¡No nos olvidemos de los ángeles!

Cerrábamos el mes de septiembre con la celebración de la fiesta de los tres Arcángeles, Santos Miguel, Gabriel y Rafael, y empezábamos el mes actual con la celebración de los santos Ángeles Custodios.

Nos hablan estas celebraciones de la realidad de la presencia de los Ángeles en la vida del mundo y de la Iglesia. Una presencia a veces olvidada en una sociedad que, con frecuencia, no sabe mirar más allá de la realidad más material.

Los Ángeles forman parte de la fe dela Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que

La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición. (Catecismo 328)

S. Agustín dice respecto a ellos: “Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus” (“El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel”) (Psal. 103,1,15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan “constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18,10), son “agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra” (Sal 103,20). (Catecismo 329)

Es especialmente entrañable la figura del Angel Custodio, del que nos hablará también el Catecismo.

Desde  su comienzo (cf. Mt 18,10) hasta la muerte (cf. Lc 16,22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf. Sal 34,8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf. Jb 33,23-24; Za 1,12; Tb 12,12). “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (S. Basilio,  Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. (Catecismo 336).

Quizá estamos muy acostumbrados a pensar en los Ángeles Custodios como protectores de los niños, y recordamos con cierta nostalgia aquella oración que aprendimos a dirigirles en nuestra niñez. Hemos de darnos cuenta de que la figura del Ángel Custodio es mucho mas necesaria para los adultos que para los infantes. El camino cristiano está lleno de dificultades y problemas, y la posibilidad de equivocaciones y errores es alta. En ese buen propósito de vida cristiana en medio de las aguas revueltas del mundo es donde podremos contar con la ayuda poderosa de los Ángeles Custodios. San Josemaría escribió en Camino:

Te pasmas porque tu Angel Custodio te ha hecho servicios patentes. -Y no debías pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti (Camino 565)

Mn Francesc Perarnau

Omnes cum Petro ad Iesum per Mariam!

Esta frase -en latín- (Todos, con Pedro, a Jesús, por María) se encuentra en diversos escritos de San Josemaría, especialmente en los apuntes que se conservan referentes a su vida espiritual correspondientes a los primeros años de la fundación del Opus Dei. Con estas palabras quería expresar la unión que cada cristiano hemos de tener con el Papa, con el que hemos de formar una “piña”.

Casi sin querer nos evocan estas palabras aquella expresión que leemos en los Hechos de los Apóstoles al hablarnos de la unidad en la que los discípulos vivieron la espera del Espíritu santo, después de la Ascensión del Señor. Dice así el libro sagrado: “(Los apóstoles) regresaron entonces a Jerusalén (…)  subieron al cenáculo donde vivían Pedro y Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago el de Alfeo y Simón el Zelotes, y Judas el de Santiago. Todos ellos perseveraban unánimes en la oración, junto con algunas mujeres y con María la Madre de Jesús y sus hermanos.” (Hechos 1, 12)

Con Pedro, cabeza visible de la Iglesia, con María, la Madre, bajo cuya protección el Señor ha dejado “su familia” que esto es la Iglesia. Así todos juntos, bien unidos, es como será posible llevar adelante la misión transformadora, redentora que Jesús vino a realizar en el mundo…

La unidad de todos los cristianos en torno a la cabeza -Cristo y su Vicario- es fundamental, es condición de eficacia, gracias a ella el mundo podrá reconocer al Enviado del Padre. Es una de las peticiones de Jesús en la oración sacerdotal durante la Última Cena: “Como tú me enviaste al mundo, así yo los envié a ellos al mundo, y yo por ellos me santifico, para que ellos sean santificados en la verdad. Pero no ruego sólo por éstos, sino por cuantos crean en mi por su palabra, para que todos sean uno, como tú, Padre, estás en mi yo en ti, para que también ellos sean en nosotros y el mundo crea que tú me has enviado.” (Jn 17, 18-21)

No es extraño que el enemigo quiera crear fisuras en esta unidad, que busque la manera de erosionar esa fortaleza. Sabe que solamente creando división, separación, desunión, podrá vencer. La experiencia milenaria de la Iglesia nos habla de los males evidentes que han causado las rupturas de la unidad.

El mes pasado, en las Jornadas Mundiales de la Juventud, hemos vivido unos momentos eclesiales de gran importancia. No ha sido difícil rezar por el Papa y por sus intenciones, y unirse intensamente a su oración. Demos gracias a Dios y pidamos que no sea cosa solamente de unos días especiales, sino que sea así siempre, todos los días de nuestra vida estemos “omnes cum Petro, ad Jesum per Mariam!”

Mn Francesc Perarnau

El Papa con los jóvenes

Que duda cabe que la celebración de la Jornada Mundial de la Juventud que tendrá lugar este mes de agosto en Madrid, se convierte en el momento eclesial más importante del verano. La movilización de centenares de miles de jóvenes no pasa desapercibida, y menos en los países donde se organizan los encuentros. También en Barcelona se podrá apreciar de modo notable este acontecimiento. En nuestra ciudad , entre otros actos hay previstas dos celebraciones Eucarísticas en la Sagrada Familia, de alguna manera la “Catedral de Europa” desde la visita de Benedicto XVI en Noviembre del año pasado. Decenas de miles de peregrinos pasarán por la ciudad Condal ya sea a la ida o a la vuelta de las jornadas con el Papa.

No deja de llamar la atención que tantos jóvenes procedentes de todos los lugares imaginables del mundo, confluyan en un punto del planeta para reunirse con quien es cabeza de la Iglesia.

Es evidente que no se trata de que sea este u otro el Papa, Juan Pablo II o Benedicto XVI, ni de la personalidad de los mismos, ni de sus dotes comunicadoras, ni de su origen…

Cuando murió Juan Pablo II algunos pensaron que estas jornadas irían a menos porque, según pensaban, eran fruto de la enorme capacidad comunicadora del Papa, tan distinta de su sucesor. Es evidente, los dos papas nada tienen que ver en este aspecto. Sin embargo los jóvenes siguen movilizándose, porque no es la capacidad de comunicación del Papa, sino que es Nuestro Señor Jesucristo, del que ellos son Vicarios, quien les convoca, quien les atrae, quien les mueve.

Es cierto que los jóvenes son la esperanza de la Iglesia, como son la esperanza del mundo. En no muchos años el rumbo de la sociedad estará en sus manos. Encomendemos a Dios para que el espíritu cristiano cale profundamente en sus vidas y lo hagan vida propia. Solamente así podrán ser unos buenos discípulos de Jesucristo que sabrán impregnar de sentido cristiano toda la realidad en la que les toque participar.

Mn Francesc Perarnau

El Santo de la vida ordinaria

San Josemaría fue elegido por el Señor para anunciar la llamada universal a la santidad y para indicar que la vida de todos los días, las actividades comunes, son camino de santificación. Se podría decir que fue el santo de lo ordinario. En efecto, estaba convencido de que, para quien vive en una perspectiva de fe, todo ofrece ocasión de un encuentro con Dios, todo se convierte en estímulo para la oración. La vida diaria, vista así, revela una grandeza insospechada. La santidad está realmente al alcance de todos.  (Juan Pablo II 7/10/2002)

San Josemaría, con su vida y con su palabra nos transmite esa idea fundamental: todos tenemos que ser santos precisamente en las realidades más sencillas de la vida, en aquellas cosas que habitualmente tenemos entre manos. Parar muchos de nosotros la vida transcurre dentro del cauce de la normalidad. Esto no significa de ninguna manera que no haya dificultades o problemas, los hay seguro, porque forman parte de la normalidad: momentos alegres, momentos tristes, días buenos, días malos, tiempo de salud, tiempo de enfermedad…, con aficiones, ilusiones, inquietudes…

El Fundador de la Obra nos enseña: precisamente en esa vida normal es donde te has de santificar. En la homilía que pronunció el año 1967 en la misa que celebró al aire libre en el Campus de la Universidad de Navarra , lo explicó magistralmente bien:

Reflexionad por un momento en el marco de nuestra Eucaristía, de nuestra Acción de Gracias: nos encontramos en un templo singular; podría decirse que la nave es el campus universitario; el retablo, la Biblioteca de la Universidad; allá, la maquinaria que levanta nuevos edificios; y arriba, el cielo de Navarra…

¿No os confirma esta enumeración, de una forma plástica e inolvidable, que es la vida ordinaria el verdadero lugar de nuestra existencia cristiana? Hijos míos, allí donde están vuestros hermanos los hombres, allí donde están vuestras aspiraciones, vuestro trabajo, vuestros amores, allí está el sitio de vuestro encuentro cotidiano con Cristo. Es, en medio de las cosas más materiales de la tierra, donde debemos santificarnos, sirviendo a Dios y a todos los hombres.

Los santos son intercesores delante de Dios. Podemos decir que Dios pone en sus manos dones y gracias para distribuir. A San Josemaría le hemos de pedir que nos ayude a darnos cuenta de que Dios nos está esperando en el desempeño de las pequeñas cosas que forman la vida diaria de las personas.

Mn Francesc Perarnau

Peregrinaciones

Església del Naixement a Betlem

Como en muchas iglesias también en Montalegre se celebran peregrinaciones anuales a algunos lugares especialmente significativos. Feligreses y amigos han podido visitar y rezar en distintos lugares. Algunos muy cercanos o relativamente cercanos, como pueden ser Montserrat o el santuario de Torreciudad; otras veces más lejanos, como Lourdes o Fátima. Pero especial significación ha tenido para todos los participantes la Peregrinación a Tierra Santa que se desarrolló de los días 17 al 24 del pasado mes de Mayo y del que queda constancia en algunos artículos en esta web.

Realmente tener la ocasión de visitar la Tierra Santa, la tierra de Jesús, aquellos lugares donde Él nació vivió, enseñó y acabó muriendo en la Cruz para resucitar definitivamente, es un gran don de Dios.

Pienso que solamente las personas que han tenido la suerte de poder estar allí pueden comprender por que motivo se habla de la visita a esas tierras como del quinto Evangelio. En algunos lugares es como si no hubieran pasado los siglos, y se perciben aquellos contornos tal como los vio Jesús. Destaca especialmente en este sentido toda la visita a los distintos lugares de Galilea, muy especialmente el Mar de Genesareth y su entorno, donde se desarrolló gran parte de su ministerio público. Aquellas aguas, aquellos montes, aquellas orillas y pueblos…todo es tan parecido a como era entonces que, sin querer, la imaginación se va a la época de Jesús y allí se pueden revivir con mucha facilidad los pasajes evangélicos. Se hace posible poner en práctica aquel consejo expresado por San Josemaría en un punto de Forja:

¡Vive junto a Cristo!: debes ser, en el Evangelio, un personaje más, conviviendo con Pedro, con Juan, con Andrés…, porque Cristo también vive ahora: “Iesus Christus, heri et hodie, ipse et in saecula!” -¡Jesucristo vive!, hoy como ayer: es el mismo, por los siglos de los siglos (Forja 8).

Celebrar o asistir a la Santa Misa en lugares como la casa de María en Nazareth, el Monte de las Bienaventuranzas, la gruta de Belén, el Monte Tabor y el Calvario… es un auténtico privilegio, un don del que no nos cansaremos nunca de dar gracias a Dios. Los peregrinos somos conscientes de que hemos participado de una gracia muy especial de Dios. Realmente se puede decir que era cierto aquello que nos comentaba antes de salit alguien que estuvo en aquellos lugares: ya veréis, hay un antes y un después de la visita a Tierra Santa y cuando regreséis a casa os quedará un recuerdo maravilloso y un deseo grande de volver a aquellos lugares.

Mn Francesc Perarnau

El mes de Mayo

Arranca este mes de Mayo con un acontecimiento especialmente deseado por muchos católicos: la beatificación del querido Juan Pablo II. En Roma esperan una gran asistencia de fieles para este acontecimiento pero, aunque sean muchos millares los que el dia 1 se reúnan en la Plaza de San Pedro, habrá muchísimos mas, millones seguramente, en todo el mundo, de toda raza y condición que, no físicamente pero sí con todo el espíritu, estaremos presentes en el solemne momento en el que el Papa Benedicto declare Beato a su predecesor en la cátedra de Pedro.

Algunos sentimos una deuda especial con este Papa porque por sus manos recibimos la ordenación sacerdotal. Realmente emociona pensar que aquel que hace 25 años nos impuso las manos para hacernos sacerdotes de Jesucristo es ahora elevado a los altares…

Ciertamente desde el primer momento de su fallecimiento existía el convencimiento de que aquel Papa había sido santo; lo demostraba aquel grito que surgió espontáneamente de tantos corazones, pidiendo a quien correspondiera, que no se demoraran en el proceso: “Santo subito” oíamos gritar por las calles de Roma en aquellos días posteriores al muerte del Papa, es decir, Santo cuanto antes. El grito recordaba aquellas canonizaciones antiguas “por aclamación”, el las que el sentido cristiano del pueblo no necesitaba pruebas posteriores ni largos procedimientos.

La Iglesia es sabia y prudente, y hace todo con paciencia infinita, pero el Papa actual, que convivió tanto tiempo con Juan Pablo II, que le conoció tan a fondo, que había trabajado, hablado y rezado tantas veces junto a él, abreviando los famosos plazos previstos, nos quiere dar esta gran alegría en el comienzo del mes de María.

Que manera mas estupenda de empezar Mayo. Juan Pablo II eligió como lema del Pontificado aquel “Totus Tuus” que es una referencia a la Virgen y quiso que en su escudo pontifical estuviera presente María, simbolizada en aquella M sobre el fondo azul. Nos podemos encomendar a la intercesión del nuevo beato para que nos ayude a amar también mucho a Nuestra Señora y a refugiarnos en su poderosa intercesión para ser fieles a la misión que cada uno de nosotros hemos de desempeñar en el mundo.

Mn Francesc Perarnau

Mes de mayo, mes de María

Arranca este mes de Mayo con un acontecimiento especialmente deseado por muchos católicos: la beatificación del querido Juan Pablo II. En Roma se esperaba una gran asistencia de fieles para este acontecimiento pero, aunque sean muchos millares los que el dia 1 se reunieron en la Plaza de San Pedro, habrá muchísimos más, millones seguramente, en todo el mundo, de toda raza y condición que, no físicamente pero sí con todo el espíritu, estábamos presentes en el solemne momento en el que el Papa Benedicto declare Beato a su predecesor en la cátedra de Pedro.

Algunos sentimos una deuda especial con este Papa porque por sus manos recibimos la ordenación sacerdotal. Realmente emociona pensar que aquel que hace 25 años nos impuso las manos para hacernos sacerdotes de Jesucristo es ahora elevado a los altares…

Ciertamente desde el primer momento de su fallecimiento existía el convencimiento de que aquel Papa había sido santo; lo demostraba aquel grito que surgió espontáneamente de tantos corazones, pidiendo a quien correspondiera, que no se demoraran en el proceso: “Santo subito” oíamos gritar por las calles de Roma en aquellos días posteriores al muerte del Papa, es decir, Santo cuanto antes. El grito recordaba aquellas canonizaciones antiguas “por aclamación”, el las que el sentido cristiano del pueblo no necesitaba pruebas posteriores ni largos procedimientos.

La Iglesia es sabia y prudente, y hace todo con paciencia infinita, pero el Papa actual, que convivió tanto tiempo con Juan Pablo II, que le conoció tan a fondo, que había trabajado, hablado y rezado tantas veces junto a él, abreviando los famosos plazos previstos, nos quiere dar esta gran alegría en el comienzo del mes de María.

¡Que manera mas estupenda de empezar Mayo! Juan Pablo II eligió como lema del Pontificado aquel “Totus Tuus” que es una referencia a la Virgen y quiso que en su escudo pontifical estuviera presente María, simbolizada en aquella M sobre el fondo azul. Nos podemos encomendar a la intercesión del nuevo beato para que nos ayude a amar también mucho a Nuestra Señora y a refugiarnos en su poderosa intercesión para ser fieles a la misión que cada uno de nosotros hemos de desempeñar en el mundo.

Mn Francesc Perarnau

La Nueva Evangelización

Es conocido el impulso que los últimos Romanos Pontífices han dado a la idea de la necesidad urgente de una nueva evangelización en aquellos países de antigua tradición cristina. Fue un tema de fondo en el Pontificado de Juan Pablo II, que se manifestó especialmente desde el año 1985 y lo sigue siendo en el pontificado actual de Benedicto XVI. Tanta importancia da el Santo Padre a esta necesidad que en junio del año pasado creo el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.

Explicando aquella decisión el Papa explicaba: “he decidido crear un nuevo organismo, en la forma de «Consejo Pontificio», con la tarea principal de promover una renovada evangelización en los países donde ya resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua fundación, pero que están viviendo una progresiva secularización de la sociedad y una especie de «eclipse del sentido de Dios», que constituyen un desafío a encontrar los medios adecuados para volver a proponer la perenne verdad del Evangelio de Cristo”.

Conviene señalar que esta preocupación por la Nueva Evangelización no es algo que concierna solamente a los pastores o a los miembros de tal o cual movimiento en la Iglesia, o a determinadas órdenes religiosas quizá mas implicados en proyectos evangelizadores. Se trata de una llamada dirigida a todos y que ha de interpelar a todos los miembros de la Iglesia, sea cual sea su condición personal, hombres o mujeres, jóvenes o adultos, solteros o casados… Esta preocupación de quien es Cabeza de la Iglesia ha de renovar en todos la conciencia de misión, que es inherente a la vocación cristiana. En el fondo, cada bautizado es un enviado al mundo, y a cada uno van dirigidas aquellas palabras de Jesús poco tiempo antes de la ascensión: id pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado, Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo… (Mt. 28, 19).

Nadie puede considerarse como un simple espectador en el mundo, sino que todos somos protagonistas implicados en el gran trabajo de la Redención que Jesús lleva a cabo y que la Iglesia, es decir sus discípulos, mantienen y mantendrán vivos en cada generación a lo largo de la historia, hasta el fin de los tiempos.

Mn Francesc Perarnau

Las otras víctimas del aborto

Repetidamente el Papa Benedicto XVI, ha recordado la doctrina de la Iglesia sobre el derecho a la vida de todas las personas, y ha insistido en la perversidad de las prácticas abortivas que son un verdadero “atentado contra la paz”, que siembra nuestras sociedades de tantas muertes inocentes.

Normalmente al referirnos al aborto nos centramos, lógicamente, en la víctima principal, es decir, en el niño o niña que es extirpado del seno de la madre. Pero existe también otra víctima de estas prácticas, a las que conviene prestar mucha atención.

A veces los sacerdotes, en el desempeño de nuestra labor pastoral tenemos que hablar con mujeres que han sido sometidas a una “interrupción voluntaria del embarazo”, nombre que esconde la realidad mas cruda: el aborto provocado. Con mucha frecuencia han llegado a esa situación empujadas por el ambiente y después de conversaciones con “profesionales” que les han presentado el aborto como la mejor y quizá la única solución para su situación.

Después de la intervención, con el paso del tiempo, a veces de años, han empezado a aparecer los síntomas del trauma profundísimo que supuso aquella “interrupción voluntaria del embarazo”. Vienen sufrientes, dañadas, dolidas, a veces muy deprimidas…

Ahora ya lo tienen claro. No, no es algo inocuo, no es una operación más, parecida a la extirpación del apéndice; aquello que había en su interior era “su hijo o su hija”, y sube a la superficie de la conciencia, cada vez con más fuerza la idea clara: consentí que lo mataran.

Hemos oído muchos lamentos, hemos visto muchas lágrimas de mujeres que si ahora pudieran reconsiderarían todo otra vez, volverían atrás en el tiempo. Mujeres que, con horror recuerdan aquellos consejos inicuos: no es nada, no pasa nada, no te enterarás… y a aquellos médicos y enfermeras que son los responsables de su dolor mas profundo.

Muchas, no todas, fueron sometidas a una presión inhumana por parte de los profesionales, de la familia, de las amistades que “querían su bien”. Pero ahora deben sufrir solas las consecuencias durísimas de aquella decisión errónea a la que fueron empujadas.

Tenemos obligación de ayudarlas, comprenderlas, apoyarlas… Y de reclamar a las autoridades correspondientes que no se olviden de que muchas mujeres que han abortado sufren traumas irreparables, y han de soportar daños sicológicos gravísimos. La ley del aborto, además de ser letal para el no nacido, es también enormemente dañina para la mujer. Una sociedad que es capaz de legislar con extraordinaria energía sobre el tema del tabaco, con la sana intención de preservar la salud de la población (¿es esa intención o es mas bien el dinero que cuestan las enfermedades respiratorias al erario público?) sorprende que permita una ley de consecuencias tan funestas. Se trata evidentemente de una ley que es injusta e inhumana.

Mn Francesc Perarnau

La Candelaria, la fiesta de la luz

Como muy bien se puede leer en la web de Montalegre, el día 2 de febrero, cuarenta días después de la Navidad, respetando el plazo previsto el la Ley de la Antigua Alianza, se celebra en la Iglesia Presentación del Niño Jesús en el templo y la Purificación de la Virgen María; las dos fiestas unidas porque en realidad corresponden al mismo momento histórico.

Tradicionalmente esta fiesta recibe el nombre de la Candelaria, una fiesta antigua que era llamada fiesta de la luz porque recordaba que Cristo es la Luz que entra en el del mundo; la Iglesia lo simboliza encendiendo candelas en las celebraciones litúrgicas del día.

Jesús mismo se presentará como Luz del Mundo, pero irá mucho mas allá cuando afirmará que sus discípulos también lo hemos de ser. La expresión es bien clara, recogida en el Evangelio de San Mateo: Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para colocarla debajo de un celemín, sino sobre un candelero a fin de que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante todos los hombres para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. (Mat 5, 14)

Es una llamada a la responsabilidad de los discípulos de Jesús. Cada uno de ellos ha de ser, hemos de ser, luz que ilumine a nuestro alrededor por el esfuerzo con el que procuramos vivir y difundir las enseñanzas de Jesús. Con frecuencia el mundo se encuentra muy alejado, y la tentación de mimetizarse con el entorno para no llamar la atención es muy grande. Contra esta tentación hemos de luchar: no se puede esconder la luz que se ha encendido, ha de brillar, ha de iluminar, se ha de ver, aunque a veces la luz sea molesta para algunos. Muchos mártires nos dan un ejemplo maravilloso de coherencia. No han cedido a la presión exterior en ambientes muy adversos, aunque esto les haya costado dar la vida. Pero ese sacrificio ha sido siempre fecundo, aquella luz que algunos pretendían apagar dándoles muerte brilló aún con más fuerza y quedó encendida para siempre. Gracias a ellos nosotros somos cristianos.

Mn Francesc Perarnau

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