Gracias a Dios, este año hemos podido asistir a las celebraciones del Tridu Pascual de forma presencial en nuestros templos habituales. Todas ellas se han celebrado con gozo, profundidad y emoción. También se han cumplido las medidas y normas sanitarias. En algunos casos, como en la Iglesia de Santa María de Montalegre se han duplicado la celebración de las misas y oficios del Jueves Santo y del Viernes Santo para contribuir al máximo de participación de fieles.

Estas dos fechas no constan como días de precepto en el calendario litúrgico, pero la piedad popular, es decir la de los fieles cristianos, muestra ese querer vivir junto a Jesucristo la Última Cena, su Pasión y muerte, y la Vigilia a su Resurrección.

La Misa Vespertina de la Cena del Señor

En efecto, en Montalegre se celebró la Cena del Señor en el Jueves Santo a las 17h y a las 18.30h, distribuyéndose los asistentes incluso hasta las gradas del templo. Fueron concelebradas por los sacerdotes habituales de la iglesia. Acompañaron a las celebraciones diversos ministros laicos que dirigieron los cantos, leyeron las lecturas propias y los monaguillos. En todo momento, se siguieron las indicaciones del maestro de ceremonias, que este año ha correspondido a Mn. Bombardó.

La primera homilía del Jueves Santo la platicó Mn. Argelich, rector de Montalegre. Hizo hincapié en el misterio de la Eucaristía, y recordó la institución también del Sacramento del Orden Sacerdotal, día en el que los sacerdotes renuevan los compromisos con su ministerio.

El rector con mucha fuerza nos dijo, entre otras cosas, lo siguiente:

El Señor se quedó con nosotros en la Eucaristía para ser comido. Él nos colocó en el momento preciso de la Redención. Anticipa su muerte alrededor de la mesa, nosotros alrededor del altar para que a todos nos llegue su entrega. El sacramento de la Eucaristía es el sacramento del amor. Queremos empaparnos hasta el fin del amor del Señor. Él viene a servir y a amarnos con total voluntariedad. Hemos de saber amar a la Eucaristía para saber entregarnos a los demás. Su presencia no es un privilegio para unos pocos, es para todos. No es un signo, ni una imagen, ni una foto, ni un recuerdo: Contiene verdaderamente a Cristo, conversión admirable: la transubstanciación en el cuerpo y la sangre de Cristo. El poder de consagrar lo tiene tanto un sacerdote como el Papa, nadie más. Por lo que hace a los fieles, la mayor prueba inefable de amor es poder comulgar con frecuencia con la mayor sensibilidad y sin el acostumbramiento a hacerlo.

No se hizo la procesión habitual para el traslado del Santísimo Sacramento hasta el Monumento pues a continuación se iba a celebrar nuevamente la Cena del Señor.

Celebración de la Pasión del Señor

En el oficio del Viernes Santo la liturgia no establece la liturgia eucarística. El Señor ha muerto en la Santísima Cruz. El altar está vacío. El crucifijo sobre el altar está cubierto con un tejido morado. Mn. Bombardó tanto al inicio de la celebración como en toda su amplitud fue explicando cada una de las partes, así como las novedades debido a las medidas sanitarias.

La primera Pasión se celebró a las 13h, después de haber rezado y cantado con mucha intensidad el Via Crucis. La segunda fue a las 17h que contó con la presencia del Vicario del Opus Dei en Cataluña, y con Mn. Ferran Blasi, un incansable colaborador de Montalegre durante muchos años.

Se inició el acto con la postración de los celebrantes en el suelo del presbiterio, sin el beso al altar. Siguió la liturgia de la Palabra la cual fue extensa: Las lecturas del profeta Isaías y la carta a los Hebreos, así como toda la Pasión de nuestro Señor Jesucristo según san Juan. Siguió la homilía de Mn. Mallol, el cual nos interpeló a cuenta de nuestra fe y de nuestra participación real en la pasión de nuestro Señor, entre otras cosas dijo:

¿Es suficiente la fe que tenemos? ¿Es viva? ¿Entendemos que el protagonista de la Pasión somos cada uno de nosotros? No se trata de ser espectador, se trata de ser un actor que ve desde dentro la Pasión “Como un personaje más” como decía san Josemaría. Leer solo los hechos de la Pasión no basta, sino que hay que vivirla ¡Uno más!, es imprescindible. Jesús muere por todos y cada uno, a su vez, la mirada de Dios es personal, nos mira a cada uno. Hemos de procurar fomentar la lectura viva de la Pasión y de todo el Evangelio para despertar nuestra fe. Contemplar las escenas que se rezan en el Via Crucis, los encuentros con María, el Cireneo, con Verónica y las Santas mujeres. A veces hemos de descargarnos de nuestras cruces para poder llevar la Cruz del Señor. Este Tridu, cuyo contenido de celebraciones no se puede alterar y hay que hacerlo en este orden, nos ha de ayudar a morir al pecado, a los vicios y a la soberbia para resucitar, pues para resucitar, primero hay que morir lógicamente. Negarse a uno mismo depende de nosotros, resucitar depende de Dios.

En la oración universal, las plegarias pre estipuladas en el Misal Romano del día, junto con sus oraciones, no se olvidaban de nadie al alzar sus peticiones.

No hubo ofrendas ni consagración. Para esta celebración está indicada la Adoración de la Cruz. Antes de la pandemia, los fieles adorábamos la cruz con un beso o una reverencia. En esta ocasión, el rector alzó un crucifijo de madera, acompañado de los sacerdotes que celebraban con él la Pasión. Se dirigieron al fondo de la nave central y, entre cantos de adoración, todos los fieles miraron la cruz, con recogimiento del corazón y en silencio, hasta que los celebrantes la colocaron delante del altar.

La sagrada comunión

Mn. Mallol, acompañado del maestro de ceremonias, un laico y un monaguillo, se dirigió al Monumento donde estaba el Santísimo Sacramento desde el día anterior para que en el Viernes Santo pudiéramos comulgar.

Después de la segunda Pasión del Señor, se cerró el templo hasta el día siguiente el Sábado Santo a las 18.30h, en espera de la celebración de la Vigilia Pascual.

Isabel Hernández Esteban

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