Domingo 31 de mayo de 2020, una fiesta irrepetible

El domingo en el que hemos celebrado la festividad de Pentecostés, es decir, la Venida del Espíritu Santo en el cenáculo de Jerusalén, ha coincidido con la fiesta de la Visitación de la Virgen Santísima a su prima santa Isabel, en Einkarem y, a su vez, con la fiesta de Santa María de Montalegre. Así que el domingo 31 de mayo de 2020 para Montalegre iba a ser irrepetible.

El rector comentó al inicio de la celebración que, en ese día, se iba a celebrar la imposición de las Confirmaciones a muchos jóvenes, con la presencia de uno de los obispos de la archidiócesis de Barcelona, pero que debido a las normas establecidas para la fase 1 de la desescalada, se ha tenido que posponer.

En su homilía, nos recordó que la festividad de Pentecostés se celebra 50 días después de la Resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, y que con ello se cierra el ciclo pascual… El Espíritu Santo sobrevino como lenguas de fuego infundiendo los dones sobre la Iglesia naciente, la cual conoció a partir de entonces y verdaderamente el Amor de Dios y sus frutos. Somos portadores de la Palabra de Dios… Esa alegría del cristiano nos la da el Espíritu Santo, con el esfuerzo personal y la gracia de Dios. En estos días de confinamiento, hemos notado la cercanía de Dios y nos ha dado serenidad y aplomo para vivirlo… El Espíritu Santo es quien realiza la Obra de Dios, pero nos pide que seamos dóciles para recibir esos dones y practicar las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad. Tendremos paz y serenidad si le somos dóciles, a pesar de las dificultades… Hemos de pedir a la Virgen que nos ayude a tratar más y mejor al Espíritu Santo. La Iglesia desde sus inicios nace universal y van creciendo las iglesias particulares, sin embargo, la Iglesia Católica no es una federación de iglesias, la Iglesia es únicamente UNA.

Otros detalles de la celebración

Para evitar la limpieza constante de los micrófonos durante la misa, leyó las lecturas y las plegarias una sola lectora, la señora Amparo Murcia. Las nuevas sopranos, señoras Rosa Parellada y Manuela Torres acompañadas del organista, señor Pere Mateu Xiberta con sus cantos subieron el tono a la solemnidad de tal manera que nos llenó de gran gozo y piedad.

Al concluir la celebración, Mn. Xavier Argelich, explicó que se recuperaban las actividades de los retiros para hombres y para mujeres. Y comentó que estrenaba el alba, muy especial para solemnidades, con detalles de ribetes dorados y el bordado de una cruz. Es la ocasión para mencionar que la casulla roja tiene más de cincuenta años.

Isabel Hernández Esteban

Por el canal You Tube, la Romería de Montalegre

(Ahora con fotos)

En la mañana del sábado 16 de mayo de 2020, en Montalegre, se retransmitió en directo, por primera vez por el canal YouTube, una celebración. Se trataba de hacer una romería a la Santísima Virgen, y no pudiendo ir al Santuario de Torreciudad, donde habitualmente vamos en el mes de mayo, se hizo en Montalegre contemplando sus imágenes.

Preside la nave central la advocación de la Virgen de Montalegre con los niños y niñas de la Casa de la Caridad. Al fondo del templo, en una vitrina grande encontramos a la Virgen de la Puerta, patrona del norte del Perú (Otuzco); en la Capilla de la Virgen, en una hornacina azul, contemplamos la preciosa imagen de la Medalla Milagrosa. Y, por último, en la Capilla del Santísimo Sacramento tenemos una Piedad, tallada en madera policromada, que durante un tiempo ha estado retirada para la cura de carcoma que estaba padeciendo. Ahora ha vuelto a su lugar, sobre el sepulcro del Siervo de Dios, José María Hernández Garnica.

A las 10,30 h. de la mañana, en compañía de unos pocos fieles, provistos de mascarillas y guardando las distancias establecidas por las autoridades sanitarias y eclesiásticas, rezamos en la Capilla del Santísimo la primera parte del Rosario, dedicado a los misterios dolorosos.

La retransmisión por el canal YouTube se inició a las 11 en punto. El rector presentó la celebración, situándose al pie del presbiterio del altar mayor, y rezó el primer misterio; los otros cuatro, los rezaron diversos colaboradores habituales de Montalegre. Después de cada misterio, entonaron cantos marianos las dos sopranos que participan en las celebraciones de Montalegre.

Una vez acabada la segunda parte del Rosario, los técnicos de la retransmisión, se trasladaron a la Capilla del Santísimo para retransmitir la santa misa. En ese intervalo de tiempo, en el presbiterio, rezamos la tercera parte del Rosario.

El rector celebró una misa privada, sin participación de fieles, tal cual estaba establecido. Recordó que, aunque estábamos en tiempo de Pascua y el altar lucía con flores, él iba revestido de morado porque ofrecía la misa por los difuntos de la pandemia del covid19, al igual que otras misas privadas que había celebrado en las semanas de confinamiento. Manifestó que en los próximos días se celebrarían las misas funerales que se habían solicitado. También dio gracias a Dios por las personas que no se han contaminado o han sobrevivido a la enfermedad. Por último, nos recordó que imploremos a la Virgen el fin de la pandemia, pues es Salud de los Enfermos.

Y una vez acabada, Mn. Argelich despidió la retransmisión.

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POR EL CANAL YOU TUBE, LA ROMERÍA DE MONTALEGRE

Isabel Hernández Esteban

La recogida de alimentos ha sido un éxito ¡Gracias!

A causa de la pandemia del covid19 ha desencadenado una situación de emergencia a nivel mundial, provocando una crisis social y económica, a todos los niveles, que está generando, en poco más de dos meses, la pérdida de miles de puestos de trabajo. Por ello, en breve tiempo, muchas personas, se han quedado sin ingresos económicos, y con la incertidumbre de si remprenderán la actividad laboral.

Las entidades sociales en estas últimas semanas han constatado cómo la demanda de alimentos básicos y de trabajo han multiplicado sus peticiones. La ACCIÓ SOCIAL MONTALEGRE no ha cesado en la atención a las familias que tiene censadas, así como a muchas otras que han llamado por primera vez en demanda de auxilio social.

Tal como informamos el pasado 13 de abril de 2020, con el fin de paliar este incremento de necesidades básicas para familias, un grupo de exalumnos del Colegio La Farga, junto a sus familias y amistades, crearon la campaña yodoycomidaalraval. La promoción se inició varias semanas antes, y los días 17 y 18 de abril de 2020 ejecutaron el plan logístico establecido de recogida puerta por puerta. Todo fue a parar al Almacén de la Acció Social Montalegre.

El resultado, en números totales, es el siguiente:

–        360 recogidas en 29 códigos postales de Barcelona, ciudad

–        32 toneladas de alimentos, en los que se incluyen los donativos

–        1 tonelada de juguetes

–        200 kg. de productos de parafarmacia

–        250 mascarillas de tela

El conjunto de 25 de voluntarios de la campaña lo han formado los organizadores, los transportistas y seis personas del Almacén de la Acció Social Montalegre.

De esta gran noticia sobre la caridad y la generosidad de tantísimas personas de Barcelona, se hicieron eco diversos sitios web de periódicos digitales deportivos, ya que los exalumnos de La Farga son seguidores del Real Club Deportivo Español. Además, también se publicaron artículos en la web Oficial del Opus Dei y la del Arzobispado de Barcelona.

Noticia publicada en la web del Arzobispado de Barcelona

Noticia publicada en la web en catalán del Opus Dei

Desde aquí damos las gracias a todos los que han colaborado en esta campaña con su creatividad, eficacia, generosidad y oraciones para que fuera un éxito. En breve, los productos se repartirán entre las familias necesitadas del Raval.

 

Isabel Hernández Esteban

MENSAJE DEL SANTO PADRE FRANCISCO POR PASCUA

MENSAJE URBI ET ORBI
DEL SANTO PADRE FRANCISCO

PASCUA 2020

Basílica Vaticana
Domingo, 12 de abril de 2020

 

Queridos hermanos y hermanas: ¡Feliz Pascua!

Hoy resuena en todo el mundo el anuncio de la Iglesia: “¡Jesucristo ha resucitado! ¡Verdaderamente ha resucitado!”.

Esta Buena Noticia se ha encendido como una llama nueva en la noche, en la noche de un mundo que enfrentaba ya desafíos cruciales y que ahora se encuentra abrumado por la pandemia, que somete a nuestra gran familia humana a una dura prueba. En esta noche resuena la voz de la Iglesia: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!» (Secuencia pascual).

Es otro “contagio”, que se transmite de corazón a corazón, porque todo corazón humano espera esta Buena Noticia. Es el contagio de la esperanza: «¡Resucitó de veras mi amor y mi esperanza!». No se trata de una fórmula mágica que hace desaparecer los problemas. No, no es eso la resurrección de Cristo, sino la victoria del amor sobre la raíz del mal, una victoria que no “pasa por encima” del sufrimiento y la muerte, sino que los traspasa, abriendo un camino en el abismo, transformando el mal en bien, signo distintivo del poder de Dios.

El Resucitado no es otro que el Crucificado. Lleva en su cuerpo glorioso las llagas indelebles, heridas que se convierten en lumbreras de esperanza. A Él dirigimos nuestra mirada para que sane las heridas de la humanidad desolada.

Hoy pienso sobre todo en los que han sido afectados directamente por el coronavirus: los enfermos, los que han fallecido y las familias que lloran por la muerte de sus seres queridos, y que en algunos casos ni siquiera han podido darles el último adiós. Que el Señor de la vida acoja consigo en su reino a los difuntos, y dé consuelo y esperanza a quienes aún están atravesando la prueba, especialmente a los ancianos y a las personas que están solas. Que conceda su consolación y las gracias necesarias a quienes se encuentran en condiciones de particular vulnerabilidad, como también a quienes trabajan en los centros de salud, o viven en los cuarteles y en las cárceles. Para muchos es una Pascua de soledad, vivida en medio de los numerosos lutos y dificultades que está provocando la pandemia, desde los sufrimientos físicos hasta los problemas económicos.

Esta enfermedad no sólo nos está privando de los afectos, sino también de la posibilidad de recurrir en persona al consuelo que brota de los sacramentos, especialmente de la Eucaristía y la Reconciliación. En muchos países no ha sido posible acercarse a ellos, pero el Señor no nos dejó solos. Permaneciendo unidos en la oración, estamos seguros de que Él nos cubre con su mano (cf. Sal 138,5), repitiéndonos con fuerza: No temas, «he resucitado y aún estoy contigo» (Antífona de ingreso de la Misa del día de Pascua, Misal Romano).

Que Jesús, nuestra Pascua, conceda fortaleza y esperanza a los médicos y a los enfermeros, que en todas partes ofrecen un testimonio de cuidado y amor al prójimo hasta la extenuación de sus fuerzas y, no pocas veces, hasta el sacrificio de su propia salud. A ellos, como también a quienes trabajan asiduamente para garantizar los servicios esenciales necesarios para la convivencia civil, a las fuerzas del orden y a los militares, que en muchos países han contribuido a mitigar las dificultades y sufrimientos de la población, se dirige nuestro recuerdo afectuoso y nuestra gratitud.

En estas semanas, la vida de millones de personas cambió repentinamente. Para muchos, permanecer en casa ha sido una ocasión para reflexionar, para detener el frenético ritmo de vida, para estar con los seres queridos y disfrutar de su compañía. Pero también es para muchos un tiempo de preocupación por el futuro que se presenta incierto, por el trabajo que corre el riesgo de perderse y por las demás consecuencias que la crisis actual trae consigo. Animo a quienes tienen responsabilidades políticas a trabajar activamente en favor del bien común de los ciudadanos, proporcionando los medios e instrumentos necesarios para permitir que todos puedan tener una vida digna y favorecer, cuando las circunstancias lo permitan, la reanudación de las habituales actividades cotidianas.

Este no es el tiempo de la indiferencia, porque el mundo entero está sufriendo y tiene que estar unido para afrontar la pandemia. Que Jesús resucitado conceda esperanza a todos los pobres, a quienes viven en las periferias, a los prófugos y a los que no tienen un hogar. Que estos hermanos y hermanas más débiles, que habitan en las ciudades y periferias de cada rincón del mundo, no se sientan solos. Procuremos que no les falten los bienes de primera necesidad, más difíciles de conseguir ahora cuando muchos negocios están cerrados, como tampoco los medicamentos y, sobre todo, la posibilidad de una adecuada asistencia sanitaria. Considerando las circunstancias, se relajen además las sanciones internacionales de los países afectados, que les impiden ofrecer a los propios ciudadanos una ayuda adecuada, y se afronten —por parte de todos los Países— las grandes necesidades del momento, reduciendo, o incluso condonando, la deuda que pesa en los presupuestos de aquellos más pobres.

Este no es el tiempo del egoísmo, porque el desafío que enfrentamos nos une a todos y no hace acepción de personas. Entre las numerosas zonas afectadas por el coronavirus, pienso especialmente en Europa. Después de la Segunda Guerra Mundial, este continente pudo resurgir gracias a un auténtico espíritu de solidaridad que le permitió superar las rivalidades del pasado. Es muy urgente, sobre todo en las circunstancias actuales, que esas rivalidades no recobren fuerza, sino que todos se reconozcan parte de una única familia y se sostengan mutuamente. Hoy, la Unión Europea se encuentra frente a un desafío histórico, del que dependerá no sólo su futuro, sino el del mundo entero. Que no pierda la ocasión para demostrar, una vez más, la solidaridad, incluso recurriendo a soluciones innovadoras. Es la única alternativa al egoísmo de los intereses particulares y a la tentación de volver al pasado, con el riesgo de poner a dura prueba la convivencia pacífica y el desarrollo de las próximas generaciones.

Este no es tiempo de la división. Que Cristo, nuestra paz, ilumine a quienes tienen responsabilidades en los conflictos, para que tengan la valentía de adherir al llamamiento por un alto el fuego global e inmediato en todos los rincones del mundo. No es este el momento para seguir fabricando y vendiendo armas, gastando elevadas sumas de dinero que podrían usarse para cuidar personas y salvar vidas. Que sea en cambio el tiempo para poner fin a la larga guerra que ha ensangrentado a la amada Siria, al conflicto en Yemen y a las tensiones en Irak, como también en el Líbano. Que este sea el tiempo en el que los israelíes y los palestinos reanuden el diálogo, y que encuentren una solución estable y duradera que les permita a ambos vivir en paz. Que acaben los sufrimientos de la población que vive en las regiones orientales de Ucrania. Que se terminen los ataques terroristas perpetrados contra tantas personas inocentes en varios países de África.

Este no es tiempo del olvido. Que la crisis que estamos afrontando no nos haga dejar de lado a tantas otras situaciones de emergencia que llevan consigo el sufrimiento de muchas personas. Que el Señor de la vida se muestre cercano a las poblaciones de Asia y África que están atravesando graves crisis humanitarias, como en la Región de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. Que reconforte el corazón de tantas personas refugiadas y desplazadas a causa de guerras, sequías y carestías. Que proteja a los numerosos migrantes y refugiados —muchos de ellos son niños—, que viven en condiciones insoportables, especialmente en Libia y en la frontera entre Grecia y Turquía. Y no quiero olvidar de la isla de Lesbos. Que permita alcanzar soluciones prácticas e inmediatas en Venezuela, orientadas a facilitar la ayuda internacional a la población que sufre a causa de la grave coyuntura política, socioeconómica y sanitaria.

Queridos hermanos y hermanas:

Las palabras que realmente queremos escuchar en este tiempo no son indiferencia, egoísmo, división y olvido. ¡Queremos suprimirlas para siempre! Esas palabras pareciera que prevalecen cuando en nosotros triunfa el miedo y la muerte; es decir, cuando no dejamos que sea el Señor Jesús quien triunfe en nuestro corazón y en nuestra vida. Que Él, que ya venció la muerte abriéndonos el camino de la salvación eterna, disipe las tinieblas de nuestra pobre humanidad y nos introduzca en su día glorioso que no conoce ocaso.

Con estas reflexiones, os deseo a todos una feliz Pascua.”

Mensaje de Pascua del Papa Francisco

Carta del Cardenal Arzobispo de Barcelona Omella

Carta dominical | «Semana de dolor»

La pandemia del coronavirus que estamos padeciendo nos está marcando profundamente y obligando a vivir una experiencia muy dura: llorar a nuestros familiares y amigos difuntos desde la distancia sin podernos despedir de ellos como merecen, sin poder vivir el duelo con abrazos reconfortantes.

¿Cómo Dios puede permitir todo esto? Es la pregunta que puede surgir en nuestro interior. En una conversación con el periodista Jordi Évole, el papa Francisco respondió a semejante pregunta con un significativo silencio y una invitación a no decir muchas palabras, ya que para encontrar sentido al misterio del mal y del dolor no hay mejor manera que contemplar la vida de Jesucristo y, particularmente, sus últimos días.

Contemplar los últimos días de la vida de Jesucristo es lo que la Iglesia nos invita a hacer durante la Semana Santa que iniciamos este Domingo de Ramos. Esta va a ser diferente a todas las que hemos vivido hasta ahora. Nos vamos a hermanar con las Semanas Santas vividas durante años en muchos otros países del mundo que viven la guerra, el hambre, las epidemias…

Mirar a Jesús en sus últimos días de vida nos va a acercar al sufrimiento y a la experiencia de los que padecen la enfermedad y la muerte en soledad, alejados de sus hogares y de sus familias. Dios, en Jesús, ha experimentado ese dolor que hoy padecen algunos de nuestros hermanos y hermanas. Dios también llora con nosotros ante la muerte cruel y aislada.

Me consuela mucho mirar el Cristo de la capilla del castillo de Javier en Navarra que, mientras el gran misionero san Francisco Javier moría en soledad en una pequeña isla sin poder entrar en China, mostró un extraño sudor que fue, para su familia, el signo de que Francisco Javier entraba de la mano del Señor en la Jerusalén celeste.

Las madres y los padres, como Santa María, sufren viendo padecer y morir a sus hijos. Lamentan enormemente no poder abrazarlos, acariciarlos, hablar y despedirse de ellos.

Dios no está tan lejos de nosotros como podría parecer. Dios Padre, su Hijo Jesucristo, su familia formada por María y el apóstol Juan, sufren con inmenso dolor y desgarro una separación radical, injusta, inhumana. Dios ha vivido el dolor, nos comprende, nos acompaña en el sufrimiento y llora con nosotros.

Entramos en el dolor de la Semana Santa, quizá en un contexto más cercano que nunca al que vivieron Jesús, sus familiares y amigos. Ojalá mirando al Señor colgado en la Cruz recibamos la gracia de experimentar su amor y cercanía en los momentos de dolor y angustia que estamos viviendo a causa de esta pandemia.

Afortunadamente, a diferencia de Jesús, nuestros hermanos enfermos y agonizantes tienen la cercanía y el cariño del personal sanitario que, con un amor inmenso, los acompañan en los momentos de dolor y pasión. Nuevamente doy las gracias y oro por tantos «cireneos», tantas «Marías» y «Juanes» que acompañan a nuestros hermanos en el momento de la cruz.

La Semana Santa no acaba con la Cruz del Viernes Santo. Aguardamos con gran esperanza el Domingo de la Resurrección. La muerte y el sufrimiento injustos no tienen la última palabra. Una vida vivida desde el amor no puede morir. Gracias, Dios Misericordioso, por hacernos este regalo.

Queridos hermanos y hermanas, dejemos que en la debilidad de nuestras lágrimas y en la vulnerabilidad de nuestras vidas, se manifieste la fortaleza de Cristo en nosotros.

† Card. Juan José Omella

Carta dominical en texto y audio

 

Nos vamos a Polonia 7 días ¡ya te puedes inscribir!

Amigos y amigas de Montalegre, en el año del Centenario del Nacimiento de San Juan Pablo II, iremos de Peregrinación a Polonia, país donde nació Karol Wojtyla, del 28 de agosto al 3 de septiembre de 2020, un total de 7 días.

El primer día del viaje volaremos hacia Cracovia haciendo escala en Varsovia, así que la primera noche en Polonia la haremos en Cracovia y será el lugar central donde pasaremos tres días.

En Cracovia visitaremos los lugares más emblemáticos, entre otros: la Colina Wawel, el Castillo Real (Zamlek), la Catedral de Wenceslao y del Obispo San Estanislao, considerado el centro espiritual de Polonia; también la Ciudad Vieja de Cracovia, la plaza del Mercado, la Iglesia de Santa María; el espectáculo del Trompetista de Cracovia; el Santuario de la Divina Misericordia.

Saliendo de Cracovia, nos dirigiremos a Oswiecim, ciudad donde se encuentra el campo de concentración y exterminio nazi Auschwitz. Después visitaremos Las Minas de Sal de Wielizcka y la Capilla de San Antonio y el Altar Mayor de la Bienaventurada Kinga. Al día siguiente iremos a Wadowice donde visitaremos la Iglesia de la Santísima Virgen y la Casa Museo del Santo Padre. Por la tarde emprenderemos viaje a Czestochowa. Allí visitaremos el Santuario de Jasna Gora. Después de almorzar, nos trasladaremos a Varsovia donde haremos noche.

Al sexto día de peregrinación, visitaremos Varsovia, el centro monumental y la ruta real. Haremos un paseo por el casco histórico de la ciudad, Stare Miasto, el Castillo Real de Varsovia, la columna de Segismundo, la Catedral de San Juan Bautista y la Plaza del Mercado Viejo. Por la tarde haremos la ruta real en nuestro autocar, uno de los trayectos más prestigiosos de la ciudad; también, el Parque Lazienki con el monumento del compositor Frederyk Chopin y el Palacio sobre el Agua.

El día 3 de septiembre de 2020, que será el séptimo día, volaremos de Varsovia en Barcelona y habrá terminado la peregrinación.

Notas importantes

Los traslados por el interior de Polonia se harán en un autocar privado para el grupo y dispondremos todos los días de una guía polaca de habla castellana. A excepción de los días 1 y 7 de viaje, los otros 5 días, el sacerdote que irá con nosotros celebrará la eucaristía en un lugar diferente cada día.

Ya te puedes inscribir en RUTH TRAVEL 934673244.

Se adjunta el programa de la peregrinación con todo tipo de detalles.

ESGLESIA DE MONTALEGRE. PELEGRINATGE POLONIA – 28 AGOST – 03 SETEMBRE 2020

Comunicación Montalegre

EL HERMOSO SIGNO DEL PESEBRE

Carta apostólica Admirabile signum del Santo Padre Francisco sobre el significado y el valor del Belén, 01.12.2019

 

CARTA APOSTÓLICA EL HERMOSO SIGNO DEL PESEBRE DEL SANTO PADRE FRANCISCO SOBRE EL SIGNIFICADO Y EL VALOR DEL BELÉN

1. El hermoso signo del pesebre, tan estimado por el pueblo cristiano, causa siempre asombro y admiración. La representación del acontecimiento del nacimiento de Jesús equivale a anunciar el misterio de la encarnación del Hijo de Dios con sencillez y alegría. El belén, en efecto, es como un Evangelio vivo, que surge de las páginas de la Sagrada Escritura. La contemplación de la escena de la Navidad, nos invita a ponernos espiritualmente en camino, atraídos por la humildad de Aquel que se ha hecho hombre para encontrar a cada hombre. Y descubrimos que Él nos ama hasta el punto de unirse a nosotros, para que también nosotros podamos unirnos a Él.

Con esta Carta quisiera alentar la hermosa tradición de nuestras familias que en los días previos a la Navidad preparan el belén, como también la costumbre de ponerlo en los lugares de trabajo, en las escuelas, en los hospitales, en las cárceles, en las plazas… Es realmente un ejercicio de fantasía creativa, que utiliza los materiales más dispares para crear pequeñas obras maestras llenas de belleza. Se aprende desde niños: cuando papá y mamá, junto a los abuelos, transmiten esta alegre tradición, que contiene en sí una rica espiritualidad popular. Espero que esta práctica nunca se debilite; es más, confío en que, allí donde hubiera caído en desuso, sea descubierta de nuevo y revitalizada.

2. El origen del pesebre encuentra confirmación ante todo en algunos detalles evangélicos del nacimiento de Jesús en Belén. El evangelista Lucas dice sencillamente que María «dio a luz a su hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo recostó en un pesebre, porque no había sitio para ellos en la posada» (2,7). Jesús fue colocado en un pesebre; palabra que procede del latín: praesepium.

El Hijo de Dios, viniendo a este mundo, encuentra sitio donde los animales van a comer. El heno se convierte en el primer lecho para Aquel que se revelará como «el pan bajado del cielo» (Jn 6,41). Un simbolismo que ya san Agustín, junto con otros Padres, había captado cuando escribía: «Puesto en el pesebre, se convirtió en alimento para nosotros» (Serm. 189,4). En realidad, el belén contiene diversos misterios de la vida de Jesús y nos los hace sentir cercanos a nuestra vida cotidiana.

Pero volvamos de nuevo al origen del belén tal como nosotros lo entendemos. Nos trasladamos con la mente a Greccio, en el valle Reatino; allí san Francisco se detuvo viniendo probablemente de Roma, donde el 29 de noviembre de 1223 había recibido del Papa Honorio III la confirmación de su Regla. Después de su viaje a Tierra Santa, aquellas grutas le recordaban de manera especial el paisaje de Belén. Y es posible que el Poverello quedase impresionado en Roma, por los mosaicos de la Basílica de Santa María la Mayor que representan el nacimiento de Jesús, justo al lado del lugar donde se conservaban, según una antigua tradición, las tablas del pesebre.

Las Fuentes Franciscanas narran en detalle lo que sucedió en Greccio. Quince días antes de la Navidad, Francisco llamó a un hombre del lugar, de nombre Juan, y le pidió que lo ayudara a cumplir un deseo: «Deseo celebrar la memoria del Niño que nació en Belén y quiero contemplar de alguna manera con mis ojos lo que sufrió en su invalidez de niño, cómo fue reclinado en el pesebre y cómo fue colocado sobre heno entre el buey y el asno»[1]. Tan pronto como lo escuchó, ese hombre bueno y fiel fue rápidamente y preparó en el lugar señalado lo que el santo le había indicado. El 25 de diciembre, llegaron a Greccio muchos frailes de distintos lugares, como también hombres y mujeres de las granjas de la comarca, trayendo flores y antorchas para iluminar aquella noche santa. Cuando llegó Francisco, encontró el pesebre con el heno, el buey y el asno. Las personas que llegaron mostraron frente a la escena de la Navidad una alegría indescriptible, como nunca antes habían experimentado. Después el sacerdote, ante el Nacimiento, celebró solemnemente la Eucaristía, mostrando el vínculo entre la encarnación del Hijo de Dios y la Eucaristía. En aquella ocasión, en Greccio, no había figuras: el belén fue realizado y vivido por todos los presentes[2].

Así nace nuestra tradición: todos alrededor de la gruta y llenos de alegría, sin distancia alguna entre el acontecimiento que se cumple y cuantos participan en el misterio.

El primer biógrafo de san Francisco, Tomás de Celano, recuerda que esa noche, se añadió a la escena simple y conmovedora el don de una visión maravillosa: uno de los presentes vio acostado en el pesebre al mismo Niño Jesús. De aquel belén de la Navidad de 1223, «todos regresaron a sus casas colmados de alegría»[3].

3. San Francisco realizó una gran obra de evangelización con la simplicidad de aquel signo. Su enseñanza ha penetrado en los corazones de los cristianos y permanece hasta nuestros días como un modo genuino de representar con sencillez la belleza de nuestra fe. Por otro lado, el mismo lugar donde se realizó el primer belén expresa y evoca estos sentimientos. Greccio se ha convertido en un refugio para el alma que se esconde en la roca para dejarse envolver en el silencio.

¿Por qué el belén suscita tanto asombro y nos conmueve? En primer lugar, porque manifiesta la ternura de Dios. Él, el Creador del universo, se abaja a nuestra pequeñez. El don de la vida, siempre misterioso para nosotros, nos cautiva aún más viendo que Aquel que nació de María es la fuente y protección de cada vida. En Jesús, el Padre nos ha dado un hermano que viene a buscarnos cuando estamos desorientados y perdemos el rumbo; un amigo fiel que siempre está cerca de nosotros; nos ha dado a su Hijo que nos perdona y nos levanta del pecado.

La preparación del pesebre en nuestras casas nos ayuda a revivir la historia que ocurrió en Belén. Naturalmente, los evangelios son siempre la fuente que permite conocer y meditar aquel acontecimiento; sin embargo, su representación en el belén nos ayuda a imaginar las escenas, estimula los afectos, invita a sentirnos implicados en la historia de la salvación, contemporáneos del acontecimiento que se hace vivo y actual en los más diversos contextos históricos y culturales.

De modo particular, el pesebre es desde su origen franciscano una invitación a “sentir”, a “tocar” la pobreza que el Hijo de Dios eligió para sí mismo en su encarnación. Y así, es implícitamente una llamada a seguirlo en el camino de la humildad, de la pobreza, del despojo, que desde la gruta de Belén conduce hasta la Cruz. Es una llamada a encontrarlo y servirlo con misericordia en los hermanos y hermanas más necesitados (cf. Mt 25,31-46).

4. Me gustaría ahora repasar los diversos signos del belén para comprender el significado que llevan consigo. En primer lugar, representamos el contexto del cielo estrellado en la oscuridad y el silencio de la noche. Lo hacemos así, no sólo por fidelidad a los relatos evangélicos, sino también por el significado que tiene. Pensemos en cuántas veces la noche envuelve nuestras vidas. Pues bien, incluso en esos instantes, Dios no nos deja solos, sino que se hace presente para responder a las preguntas decisivas sobre el sentido de nuestra existencia: ¿Quién soy yo? ¿De dónde vengo? ¿Por qué nací en este momento? ¿Por qué amo? ¿Por qué sufro? ¿Por qué moriré? Para responder a estas preguntas, Dios se hizo hombre. Su cercanía trae luz donde hay oscuridad e ilumina a cuantos atraviesan las tinieblas del sufrimiento (cf. Lc 1,79).

Merecen también alguna mención los paisajes que forman parte del belén y que a menudo representan las ruinas de casas y palacios antiguos, que en algunos casos sustituyen a la gruta de Belén y se convierten en la estancia de la Sagrada Familia. Estas ruinas parecen estar inspiradas en la Leyenda Áurea del dominico Jacopo da Varazze (siglo XIII), donde se narra una creencia pagana según la cual el templo de la Paz en Roma se derrumbaría cuando una Virgen diera a luz. Esas ruinas son sobre todo el signo visible de la humanidad caída, de todo lo que está en ruinas, que está corrompido y deprimido. Este escenario dice que Jesús es la novedad en medio de un mundo viejo, y que ha venido a sanar y reconstruir, a devolverle a nuestra vida y al mundo su esplendor original.

5. ¡Cuánta emoción debería acompañarnos mientras colocamos en el belén las montañas, los riachuelos, las ovejas y los pastores! De esta manera recordamos, como lo habían anunciado los profetas, que toda la creación participa en la fiesta de la venida del Mesías. Los ángeles y la estrella son la señal de que también nosotros estamos llamados a ponernos en camino para llegar a la gruta y adorar al Señor.

«Vayamos, pues, a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha comunicado» (Lc 2,15), así dicen los pastores después del anuncio hecho por los ángeles. Es una enseñanza muy hermosa que se muestra en la sencillez de la descripción. A diferencia de tanta gente que pretende hacer otras mil cosas, los pastores se convierten en los primeros testigos de lo esencial, es decir, de la salvación que se les ofrece. Son los más humildes y los más pobres quienes saben acoger el acontecimiento de la encarnación. A Dios que viene a nuestro encuentro en el Niño Jesús, los pastores responden poniéndose en camino hacia Él, para un encuentro de amor y de agradable asombro. Este encuentro entre Dios y sus hijos, gracias a Jesús, es el que da vida precisamente a nuestra religión y constituye su singular belleza, y resplandece de una manera particular en el pesebre.

6. Tenemos la costumbre de poner en nuestros belenes muchas figuras simbólicas, sobre todo, las de mendigos y de gente que no conocen otra abundancia que la del corazón. Ellos también están cerca del Niño Jesús por derecho propio, sin que nadie pueda echarlos o alejarlos de una cuna tan improvisada que los pobres a su alrededor no desentonan en absoluto. De hecho, los pobres son los privilegiados de este misterio y, a menudo, aquellos que son más capaces de reconocer la presencia de Dios en medio de nosotros.

Los pobres y los sencillos en el Nacimiento recuerdan que Dios se hace hombre para aquellos que más sienten la necesidad de su amor y piden su cercanía. Jesús, «manso y humilde de corazón» (Mt 11,29), nació pobre, llevó una vida sencilla para enseñarnos a comprender lo esencial y a vivir de ello. Desde el belén emerge claramente el mensaje de que no podemos dejarnos engañar por la riqueza y por tantas propuestas efímeras de felicidad. El palacio de Herodes está al fondo, cerrado, sordo al anuncio de alegría. Al nacer en el pesebre, Dios mismo inicia la única revolución verdadera que da esperanza y dignidad a los desheredados, a los marginados: la revolución del amor, la revolución de la ternura. Desde el belén, Jesús proclama, con manso poder, la llamada a compartir con los últimos el camino hacia un mundo más humano y fraterno, donde nadie sea excluido ni marginado.

Con frecuencia a los niños —¡pero también a los adultos!— les encanta añadir otras figuras al belén que parecen no tener relación alguna con los relatos evangélicos. Y, sin embargo, esta imaginación pretende expresar que en este nuevo mundo inaugurado por Jesús hay espacio para todo lo que es humano y para toda criatura. Del pastor al herrero, del panadero a los músicos, de las mujeres que llevan jarras de agua a los niños que juegan…, todo esto representa la santidad cotidiana, la alegría de hacer de manera extraordinaria las cosas de todos los días, cuando Jesús comparte con nosotros su vida divina.

7. Poco a poco, el belén nos lleva a la gruta, donde encontramos las figuras de María y de José. María es una madre que contempla a su hijo y lo muestra a cuantos vienen a visitarlo. Su imagen hace pensar en el gran misterio que ha envuelto a esta joven cuando Dios ha llamado a la puerta de su corazón inmaculado. Ante el anuncio del ángel, que le pedía que fuera la madre de Dios, María respondió con obediencia plena y total. Sus palabras: «He aquí la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra» (Lc 1,38), son para todos nosotros el testimonio del abandono en la fe a la voluntad de Dios. Con aquel “sí”, María se convertía en la madre del Hijo de Dios sin perder su virginidad, antes bien consagrándola gracias a Él. Vemos en ella a la Madre de Dios que no tiene a su Hijo sólo para sí misma, sino que pide a todos que obedezcan a su palabra y la pongan en práctica (cf. Jn 2,5).

Junto a María, en una actitud de protección del Niño y de su madre, está san José. Por lo general, se representa con el bastón en la mano y, a veces, también sosteniendo una lámpara. San José juega un papel muy importante en la vida de Jesús y de María. Él es el custodio que nunca se cansa de proteger a su familia. Cuando Dios le advirtió de la amenaza de Herodes, no dudó en ponerse en camino y emigrar a Egipto (cf. Mt 2,13-15). Y una vez pasado el peligro, trajo a la familia de vuelta a Nazaret, donde fue el primer educador de Jesús niño y adolescente. José llevaba en su corazón el gran misterio que envolvía a Jesús y a María su esposa, y como hombre justo confió siempre en la voluntad de Dios y la puso en práctica.

8. El corazón del pesebre comienza a palpitar cuando, en Navidad, colocamos la imagen del Niño Jesús. Dios se presenta así, en un niño, para ser recibido en nuestros brazos. En la debilidad y en la fragilidad esconde su poder que todo lo crea y transforma. Parece imposible, pero es así: en Jesús, Dios ha sido un niño y en esta condición ha querido revelar la grandeza de su amor, que se manifiesta en la sonrisa y en el tender sus manos hacia todos.

El nacimiento de un niño suscita alegría y asombro, porque nos pone ante el gran misterio de la vida. Viendo brillar los ojos de los jóvenes esposos ante su hijo recién nacido, entendemos los sentimientos de María y José que, mirando al niño Jesús, percibían la presencia de Dios en sus vidas.

«La Vida se hizo visible» (1Jn 1,2); así el apóstol Juan resume el misterio de la encarnación. El belén nos hace ver, nos hace tocar este acontecimiento único y extraordinario que ha cambiado el curso de la historia, y a partir del cual también se ordena la numeración de los años, antes y después del nacimiento de Cristo.

El modo de actuar de Dios casi aturde, porque parece imposible que Él renuncie a su gloria para hacerse hombre como nosotros. Qué sorpresa ver a Dios que asume nuestros propios comportamientos: duerme, toma la leche de su madre, llora y juega como todos los niños. Como siempre, Dios desconcierta, es impredecible, continuamente va más allá de nuestros esquemas. Así, pues, el pesebre, mientras nos muestra a Dios tal y como ha venido al mundo, nos invita a pensar en nuestra vida injertada en la de Dios; nos invita a ser discípulos suyos si queremos alcanzar el sentido último de la vida.

9. Cuando se acerca la fiesta de la Epifanía, se colocan en el Nacimiento las tres figuras de los Reyes Magos. Observando la estrella, aquellos sabios y ricos señores de Oriente se habían puesto en camino hacia Belén para conocer a Jesús y ofrecerle dones: oro, incienso y mirra. También estos regalos tienen un significado alegórico: el oro honra la realeza de Jesús; el incienso su divinidad; la mirra su santa humanidad que conocerá la muerte y la sepultura.

Contemplando esta escena en el belén, estamos llamados a reflexionar sobre la responsabilidad que cada cristiano tiene de ser evangelizador. Cada uno de nosotros se hace portador de la Buena Noticia con los que encuentra, testimoniando con acciones concretas de misericordia la alegría de haber encontrado a Jesús y su amor.

Los Magos enseñan que se puede comenzar desde muy lejos para llegar a Cristo. Son hombres ricos, sabios extranjeros, sedientos de lo infinito, que parten para un largo y peligroso viaje que los lleva hasta Belén (cf. Mt 2,1-12). Una gran alegría los invade ante el Niño Rey. No se dejan escandalizar por la pobreza del ambiente; no dudan en ponerse de rodillas y adorarlo. Ante Él comprenden que Dios, igual que regula con soberana sabiduría el curso de las estrellas, guía el curso de la historia, abajando a los poderosos y exaltando a los humildes. Y ciertamente, llegados a su país, habrán contado este encuentro sorprendente con el Mesías, inaugurando el viaje del Evangelio entre las gentes.

10. Ante el belén, la mente va espontáneamente a cuando uno era niño y se esperaba con impaciencia el tiempo para empezar a construirlo. Estos recuerdos nos llevan a tomar nuevamente conciencia del gran don que se nos ha dado al transmitirnos la fe; y al mismo tiempo nos hacen sentir el deber y la alegría de transmitir a los hijos y a los nietos la misma experiencia. No es importante cómo se prepara el pesebre, puede ser siempre igual o modificarse cada año; lo que cuenta es que este hable a nuestra vida. En cualquier lugar y de cualquier manera, el belén habla del amor de Dios, el Dios que se ha hecho niño para decirnos lo cerca que está de todo ser humano, cualquiera que sea su condición.

Queridos hermanos y hermanas: El belén forma parte del dulce y exigente proceso de transmisión de la fe. Comenzando desde la infancia y luego en cada etapa de la vida, nos educa a contemplar a Jesús, a sentir el amor de Dios por nosotros, a sentir y creer que Dios está con nosotros y que nosotros estamos con Él, todos hijos y hermanos gracias a aquel Niño Hijo de Dios y de la Virgen María. Y a sentir que en esto está la felicidad. Que en la escuela de san Francisco abramos el corazón a esta gracia sencilla, dejemos que del asombro nazca una oración humilde: nuestro “gracias” a Dios, que ha querido compartir todo con nosotros para no dejarnos nunca solos.

 

FRANCISCO

Dado en Greccio, en el Santuario del Pesebre, 1 de diciembre de 2019.

 

[1] Tomás de Celano, Vida Primera, 84: Fuentes franciscanas (FF), n. 468.

[2] Cf. ibíd., 85: FF, n. 469.

[3] Ibíd., 86: FF, n. 470.

Carta Apostólica del Papa Francisco sobre el Pesebre

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