Final y principio de año

Mirado desde una perspectiva cristiana, cerrar un año es poner el punto final a un período del tiempo de vida que Dios nos ha concedido. Y por la importancia que tiene el aprovechar bien este don de Dios, acabar el año nos ha de mover a mirar atrás y a hacer un cierto balance.

A lo largo del año 2010 todos hemos recibido muchos dones de Dios, muchas gracias, muchos bienes, a veces conocidos y muchas otras veces desconocidos. Por esto es costumbre cristiana terminar el año rezando un Te Deum, un canto de acción de gracias al Señor.

Junto a tantos bienes recibidos también descubriremos, evidentemente, errores y miserias personales, fruto del egoísmo que anida en nuestro corazón. Seguramente hemos pedido ya perdón al Señor de todas estas cosas, pero es bueno renovar ese arrepentimiento. Reconocer errores, pedir perdón, nos hace más humildes, nos hace comprender que necesitamos más ayuda por parte de Dios, nos hace abrirnos más a su gracia: nos dispone a empezar de la mejor manera el nuevo año que comienza.

Empezar un año abre delante de nosotros un nuevo espacio de tiempo, nuevas gracias de Dios, nuevas oportunidades para crecer en el amor a Dios y en el amor a los hermanos.

La experiencia de los años vividos nos dice que habrá, sin duda, dificultades y problemas, habrá días mejores y días peores, días de sol y gran luminosidad y días de sombras y oscuridad… Quizá en algún momento sintamos incluso la incapacidad para seguir adelante en nuestro camino cristiano.

Consciente de las dificultades por las que sus hijos tenemos que atravesar, la Iglesia nos propone empezar el año con la Fiesta de Santa María Madre de Dios. Es como una invitación a poner ese nuevo tiempo que Dios quiere concedernos bajo la protección y el amparo de María. Esta celebración quiere recordarnos que si nos asimos bien fuerte a la mano de la Virgen, ella nos ayudará y, pase lo que pase, saldremos adelante. Nos anima San Josemaría:

¡Madre! -Llámala fuerte, fuerte. -Te escucha, te ve en peligro quizá, y te brinda, tu Madre Santa María, con la gracia de su Hijo, el consuelo de su regazo, la ternura de sus caricias: y te encontrarás reconfortado para la nueva lucha. (Camino 516)

Mn. Francesc Perarnau

Tiempo de Adviento

Después de la solemnidad de Jesucristo Rey del Universo, que se celebra el último domingo del tiempo ordinario, entramos en la Iglesia en un tiempo de preparación: se acerca ya la gran fiesta de la Navidad.
En muchas ciudades de tradición cristiana como la nuestra (Barcelona), han empezado ya a verse en las calles los distintos elementos decorativos tan propios de este tiempo. Muchas luces, estrellas y árboles, aquí y allí algún pesebre y, dentro de no mucho tiempo, también los villancicos que, junto al clima más frío, casi sin darnos cuenta nos introducirán en el ambiente tan familiar y entrañable de la Navidad.
Hay lo que podemos llamar la “Navidad cultural”, que mantiene las tradiciones, algunas muy antiguas, y que implican todos los aspectos de nuestra realidad, la festiva, la gastronómica, la religiosa…
Es muy importante que todas estas cosas no nos descentren, no nos hagan olvidar la realidad más profunda, la que da sentido a todo lo demás, la que está en el origen de todo: recordamos el Nacimiento de Jesús, el acontecimiento más asombroso que ha tenido lugar en la historia del mundo. Dios mismo que se ha hecho hombre para realizar la Redención de la humanidad.
A lo largo de las semanas del tiempo del Adviento la Iglesia nos va ayudando a disponernos adecuadamente, va fomentando en nosotros el deseo de la llegada del Redentor, va suscitando le necesidad de purificarnos bien, de disponernos interiormente para que de nuevo, en nuestras vidas, acojamos dignamente al Dios que viene.
Acudamos a María, la Madre, que vivió con tanta intensidad, emoción y alegría el primer Adviento, para que nos ayude a revivir en nosotros aquellos mismos sentimientos en la nueva venida del Señor.

Mn Francesc Perarnau

Noviembre: El Papa en Barcelona

Noviembre: El Papa en Barcelona

El mes de noviembre del año 2010 quedará, sin duda, señalado como un momento importante para la historia de la ciudad y de Cataluña debido a la visita que los días 6 y 7 nos hará el Papa Benedicto XVI.

La Sagrada Familia, la obra mas emblemática del genial arquitecto Antonio Gaudí, y probablemente la mas famosa obra religiosa que en estos momentos se está realizando en el mundo, y que es visitada anualmente por millones de personas, será dedicada por la máxima autoridad en la Iglesia.

Somos muchos miles los habitantes de Barcelona y en general de Cataluña que estamos muy orgullosos de la Sagrada Familia y, por supuesto de que sea el Papa el que haya tenido el detalle de venir personalmente a dedicarla. No tengo ninguna duda de que Benedicto XVI será recibido con todo el afecto por los ciudadanos de Barcelona. Pero es muy importante que a la manifestación exterior del sentimiento, que sin duda se dará, la acompañe una actitud interior de atención a la palabra y de oración por la persona e intenciones de quien es el sucesor de Pedro al frente de la Iglesia.

Noviembre: Oración por los difuntos

Por otra parte recordamos que el mes de noviembre es, tradicionalmente el mes de los difuntos. Se nos recuerda en este mes una de las verdades de nuestra fe: la existencia de un periodo de purificación después de la muerte, que llamamos el Purgatorio. Con los sufragios que ofrecemos por las almas de los difuntos podemos ayudarles en este proceso de purificación. La oración por los difuntos es una manifestación evidente de la caridad cristiana.

No podemos olvidar tampoco que las almas del purgatorio son grandes intercesoras. Nos dice San Josemaría:

Las ánimas benditas del purgatorio. -Por caridad, por justicia, y por un egoísmo disculpable -¡pueden tanto delante de Dios!- tenlas muy en cuenta en tus sacrificios y en tu oración.

Ojalá, cuando las nombres, puedas decir: “Mis buenas amigas las almas del purgatorio…” (Camino 571)

 

Mn Francesc

2 DE OCTUBRE

San Josemaría estuvo en Montalegre en Noviembre de 1972

El día 2 de octubre se cumple un nuevo aniversario de la fundación del Opus Dei.

En el año 1928, el entonces joven sacerdote Josemaría Escrivá vio que Dios le pedía que difundiera por todas partes un mensaje que era al mismo tiempo muy antiguo y una gran novedad: que todos estamos llamados a la santidad.

El mensaje era muy antiguo porque está en el Evangelio y era perfectamente conocido y vivido por los primeros cristianos, como nos consta en los escritos que de ellos nos han llegado. Y era a la vez muy nuevo porque, con el paso de los siglos y las convulsiones que han padecido el mundo y la Iglesia, este mensaje se había ido difuminando.

Muchos años mas tarde el Concilio Vaticano II, en uno de los grandes documentos que promulgó, en la Lumen Gentium, dedicaba un capítulo entero, el quinto, a explicar la vocación a la santidad en la Iglesia, en el que se afirma textualmente: «Por eso, todos en la Iglesia, ya pertenezcan a la jerarquía, ya pertenezcan a la grey, son llamados a la santidad, según aquello del Apóstol: “Porque ésta es la voluntad de Dios, vuestra santificación” (1 Tes, 4,3; Ef, 1,4)». Este texto es acompañado de un amplio desarrollo, pudiéndose afirmar por tanto que la santidad es la vocación original del ser humano.

Aquel sacerdote se puso a trabajar para cumplir esta misión a él confiada. Entendió que se hacía necesaria una Fundación para asegurar que se pudiera cumplir ese querer de Dios. Esa fundación fue una institución que era el Opus Dei, que se fue abriendo paso en la Iglesia y que actualmente tiene la forma de una Prelatura Personal, una fórmula jurídica que se ajusta perfectamente al carisma fundacional, a aquello que se necesita para poder llevar a término esta voluntad divina de recordar al mundo la llamada universal a la santidad, que es la razón de ser del Opus Dei.

Para los miembros de la Obra y para muchas otras personas es un día de agradecimiento a Dios y a San Josemaría, y un buen momento para seguir encomendando los apostolados que se llevan a cabo en la Prelatura y para renovar los deseos de fidelidad a la vocación personal

Mn. Francesc

Más información

Hoja mensual Octubre 2010

PREPAREMOS LA VISITA DEL PAPA

Con la llegada del mes de septiembre se cierra el largo periodo del verano.

Como es tradicional, a lo largo de estos meses todas las cosas han vivido un ritmo más lento, muchas personas han aprovechado para tomarse un merecido descanso y para renovar las energías con el fin de empezar con nuevos bríos el curso que estrenamos.

Al dirigir nuestra mirada hacia delante nos encontramos ya muy cerca de una fecha que tiene un brillo especial: el día 7 de noviembre. Ese día, sin duda, quedará registrado como un día importante para la Iglesia en Cataluña y también en la historia de la Ciudad. Su Santidad Benedicto XVI dedicará el templo de la Sagrada Familia, y tendrá ocasión de encontrarse con millares de fieles, catalanes y de todo el mundo, como corresponde a esta ciudad tan cosmopolita en la que nos encontramos.

Todos esperamos que la visita del Papa sea un revulsivo para nuestra sociedad, que indudablemente tiene unas profundas raíces cristianas, pero que a veces parece querer renegar de la fe sobre la que se ha originado.

Sobre la visita del Papa se puede encontrar una abundante información en la página web del Arzobispado de Barcelona (http://www.arqbcn.org).

Conviene que preparemos bien esta visita. Quizá en cuanto a la organización material no podamos hacer mucho, pero siempre se puede rezar por los frutos del viaje, y esto lo podemos hacer todos, jóvenes adultos y ancianos. La oración –no lo olvidemos– resulta siempre eficacísima.

Mn. Francesc

Hoja mensual Septiembre 2010

TIEMPO DE VERANO, TIEMPO DE VACACIONES

A lo largo de los meses del verano muchas personas se tomarán un merecido tiempo de vacaciones, tiempo importante que ha de servir para descansar y recuperar fuerzas. Al comenzar este tiempo el Papa, el día 27 de junio de este año, en una homilía, decía unas palabras que muy bien nos pueden ayudar a orientar mejor nuestro tiempo de descanso. Entre otras cosas señalaba lo siguiente: Les deseo (a las personas que hacen sus vacaciones) que este tiempo de descanso sirva para reposar la mente y el cuerpo, sometidos diariamente a un continuo cansancio y estrés, dado el ritmo frenético de la existencia moderna. Las vacaciones constituyen también una preciosa oportunidad para estar un tiempo más largo con los familiares, para reencontrar a los parientes y amigos, en una palabra para dar más espacio a aquellos contactos humanos que el ritmo de los compromisos de cada día impide cultivar como se desearía (…) El tiempo de las vacaciones representa para muchos una favorable ocasión para encuentros culturales, para prolongados momentos de oración y de contemplación, en contacto con la naturaleza o en monasterios y estructuras religiosas. Disponiendo de más tiempo libre se puede dedicar con mayor gusto a la conversación con Dios, a la meditación de la Sagrada Escritura y a la lectura de algún libro formativo y útil. Quien tiene la experiencia de este reposo del espíritu, sabe cuán útil es para no reducir las vacaciones a mero pasatiempo y diversión. La fiel participación a la celebración eucarística dominical ayuda a sentirse parte viva de la comunidad eclesial también cuando se está fuera de la propia parroquia. Donde sea que nos encontremos tenemos siempre la necesidad de nutrirnos de la Eucaristía (…)

El día 15 de agosto se celebrará en toda la Iglesia la Solemnidad de la Asunción de la Virgen.

Un momento mariano muy importante y querido por los cristianos: en esa fiesta recordamos que María fue llevada al Cielo en cuerpo y alma, con gran alegría de ángeles y santos. Honremos a nuestra Madre como ella se merece.

Mn. Francesc

 Hoja Agosto 2010

SIN EL DOMINGO NO PODEMOS VIVIR

Hace unos años, el Papa Juan Pablo II en la Encíclica Dies Domini escribía estas palabras: «Que todos los fieles vean muy claro el valor irrenunciable del domingo en la vida cristiana.

Actuando así nos situamos en la perenne tradición de la Iglesia, recordada firmemente por el Concilio Vaticano II al enseñar que, en el domingo, “los fieles deben reunirse en asamblea a fin de que, escuchando la Palabra de Dios y participando en la Eucaristía, hagan memoria de la pasión, resurrección y gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios que los ha regenerado para una esperanza viva por medio de la resurrección de Jesucristo de entre los muertos (cf 1Pe 1,3)”» (Dies Domini, 6).

Sobre el mismo tema predicó el Papa Benedicto XVI en la homilía de una misa celebrada en Viena con motivo de su viaje a Austria, en septiembre de 2007, en la que repetía la frase pronunciada por los mártires de Abitinia, quienes respondieron a la prohibición del emperador Diocleciano de reunirse para celebrar la eucaristía con esta frase: «Sin el domingo no podemos vivir» .

Destacamos algunas de las ideas contenidas en aquella predicación del Papa.

El domingo, en nuestras sociedades occidentales, se ha convertido en un fin de semana, en tiempo libre.

El tiempo libre, especialmente en medio de la prisa del mundo moderno, es ciertamente algo bello y necesario. Pero si el tiempo libre no tiene un centro interior que ofrece una orientación de conjunto acaba convirtiéndose en tiempo vacío que no refuerza ni ofrece descanso. El tiempo libre tiene necesidad de un centro, el encuentro con Aquel que es nuestro origen y nuestra meta.

Recordando el ejemplo de los primeros cristianos, Benedicto XVI explicó que para ellos la misa dominical no era vista «como un precepto, sino como una necesidad interior».

También nosotros tenemos necesidad del contacto con Jesús Resucitado, que nos apoya hasta después de la muerte. Tenemos necesidad de este encuentro que nos reúne, que nos da un espacio de libertad, que nos permite mirar más allá del activismo de la vida cotidiana para contemplar el amor creador de Dios, del que procedemos y hacia el que estamos en camino.

También explicó el Papa que el domingo al mismo tiempo nos recuerda el último día de la creación de Dios, como es narrada en el Génesis: «Por este motivo, el domingo también es en la Iglesia la fiesta semanal de la creación, la fiesta de la gratitud y de la alegría por la creación de Dios».

Mn Francesc

Hoja mensual Julio 2010

MES DEL SAGRADO CORAZON

Este año, el primer domingo del mes de junio, día 6, celebramos la Solemnidad del Corpus Christi, una de las fiestas más tradicionales y queridas del pueblo cristiano. En ella se conmemora la institución de la Santísima Eucaristía, el Jueves Santo, con el fin de tributar al Santísimo Sacramento un culto público y solemne de adoración, amor y gratitud.

A lo largo de los siglos se ha celebrado el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, pero la reforma litúrgica del Concilio Vaticano II permitió que pudiera trasladarse, donde las Conferencias Episcopales lo vieran oportuno, al domingo siguiente.

Aunque en la Iglesia siempre ha habido una fe clara e inequívoca en la presencia real de Jesucristo bajo las especies eucarísticas, no es hasta el siglo XIII que, por la Bula Transiturus del Papa Urbano IV el 8 de septiembre de 1264, se ordena la celebración de la Solemnidad. En dicha bula se preveía la celebración de la solemnidad el jueves después del domingo de la Santísima Trinidad, y se otorgaban muchas indulgencias a todos los fieles que asistieran a la santa misa y al Oficio Divino, que, en gran parte, fue compuesto por Santo Tomás de Aquino.

La tradición de las procesiones del día del Corpus surge posteriormente.

Seguramente inspiradas en las que tenían lugar en las zonas rurales, en las que se llevaban en procesión los santos por los campos, poco a poco se va generalizando la procesión con el Santo de los Santos para llevar, por los lugares donde se realiza la vida ordinaria de las personas, al mismo Dios hecho Eucaristía. Poco a poco las procesiones se van extendiendo por las distintas diócesis y, a finales del siglo XIV, son comunes en el orbe cristiano.

Con esta procesión el pueblo cristiano atestigua su gratitud y recuerdo por tan inefable y verdaderamente divino beneficio, por el que se hace nuevamente presente la victoria y triunfo de la muerte y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo.

Mn. Francesc

 Hoja mensual Junio 2010

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