La devoción a los Santos

A lo largo del año litúrgico brillan muy especialmente las fiestas de la vida del Señor y de la Santísima Virgen. También, como una corona que enmarca todo el año, encontramos las celebraciones de los santos. No hay día en que no se recuerde a algún santo. Son muchos los que están en el santoral, que vendría a ser como el “listado oficial” por decirlo de algún modo. Pero sabemos que hay muchos más. Hay muchos mártires en el Cielo, gozando ya de la eterna bienaventuranza; no sabemos sus nombres, pero tenemos la certeza de su santidad. Hay muchos otros hombres y mujeres, laicos, religiosos, miembros del clero…, tenemos la seguridad de que son una multitud, que han vivido su fe plenamente y que han alcanzado la santidad desempeñando sus deberes ordinarios,  muchas veces muy sencillos, con mucho amor.
A quienes vivimos aún en la tierra y estamos llamados a la santidad, como solemnemente nos recuerda a todos el Concilio Vaticano II, a veces nos puede parecer una meta muy alta, quizá inalcanzable. Sentimos el peso de las miserias y de los pecados. Quizá, ante las derrotas que sufrimos en nuestras peleas por ser mejores, nos venga la tentación del desánimo, del “no voy a poder…”
Es entonces cuando hay que mirar a esos hermanos nuestros que ya han llegado.
La Iglesia nos propone la vida de los santos como modelo, que nos sirve de referencia, que nos marca un camino o un ejemplo a seguir… Por eso siempre ha ayudado la lectura de las biografías de los santos, al proponernos caminos de santidad tan diversos.
Al mismo tiempo los santos son también intercesores. Desde siempre la Iglesia ha confiado en la intercesión de los santos.
En el Evangelio descubrimos cómo la Santísima Virgen o los apóstoles se acercan a Jesús para interceder por otros. El ejemplo más precioso es la petición de María a Jesús en Caná de Galilea: ¡No tienen vino! Con que mirada y con que gesto María acompañaría aquella corta petición… Así se presenta delante de su Hijo con las peticiones que cada día sus hijos en el mundo le confiamos.
Vemos también a los Apóstoles repartir entre el pueblo aquellos panes y aquellos peces que el Señor había multiplicado. Así los santos se convierten en distribuidores de las gracias y dones que Jesús ha puesto en sus manos para nuestro provecho.

Mn Francesc Perarnau

El Corazón del Dios encarnado

La Fe nos enseña que Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad Santísima, el Hijo, que tomó la naturaleza humana. Por tanto es “Dios y hombre verdadero”, tal como rezamos en el Credo. En Jesús vemos como Dios mismo encarna y hace viva la idea que tiene el Creador del ser humano: Dios encarnando su idea de hombre.

Por eso es el modelo perfecto.

Podemos por tanto afirmar que Dios nos ama en Jesús con un corazón humano.

El corazón es el símbolo del amor. Decimos: se piensa con la cabeza, pero se ama con el corazón. De alguna manera imaginamos que la cabeza es el lugar del razonamiento puro, que es visto como algo frío y distante, mientras que en el corazón hierven los sentimientos, los afectos, las emociones, de las que el amor podríamos decir que es el exponente más elevado.

Entramos en el mes de Junio, tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. En este mes se celebra la Solemnidad y se nos invita a considerar la grandeza del amor con el que Dios nos ha amado en Jesucristo hasta el extremo de entregarse hasta la muerte en la Cruz. Esta entrega total que queda simbolizada plenamente en el momento en que el soldado le atravesó el corazón con la lanza, del que brotó sangre y agua (cfr. Juan 19, 34)

El Catecismo de la Iglesia lo sintetiza en estas palabras:

Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), “es considerado como el principal indicador y símbolo…del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres” (Pio XII, Enc.”Haurietis aquas”: DS 3924; cf. DS 3812).(Catecismo de la Iglesia Católica 478)

Aunque ha existido siempre en la Iglesia, la Devoción al Sagrado Corazón crece en especialmente desde que en el siglo XVII en que el Señor se apareció a Santa Margarita de Alacoque. El 16 de junio de 1675 Nuestro Señor  le mostró su Corazón a la Santa: Un Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y le dijo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.”

La devoción al Sagrado Corazón consistirá precisamente en amar y reparar por el Amor no correspondido: Reparación y desagravio, por las muchas ofensa que ha recibido y sigue recibiendo en el mundo, muy especialmente en la Eucaristía.

Mn. Francesc Perarnau

En Mayo visitamos a la Virgen

Como viene siendo ya una tradición en Montalegre, en el mes de Mayo realizaremos una peregrinación que, salvo alguna excepción, como la del año 2011 en que peregrinamos a Tierra Santa, suele ser una peregrinación Mariana.
Después de Montserrat, Torreciudad, Lourdes y Fatima, este años viajaremos a París, para conocer allí y rezar en la Iglesia de la Medalla Milagrosa, en la Rue du Bac, lugar donde se apareció Nuestra Señor a Santa Catalina Laboure en 1830.
A esta advocación Mariana está vinculada nuestra iglesia de Montalegre desde hace muchos años. Fue el día 27 de diciembre de 1907 cuando la Junta rectora de la Casa de la Caridad, a la que pertenecía la Iglesia de Montalegre, decidió que se construyera “una capilla dedicada a honrar a la Santísima Virgen, bajo su advocación de la Medalla Milagrosa, conforme a lo solicitado por las Hermanas de San Vicente de Paul que cuidan del Establecimiento(…)“,  según está escrito en el acta de la reunión.
La capilla se construyó en menos de un año y pudo ser inaugurada el dia 27 de noviembre de 1908, día de la fiesta de la Medalla Milagrosa, justo en el segundo aniversario de la segunda aparición de la Virgen.
Son muchas las personas que se acercan a esta capilla para encomendarse a la Virgen y para hacerse con una pequeña medalla, que siempre pueden encontrar allí. Esta imagen, ya centenaria, nos recuerda con sus rayos que María vela por sus hijos, derramando abundantes gracias sobre ellos.
La medalla tiene su origen en un encargo de la Santísima Virgen a Santa Catalina, y que ella llevó fielmente a término. La Medalla se llamaba de la Inmaculada Concepción, pero poco a poco fue conocida como la Medalla Milagrosa debido a los favores que obtenían de María las personas que la usaban.
No hace mucho, el viernes Santo recordábamos como Jesús, ya en la cruz, pedía a Nuestra Señora que continuara su labor maternal con sus discípulos. Y así lo hizo desde el primer momento, y  lo ha seguido haciendo a lo largo de los siglos. Normalmente sini hacer ruido, pero a veces, cuando ha sido necesario, de maneras mucho mas notorias, de una manera muy especial recordamos las apariciones de María en Fátima, con manifestaciones tan importantes sobre la naturaleza.
Es lógico que a lo largo del mes de Mayo, dedicado a la Santísima Virgen busquemos la manera de honrarla como ella se merece. Hay muchas maneras de hacerlo, pero no pueden faltar las Romerías, los Rosarios rezados personalmente o mejor aún en familia, la participación en encuentros marianos…
Y no pueden faltar los pequeños detalles con ella, una flor, un canto una jaculatoria que le dirigimos con el corazón.
Y tengamos la certeza de que ella no se dejará ganar en generosidad.

Mn Francesc Perarnau

Semana Santa

Es la semana a la que llegamos después de la larga peregrinación de la Cuaresma, durante la cual nos hemos ido disponiendo espiritualmente para celebrar con fruto estos días, el momento culminante de la Redención, con la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

En esta semana la liturgia de la Iglesia quiere seguir el curso natural de los días, tal como pasaron las cosas hace dos mil años. Todo empezará el domingo de Ramos.

Domingo de Ramos

El domingo antes de la Pasión, Jesús hizo una entrada impresionante en Jerusalén, porque lo hizo sobre un asno, como los reyes antiguos en Israel, y la gente del pueblo, que aquellos días llenaba Jerusalén porque había ido a celebrar la fiesta de la Pascua judía, lo aclamaron triunfalmente. Y lo saludaban agitando palmas y ramas de árboles, y cantando hosannas a su paso.

De esto nos queda un recuerdo en la Misa principal de hoy, con la bendición de los Ramos.

Aunque haya este aire de alegría y de triunfo, en el Evangelio de la Misa leeremos la Pasión entera, o al menos la parte principal, y queda muy claro que entramos en los momentos más trascendentes de la vida de Jesús. Estamos a punto de celebrar la Pasión. Saldremos de la Misa del domingo con el corazón encogido, esperando los días mas santos del año. E iniciaremos, así, la Semana Santa.

Jueves Santo: La Eucaristía

En el jueves Santo el ritmo de la vida de la Iglesia es todavía más lento que los otros días, porque quiere recordar, paso a paso, lo que sucedió aquel día en la vida de Jesús.

Por la mañana los obispos celebran con los sacerdotes de sus diócesis la Misa Crismal, que es la Misa donde se consagrarán los óleos sagrados que a lo largo del año se usarán para algunas ceremonias, como la unción de los enfermos, los bautizos o las confirmaciones.

Pero el pueblo está invitado a la Misa que se celebra a media tarde y que tiene como hecho más importante el momento en que Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía, y que mandó a sus discípulos que la celebraran en recuerdo de su memoria.

El Santísimo Sacramento queda después de la Misa reservado en lugares especiales, que denominamos Monumentos, muy engalanados para facilitar que los fieles puedan adorar al Dios que se nos da de este modo tan sorprendente, bajo estas apariencias de pan.

En muchos lugares existe la tradición de visitar Monumentos en diferentes iglesias, y hacer así varías estaciones al Santísimo Sacramento.

Viernes Santo: la Pasión

El Viernes Santo es el día de la Pasión de Jesús.

Es el día más triste del año cristiano. Y todo nos invita a estar más bien serios y recogidos, procurando sentir con la Iglesia aquellos momentos durísimos del juicio, condena, pasión y muerte de Jesús.

Tradicionalmente era un día en que los cristianos procuraban evitar manifestaciones externas de ruido y alegría por respeto a la memoria de lo que Jesús estaba sufriendo aquel día. Las personas mayores recordarán que esto se traducía incluso en el tipo de música que se escuchaba.

Lógicamente, lo más importante es la disposición interior. Estas manifestaciones exteriores nada significarían si no fueran un reflejo de nuestro interior.

Para los que han cumplido ya 18 años, y todavía no tienen 59 es un día de ayuno, tal como recordamos al hablar de la Cuaresma.

Sábado Santo: La Iglesia vela en silencio

El Sábado Santo es un día sin liturgia. La Iglesia recordará en este día que Jesús está muerto, encerrado dentro de un sepulcro frío, vigilado por los soldados romanos… Es un día de espera.

Vigilia Pascual

Acaba la Semana Santa con la celebración de la Resurrección de Jesús, al tercer día después de la muerte en la Cruz. Es el momento culminante del año cristiano: Jesús triunfa con su resurrección sobre la muerte, la gran enemiga de la humanidad. La Resurrección es la gran señal que Él mismo había prometido para certificar que su enseñanza era verdad.

Jesús resucitó la noche del sábado al domingo, por eso los cristianos nos encontramos en primera hora de la noche para celebrar la resurrección en la Vigilia Pascual. El rito de la celebración es seguramente uno de los más ricos y más bonitos de toda la liturgia católica y es aconsejable seguirlo con atención para poder disfrutar de toda su riqueza.

En la celebración de la Vigilia Pascual es conveniente no dejarnos llevar por las prisas.

Hemos de dejar las preocupaciones fuera de la iglesia, para emocionarnos siguiendo la historia de la salvación y sentir la alegría profunda de la resurrección de Jesús.

RECORDAMOS…

 Sólo los domingos son días de precepto durante esta semana. No lo son ni el Jueves ni el Viernes Santos. El hecho de que no sean días de precepto no excluye que no sea muy interesante participar en la liturgia: nos hará mucho bien.

 

Mn Francesc Perarnau

 

Espíritu de Penitencia

Se trata de un tema típico de la ascética cristiana.

Todo el que se ha propuesto vivir una vida cristiana y quiere llevar a la práctica el mandamiento del Señor, que Él mismo resume en amar a Dios, amar al prójimo, sabe que las principales dificultades no vienen de fuera, vienen de dentro. Esto no es nuevo, también Jesús lo había enseñado: se del interior de la persona, de su corazón, de donde salen todos los males. Dice Jesús: “Porque del corazón provienen los malos pensamientos, homicidios, adulterios, fornicaciones, hurtos, falsos testimonios, injurias. Estas son las cosas que hacen impuro un hombre. “(Mt. 15, 19)

Y cualquier persona con un poco de experiencia en la vida ascética sabe reconocer en su interior estas tendencias, y sabe que solo luchando contra ellas podrá progresar en su camino hacia la santidad.

¿Que le pasa al corazón humano?

Este desorden interior viene de antiguo: nos habla de la herencia lejana que nos lleva hasta el Pecado Original. Recibimos en herencia una naturaleza que está manchada de origen, que lleva la marca de aquel pecado con que Adán y Eva se rebelaron contra el Creador.

La lucha cristiana es en primer lugar contra estas tendencias interiores que nos llevan a centrarnos en nosotros mismos, a ser egoístas, con todas las consecuencias que acompañan al egoísmo.

El espíritu de penitencia es el espíritu de la persona que quiere luchar contra estas inclinaciones que nos apartan de Dios y de los demás.

Se puede encontrar un texto antológico de San Josemaría explicando el espíritu de penitencia en la vida ordinaria en el libro Amigos de Dios n º 138

http://www.escrivaobras.org/book/amigos_de_dios-punto-138.htm

El tiempo de la Cuaresma es un buen momento para renovar la lucha en algunas de las manifestaciones que hay de egoísmo en nuestras vidas. Evidentemente no hay recetas generales porque, aunque todos lo tenemos, este defecto tiene muchas caras y quiere “un tratamiento personalizado”, podríamos decir. Es un buen tema para trabajar

Mn francesc Perarnau

Una Nueva Evangelización

Ciertamente la Iglesia, desde su fundación, nunca ha dejado de evangelizar; a lo largo de su historia bimilenaria ha cumplido siempre con el mandato de Jesús: Id por todo el mundo y predicad el Evangelio a toda criatura (Mc. 16,15).

Fruto de esta Evangelización incesante es el hecho de que la doctrina cristiana está extendida por toda la tierra. En todos los continentes es posible encontrar la huella del Evangelio de Cristo, aunque, en algunos lugares, no haya llegado a calar en profundidad en la sociedad.

Pero, como el mismo Jesús anuncia en la parábola del sembrador, en algunos lugares donde la predicación se remonta hasta los mismo orígenes del cristianismo, parece que aquella semilla está siendo ahogada por abundantes espinos. Por motivos varios, seguramente por la negligencia de muchos cristianos, posiblemente también nosotros mismos nos hemos de acusar de esto, el campo de Dios ha sido descuidado, se ha permitido que crezcan en él las zarzas que han impedido que la buena semilla sembrada creciera y diera su fruto.
Desde hace mas de 25 años, el sucesor de Pedro nos convoca a lo que ha llamado una Nueva Evangelización. A ella estamos todos llamados, cada uno en la medida de sus posibilidades.
Se trata sobre todo de una nueva actitud, de una afán renovado de tomarse muy en serio la fe , de vivirla a fondo, de hacerla vida y de llevarla con la propia vida a todos los campos donde nos movamos; que los padres de familia la vivan en sus hogares, que la enseñen a sus hijos, que les muestren la maravilla del camino cristiano; que los cristianos seamos un ejemplo en el modo de vivir la grande virtudes, de modo muy especial la virtud de la Caridad, que, no lo olvidemos, es la virtud que nos distingue: Jesús nos lo dijo claramente, en esto conocerán que sois mis discípulos, si os amáis unos a otros.
Como los primeros evangelizadores, el trabajo a desarrollar no será fácil, y con frecuencia, también como aquellos, en algunos lugares habrá que ir contracorriente, habrá que vencer la resistencia de un ambiente reacio a las enseñanzas de Jesús. Quizá haya que sufrir el pequeño martirio de la incomprensión o de la burla…  No debe importar demasiado. Se cumpliran entonces las palabras de Jesús en la Ultima Cena en las que, junto al aviso sobre las dificultades futuras, hay también la certeza del triunfo de Jesús: en el mundo habéis de tener tribulación; pero confiad: yo he vencido al mundo (Jn 16, 33).
Mn Francesc Perarnau

2012

Empezamos el año 2012.

Podemos decir que lo empezamos con cierto temor por las circunstancias actuales de crisis por las que esta atravesando nuestra sociedad. Los indicadores económicos que manejan los expertos hablan de perspectivas sombrías para este año que estrenamos; y cuando las perspectivas son sombrías, lo son también para muchas familias.

Todos sabemos que las soluciones políticas, sean las que sean, las que se van a tener que adoptar serán siempre dolorosas.

Ciertamente a todos afecta la situación pero, evidentemente, algunas familias, y muy especialmente algunas personas, por su situación particular, sufrirán más los efectos de la crisis. De todos es conocido que está ya sucediendo y es previsible que en un futuro no muy lejano sean muchas mas las personas que se vean engullidas por el remolino que lenta pero inexorablemente se va generando.

Nadie, y menos una persona cristiana, puede permanecer indiferente ante una situación así, en la que es tan claro y patente el sufrimiento de las personas. Nuestra conciencia cristiana nos dice que todos nos tenemos que implicar en la medida de nuestras posibilidades para ayudar a encontrar una solución a los graves problemas que se han generado ya y los que previsiblemente se generarán.

Es momentos como estos es cuando mas importante se hace la solidaridad, y cuando se puede valorar la calidad de las personas que conforman la sociedad. Una sociedad solidaria y  generosa, puede hacer frente con mayor seguridad a cualquier crisis que se presente.

Recientemente hemos podido comprobar con alegría la respuesta positiva que los ciudadanos de nuestro país han dado ante la petición realizada por distintos bancos de alimentos y organizaciones diversas. Son noticias positivas y esperanzadoras.  Si la piña es fuerte, si somos capaces de ayudarnos entre todos, si todos nos proponemos arrimar el hombro y hacer lo posible, si quienes pueden hacerlo dedican su tiempo, sus energías y recursos a colaborar en las organizaciones constituidas o que se constituirán en el futuro para canalizar los esfuerzos, entonces las posibilidades de vencer la crisis serán mucho mayores, se podrá aliviar el sufrimiento de muchos…

Todavía es tiempo.

Conviene que no perdamos de vista las palabras con las que, en las navidades del año 2008, el Papa Benedicto XVI nos ponía en guardia sobre el peligro que acecha permanetemente:

“Donde se atropella la dignidad y los derechos de la persona humana; donde los egoísmos personales o de grupo prevalecen sobre el bien común; donde se corre el riesgo de habituarse al odio fratricida y a la explotación del hombre por el hombre; donde las luchas intestinas dividen grupos y etnias y laceran la convivencia; donde el terrorismo sigue golpeando; donde falta lo necesario para vivir; donde se mira con desconfianza un futuro que se esta haciendo cada vez más incierto, incluso en las Naciones del bienestar: que en todos estos casos brille la Luz de la Navidad y anime a todos a hacer su propia parte, con espíritu de auténtica solidaridad. Si cada uno piensa sólo en sus propios intereses, el mundo se encamina a la ruina”.(Benedicto XVI, 25 de diciembre de 2008)

 

Mn Francesc Perarnau

 

Los pessebres en Navidad

Una de las costumbre navideñas mas entrañables que tenemos los cristianos, y que mas contribuyen a hacer el típico “ambiente de Navidad” son los pesebres.
Las luces, los adornos festivos, las guirnaldas, la música y los villancicos, adquieren sentido si se orientan al acontecimiento esencial que es el nacimiento de Jesús, el Hijo de Dios.
Si faltara esta referencia todo aquello se convertiría en una celebración sin contenido, vacía.
Cuenta la tradición que fue San Francisco de Asís el inspirador y el primero que preparó un “pesebre” navideño. La peculiaridad es que fue un pesebre viviente. Lo hizo en la Navidad de 1223 que pasó en un pequeño pueblecito de Italia, Greccio, al norte de Roma. En una ermita construyó una casita de paja a modo de portal, puso un pesebre en su interior, trajo un buey y un asno de los vecinos del lugar e invitó a un pequeño grupo de gente a reproducir la escena de la adoración de los pastores. Y vivieron una Navidad especialmente intensa, viva… Y empezó la tradición.
Enseguida se sustituyeron las figurar vivas por las de barro cocido, que quedan siempre en el mismo lugar… Y esta costumbre se  popularizó y extendió rápidamente en todo el orbe cristiano porque los misioneros se encargaron de llevarla.
Un pesebre es una catequesis que entra por los ojos.
Los niños empiezan a conocer quien es Jesús en los pesebres de la Navidad; y allí van conociendo también a María, a José, y saben que los pastores fueron los primeros que se acercaron a saludar el nacimiento del Redentor que fue anunciado por unos angeles y una gran estrella… Y al cabo de unos días vinieron unos personajes, los Reyes Magos, con regalos para el niño…
Y los adultos , ante el pesebre tienen la oportunidad estupenda para hacerse de nuevo niños, para acercarse con mirada de niño, con ingenuidad de niño, una actitud que viene muy bien a las “almas adultas”. Momentos de infancia espiritual lo podemos llamar, que tan bien vienen al alma porque, no lo olvidemos, de los que son como niños es el reino de los cielos. (cfr. Mc 10, 14-15)
Y las familias encuentran su modelo en la Familia de Belen.

Mn Francesc Perarnau

 

Noviembre, oramos por los difuntos

Noviembre especialmente en los países mediterraneos, es un mes en el que la naturaleza parece que languidece, que se apaga, los días se hacen mas cortos, el frío va invadiéndolo todo, las plantas detienen su crecimiento y muchas pierden las hojas, algunos árboles parecen esqueletos…Quizá por todo esto, noviembre es el mes en el que recordamos especialmente los difuntos. No se trata de un recuerdo triste. No pensamos en ellos como hermanos nuestros que pasaron y de los que nos queda solamente el recuerdo. No es esta nuestra fe.  Sabemos que su vida, de una manera diferente pero real, continúa.

Por una parte algunos son santos que ya están en el cielo y gozan ya de la visión beatífica en la presencia de Dios, bienaventurados para siempre, y a ellos nos encomendamos. Precisamente este es el el sentido que tiene la celebración dela Solemnidad de Todos los Santos. La Iglesia quiere recordar a tantos y tantos hijos suyos que han pasado por este mundo y que han alcanzado la Gloria pero que no van a tener su celebración particular. Hay muchos santos en el cielo. En palabras del Apocalipsis son  “una gran multitud que nadie podía contar, de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas,… “

Otros son almas que siguen un proceso de purificación en el Purgatorio, y por ellos rezamos y ofrecemos sufragios. Esto es lo que la Iglesianos propone en la celebración del día 2 de Noviembre, día de los fieles difuntos. Como nos recordará el libro de los Macabeos, es una piadosa costumbre orar y ofrecer sufragios por los difuntos, cosa que nosotros hacemos sobre todo participando en la celebración dela Eucaristía ofrecida por ellos, o lucrando indulgencias aplicadas precisamente por las almas del Purgatorio. De manera misteriosa pero real podemos acelerar su purificación y ayudarles a dar el salto definitivo al cielo.

Ambas celebraciones nos hablan de una verdad cristiana que recordamos en el Credo: la Comuniónde los Santos. Existe una verdadera comunicación entre los fieles cristianos, todos miembros de una única Iglesia pero que tiene como tres dimensiones: militante, purgante y triunfante. El Catecismo (nº 955) enseña que “La unión de los miembros de la Iglesia peregrina con los hermanos que durmieron en la paz de Cristo de ninguna manera se interrumpe. Más aún, según la constante fe de la Iglesia, se refuerza con la comunicación de los bienes espirituales” (LG 49).

 

Mn Francesc Perarnau

¡No nos olvidemos de los ángeles!

Cerrábamos el mes de septiembre con la celebración de la fiesta de los tres Arcángeles, Santos Miguel, Gabriel y Rafael, y empezábamos el mes actual con la celebración de los santos Ángeles Custodios.

Nos hablan estas celebraciones de la realidad de la presencia de los Ángeles en la vida del mundo y de la Iglesia. Una presencia a veces olvidada en una sociedad que, con frecuencia, no sabe mirar más allá de la realidad más material.

Los Ángeles forman parte de la fe dela Iglesia. El Catecismo de la Iglesia Católica dice que

La existencia de seres espirituales, no corporales, que la Sagrada Escritura llama habitualmente ángeles, es una verdad de fe. El testimonio de la Escritura es tan claro como la unanimidad de la Tradición. (Catecismo 328)

S. Agustín dice respecto a ellos: “Angelus officii nomen est, non naturae. Quaeris nomen huius naturae, spiritus est; quaeris officium, angelus est: ex eo quod est, spiritus est, ex eo quod agit, angelus” (“El nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza, te diré que es un espíritu; si preguntas por lo que hace, te diré que es un ángel”) (Psal. 103,1,15). Con todo su ser, los ángeles son servidores y mensajeros de Dios. Porque contemplan “constantemente el rostro de mi Padre que está en los cielos” (Mt 18,10), son “agentes de sus órdenes, atentos a la voz de su palabra” (Sal 103,20). (Catecismo 329)

Es especialmente entrañable la figura del Angel Custodio, del que nos hablará también el Catecismo.

Desde  su comienzo (cf. Mt 18,10) hasta la muerte (cf. Lc 16,22), la vida humana está rodeada de su custodia (cf. Sal 34,8; 91, 10-13) y de su intercesión (cf. Jb 33,23-24; Za 1,12; Tb 12,12). “Cada fiel tiene a su lado un ángel como protector y pastor para conducirlo a la vida” (S. Basilio,  Eun. 3, 1). Desde esta tierra, la vida cristiana participa, por la fe, en la sociedad bienaventurada de los ángeles y de los hombres, unidos en Dios. (Catecismo 336).

Quizá estamos muy acostumbrados a pensar en los Ángeles Custodios como protectores de los niños, y recordamos con cierta nostalgia aquella oración que aprendimos a dirigirles en nuestra niñez. Hemos de darnos cuenta de que la figura del Ángel Custodio es mucho mas necesaria para los adultos que para los infantes. El camino cristiano está lleno de dificultades y problemas, y la posibilidad de equivocaciones y errores es alta. En ese buen propósito de vida cristiana en medio de las aguas revueltas del mundo es donde podremos contar con la ayuda poderosa de los Ángeles Custodios. San Josemaría escribió en Camino:

Te pasmas porque tu Angel Custodio te ha hecho servicios patentes. -Y no debías pasmarte: para eso le colocó el Señor junto a ti (Camino 565)

Mn Francesc Perarnau

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