtica felicidad al que tenemos al lado o ayudarle a enderezarlo. Mostrar con nuestra vida el auténtico valor de la vida cristiana. Y tantas situaciones que cada uno puede encontrar en sus circunstancias personales y sociales. Solo tenemos que procurar mirar a los demás con corazón misericordioso para descubrir lo que necesitan. Si rezamos poniendo a Cristo -no a nosotros mismos- en el centro de nuestra oración nos resultará mucho más fácil. Vivamos un verano propio del año de la misericordia.

Mn. Xavier Argelich

Un Corazón Misericordioso

Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío! Cuántas veces, a lo largo de nuestra vida, habremos hecho esta petición sino con palabras al menos con el pensamiento, recuperando la paz, la serenidad y la esperanza que habíamos perdido momentáneamente.

La Misericordia tiene un rostro y, por lo tanto, también un corazón, y qué Corazón! Sabe amar, sabe sufrir, sabe darse y entregarse sin medida. Procuremos acudir, especialmente este mes de junio, ya no sólo al Sagrado Corazón de Jesús, sino al Sagrado y Misericordioso Corazón de Jesús. Así nos lo enseña San Josemaría de quien celebraremos su fiesta a finales de este mes. Acudía frecuentemente al Sagrado y Misericordioso Corazón de Jesús pidiendo especialmente la paz de las almas, de la Iglesia y del mundo. Para que haya verdadera paz, la que Cristo ha venido a instaurar, es necesario que haya paz en nuestro corazón. Cuando tengamos paz en nuestra alma la podremos sembrar a nuestro alrededor y en el mundo entero.

La paz la encontramos en el Corazón misericordioso de Jesús, metámonos en ese corazón y para ello tengamos vida sacramental. Del corazón abierto de Jesús, traspasado por la lanza, manan los sacramentos de salvación, es decir de Vida eterna y felicidad perpetua, de paz duradera y auténtica. Introduzcámonos en el Corazón de Jesús y dejemos que sane nuestras enfermedades espirituales y morales con su Amor infinito y que éste llene nuestro pobre corazón contrito y lo transforme en un corazón misericordioso.

Mn. Xavier Argelich

María, Madre de Misericordia

Mes de mayo, mes de María. Desde tiempo inmemorial hemos dedicado este mes a la Madre de Dios y Madre nuestra. María está en la cima de la piedad popular y, por eso, queremos y buscamos ser muy devotos de la Virgen María.

En este año santo nos será fácil centrarnos en una de las innumerables advocaciones con las que acudimos a su maternal protección: Madre de Misericordia. No sólo es la Madre de la Misericordia por haber engendrado al Hijo de Dios, sino que además por su especial unión y participación en la misericordia divina podemos decir que es Madre de misericordia, tal como rezamos en la Salve: “Dios te salve, Reina y Madre de misericordia”. María es mediadora de todas las gracias, también de la misericordia de Dios. San Bernardo nos dice: «¿Quién podrá investigar, pues, ¡oh Virgen bendita!, la longitud y latitud, la sublimidad y profundidad de tu misericordia? Porque su longitud alcanza hasta su última hora a los que la invocan. Su latitud llena el orbe para que toda la tierra se llene de su misericordia» ¡Qué fácil es acudir a María para obtener misericordia y ser misericordiosos!

Es lógico que este mes de mayo del año de la misericordia vayamos en peregrinación a alguno de los incontables Santuarios que los hombres de fe hemos construido a lo largo de los siglos en honor de nuestra Madre Santísima. En muchos de ellos podemos ganar, este año, el Jubileo. La Iglesia nos invita y anima a ir al encuentro de la misericordia de Dios a través de María.

Hace 10 años se llevó al Santuario de Torreciudad una réplica de la Imagen que veneramos en esta Iglesia de Santa María de Montalegre. Por eso, el próximo día 21, acompañados del Cardenal Martínez Sistach, iremos en peregrinación a este Santuario para ganar el Jubileo y sacar en procesión nuestra imagen de la Virgen. Cruzaremos con Ella la Puerta Santa, le entregaremos nuestras ofrendas, celebraremos la Eucaristía y compartiremos la mesa, para acabar con el rezo del santo Rosario que tanto gusta a María.

Torreciudad es un lugar espléndido, en donde, de la mano de la Virgen, se realizan esos milagros que pasan desapercibidos a los ojos de los hombres, son milagros del alma penitente que acude a la Misericordia de Dios a través del sacramento de la penitencia. ¡Os esperamos a todos!

Mn. Xavier Argelich

La Pascua de la misericordia

El domingo de Resurrección fue un día de gran sobresalto para los seguidores de Cristo que permanecieron fieles a Él después de los acontecimientos ocurridos en Jerusalén los días anteriores. Fieles pero asustados y llenos de incertidumbre. La sorpresa dominical es máxima. No acaban de creérselo. La noticia de la Resurrección, traída por las santas mujeres, los deja todavía más atónitos. No obstante, sus dudas, miedos e incertezas desaparecen ante la aparición de Cristo resucitado. Suenan sus palabras: “la paz sea con vosotros”. Y realmente se llenan de paz y de alegría. Imposible describir el gozo de volver a ver al Maestro, de volver a contemplar el rostro de la Misericordia, pues sólo se puede experimentar. Es la experiencia de que Cristo vive y vive en mí, y lo experimento cuando dejo que Él viva en mí y cuando me decido, a la vez, a vivir en Él y por Él. Me vacío de mi yo, de mi egoísmo, de mi soberbia, de mis manías y caprichos, de mi mundanidad, para que Él llene mi vida, mi existencia entera.

El rostro de la Misericordia es, ahora, un rostro glorioso que ilumina mi caminar terreno y me llena de paz y gozo porque me ha lavado con su Sangre Preciosísima y me ha dado una vida nueva ¡Vivámosla con intensidad!

¡Feliz Pascua de la misericordia!

Mn Xavier Argelich

 

Cuaresma y Misericordia

Todo el año de la misericordia es tiempo oportuno de conversión personal y ocasión para ganar el Jubileo, que comporta la remisión de las penas temporales debidas por nuestros pecados. Ahora bien, dentro de este periodo de tiempo, los cuarenta días de la Cuaresma son una gran oportunidad para llevar a cabo una sincera conversión de vida, de vida cristiana, inseparable de la vida familiar, profesional y social.

Deseo que sepamos convertirnos de nuestra falta de correspondencia a tanta bondad de Dios. Las prácticas cuaresmales que nos propone la Iglesia desde siempre, tienen su origen, como no podría ser de otro modo, en la vida y enseñanzas de Jesucristo. Para vencer las tentaciones y para preparar su predicación se dedicó intensamente a la oración y al ayuno durante cuarenta días. Al término de los mismos, rechazó con firmeza al tentador y sus ofrecimientos de una vida terrenal exitosa. Eligió cumplir la voluntad de Dios Padre con todas sus consecuencias. Eligió a los hombres y mujeres de todos los tiempos por encima de Él, entregándose totalmente por nuestra salvación. Eligió ser el rostro de la Misericordia siendo plenamente misericordioso con la humanidad.

Cómo no conmovernos ante tanta Bondad y Amor. Que de verdad nos convirtamos y escojamos siempre vivir con Dios y para Dios, y con Él y para los demás. La oración, el ayuno (sacrificio voluntario y alegre), la limosna (las obras de misericordia y caridad), son el camino seguro para llegar a la auténtica conversión que tanto deseamos. Y al final encontraremos la alegría de la Pascua.

Mn Xavier Argelich

Redescubrir el amor de Dios

Empezamos un nuevo año, el 2016, y lo hacemos, como siempre, con especial ilusión y renovando nuestros deseos de que sea mejor que el que dejamos atrás. Para esto, es necesario que cada uno de nosotros nos esmeremos en mejorar personalmente.

Es mi intención profundizar, mes a mes, en el significado y el valor de las obras de misericordia y –si me lo permitís-compartir con vosotros mis reflexiones al respecto. Confío que nos sirvan a todos, en primer lugar, a mí mismo, para redescubrir el amor de Dios a los hombres. Un amor realmente misericordioso, un amor sublime de un Padre que es Dios.

La inmensidad del amor de Dios es inabarcable para nosotros. Por mucho que lo intentemos siempre nos quedaremos muy lejos de conseguirlo. No obstante, estoy convencido que podremos penetrar un poco en este amor si, tal como nos propone el Papa Francisco, procuramos vivir con intensidad las obras de misericordia.

Comencemos por recordar lo que son las obras de misericordia. Tal como nos dice el Catecismo de la Iglesia Católica, son acciones caritativas mediante las cuales ayudamos al prójimo en sus necesidades corporales y espirituales (n. 2447). Nos llevan a hacer nuestras, las necesidades y miserias de los demás y ayudarlos a superarlas. Como Dios hace con nosotros, Dios se hace uno de nosotros, carga con nuestras miserias y nos diviniza. El que practica las obras de misericordia no busca su propia complacencia, o realizar una simple acción filantrópica; tampoco es consecuencia de la compasión. Es mucho más, es amar como Dios nos ama. Es ponerse en la piel del necesitado y querer resolver esas necesidades con él, sin herir y sin aires de suficiencia porque realmente lo amamos.

Mn. Xavier Argelich

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