A lo largo del año litúrgico brillan muy especialmente las fiestas de la vida del Señor y de la Santísima Virgen. También, como una corona que enmarca todo el año, encontramos las celebraciones de los santos. No hay día en que no se recuerde a algún santo. Son muchos los que están en el santoral, que vendría a ser como el “listado oficial” por decirlo de algún modo. Pero sabemos que hay muchos más. Hay muchos mártires en el Cielo, gozando ya de la eterna bienaventuranza; no sabemos sus nombres, pero tenemos la certeza de su santidad. Hay muchos otros hombres y mujeres, laicos, religiosos, miembros del clero…, tenemos la seguridad de que son una multitud, que han vivido su fe plenamente y que han alcanzado la santidad desempeñando sus deberes ordinarios, muchas veces muy sencillos, con mucho amor.
A quienes vivimos aún en la tierra y estamos llamados a la santidad, como solemnemente nos recuerda a todos el Concilio Vaticano II, a veces nos puede parecer una meta muy alta, quizá inalcanzable. Sentimos el peso de las miserias y de los pecados. Quizá, ante las derrotas que sufrimos en nuestras peleas por ser mejores, nos venga la tentación del desánimo, del “no voy a poder…”
Es entonces cuando hay que mirar a esos hermanos nuestros que ya han llegado.
La Iglesia nos propone la vida de los santos como modelo, que nos sirve de referencia, que nos marca un camino o un ejemplo a seguir… Por eso siempre ha ayudado la lectura de las biografías de los santos, al proponernos caminos de santidad tan diversos.
Al mismo tiempo los santos son también intercesores. Desde siempre la Iglesia ha confiado en la intercesión de los santos.
En el Evangelio descubrimos cómo la Santísima Virgen o los apóstoles se acercan a Jesús para interceder por otros. El ejemplo más precioso es la petición de María a Jesús en Caná de Galilea: ¡No tienen vino! Con que mirada y con que gesto María acompañaría aquella corta petición… Así se presenta delante de su Hijo con las peticiones que cada día sus hijos en el mundo le confiamos.
Vemos también a los Apóstoles repartir entre el pueblo aquellos panes y aquellos peces que el Señor había multiplicado. Así los santos se convierten en distribuidores de las gracias y dones que Jesús ha puesto en sus manos para nuestro provecho.
Mn Francesc Perarnau
Tal como habíamos anunciado, se celebró la misa de San Josemaría el 26 de junio a las 19 horas. En esta ocasión la presidió Mn. Brossa, concelebrada con el rector Mn. Perarnau y Mn. Blasi. La iglesia estaba llenísima, también se ocupó parcialmente la grada que hay debajo del rosetón llamado “Miserere”. Los cantos de la misa y los gozos del santo los cantó la Coral Canigó acompañada al órgano por el concertista de la Casa, Josep Masabeu, dirigiendo la ceremonia Mn. Juventeny; colaboraron en las lecturas fieles habituales de la iglesia.
En la homilía Mn. Brossa destacó el mensaje del evangelio que se acababa de proclamar, el de la pesca milagrosa, invitándonos a ser apóstoles como lo fue Pedro … La santidad significa hacerse amigo de Dios porque Dios abra sus obras en nosotros, como lo hizo Pedro, dándole su tiempo y su vida .. Y añadió: Celebramos hoy la festividad de San Josemaría, él hizo a Pedro, le prestó su barca … En el libro “Camino” dejó escrito: “Estas crisis mundiales son crisis de santos”, ahora con más motivo necesitan que haya muchos santos …. Sin separar la santidad del apostolado, hemos de ser santos en el ordinario, en el trabajo, en la familia. Por último y con motivo de la carta apostólica del Santo Padre Benedicto XVI Puerta Fidei, y con ocasión del año de la fe que se iniciará el 11 de octubre de 2012, nos dijo que leyéramos el Catecismo y que nos abriéramos a la fe para poder abrir la puerta de la fe a muchas personas que nos rodean.
Una vez terminada la Santa Misa todos los fieles pudimos venerar las reliquias del santo, momento en el que se cantaron los gozos y otras canciones marianas.
Isabel Hernández Esteban
EL MARTES DÍA 26 DE JUNIO,
A LAS
07:00 DE LA TARDE
SE CELEBRARÁ UNA MISA SOLEMNE CON MOTIVO DE LA FIESTA DE
SAN JOSEMARÍA ESCRIVÁ
Presidirá la celebración el Dr. Xavier Brossa
de la Delegación del Opus Dei en Cataluña
Cantará la Coral DEL COLEGIO CANIGÓ.
AL ACABAR SE VENERARÁ LA RELIQUIA DEL SANTO.
En la tarde del sábado 9 de junio, se celebró en la iglesia la Primera Comunión de 18 niños y niñas. Habían preparado la catequesis en el Centro Catequético de la Iglesia de Santa María de Montalegre. La misa fue concelebrada y presidida por el vicerrector de la iglesia. A lo largo de toda la ceremonia Mn. Mallol fue explicando a los niños y niñas el significado de cada parte de la santa misa y la importancia del acto que celebraban. Sin duda ha sido una santa catequesis para todos los asistentes.
Todo el grupo de niños y niñas se había concentrado en la Capilla de la Virgen de la Medalla Milagrosa; salieron presurosos y se situaron en el presbiterio. En la homilía Mn. Mallol les saludó con mucho cariño y les recordó que iban a recibir a Jesús: Cuando os dirigíais al altar todas las personas os miraban, tanto las que os conocen, vuestros padres, hermanos, familiares y amigos, como las que no os conocen. Pero también os miraba, con un rostro sonriente y alegre, aquel que no veis: los ojos y el rostro de Jesús, la mirada de Dios. Hoy Él es el protagonista porque esta celebración sin Jesús no sería posible. Jesús quiere recibirte. La catequesis de cada semana, los ensayos, todo ese esfuerzo, también el arreglaros tan elegantes, todo lo habéis hecho, pero lo más importante es estar delante del Señor, un día del que os acordareis toda la vida. Hacer la Primera Comunión es ser más amigo de Jesús, comenzasteis con el bautismo, ahora es comer a Jesús, y además lo haréis en el mejor día del año: el día del Corpus Christi.
A continuación, el celebrante nombró uno a uno los nombres de los niños y niñas que iban a recibir la Primera Comunión para hacer la Profesión de Fe. También los nombró para acercarse al reclinatorio. Las plegarias y las oraciones de acción de gracias las leyeron los protagonistas y sus catequistas, entre las que se destaca: “Queremos ser siempre tan felices como hoy y se lo pedimos a la Virgen María”. Mn. Mallol acabó la celebración felicitando a todos los niños y niñas, dio las gracias a Dios y a todos los asistentes.
Felicitaciones
Queremos nosotros también felicitar muy especialmente : a Marta, Laia, Ainoa, Chastine, Jaenezza y Mayte; a Laura-Dayana, Eva María, Pilar y Desiré; a Josep Maria, Alejandro, Guillem y Marc; y a Rubén, Levinski, Miguel Ángel y Pol.
Isabel Hernández Esteban
La Fe nos enseña que Jesús es la Segunda Persona de la Trinidad Santísima, el Hijo, que tomó la naturaleza humana. Por tanto es “Dios y hombre verdadero”, tal como rezamos en el Credo. En Jesús vemos como Dios mismo encarna y hace viva la idea que tiene el Creador del ser humano: Dios encarnando su idea de hombre.
Por eso es el modelo perfecto.
Podemos por tanto afirmar que Dios nos ama en Jesús con un corazón humano.
El corazón es el símbolo del amor. Decimos: se piensa con la cabeza, pero se ama con el corazón. De alguna manera imaginamos que la cabeza es el lugar del razonamiento puro, que es visto como algo frío y distante, mientras que en el corazón hierven los sentimientos, los afectos, las emociones, de las que el amor podríamos decir que es el exponente más elevado.
Entramos en el mes de Junio, tradicionalmente dedicado al Sagrado Corazón de Jesús. En este mes se celebra la Solemnidad y se nos invita a considerar la grandeza del amor con el que Dios nos ha amado en Jesucristo hasta el extremo de entregarse hasta la muerte en la Cruz. Esta entrega total que queda simbolizada plenamente en el momento en que el soldado le atravesó el corazón con la lanza, del que brotó sangre y agua (cfr. Juan 19, 34)
El Catecismo de la Iglesia lo sintetiza en estas palabras:
Jesús, durante su vida, su agonía y su pasión nos ha conocido y amado a todos y a cada uno de nosotros y se ha entregado por cada uno de nosotros: “El Hijo de Dios me amó y se entregó a sí mismo por mí” (Ga 2, 20). Nos ha amado a todos con un corazón humano. Por esta razón, el sagrado Corazón de Jesús, traspasado por nuestros pecados y para nuestra salvación (cf. Jn 19, 34), “es considerado como el principal indicador y símbolo…del amor con que el divino Redentor ama continuamente al eterno Padre y a todos los hombres” (Pio XII, Enc.”Haurietis aquas”: DS 3924; cf. DS 3812).(Catecismo de la Iglesia Católica 478)
Aunque ha existido siempre en la Iglesia, la Devoción al Sagrado Corazón crece en especialmente desde que en el siglo XVII en que el Señor se apareció a Santa Margarita de Alacoque. El 16 de junio de 1675 Nuestro Señor le mostró su Corazón a la Santa: Un Corazón rodeado de llamas de amor, coronado de espinas, con una herida abierta de la cual brotaba sangre y le dijo: “He aquí el Corazón que tanto ha amado a los hombres, y en cambio, de la mayor parte de los hombres no recibe nada más que ingratitud, irreverencia y desprecio, en este sacramento de amor.”
La devoción al Sagrado Corazón consistirá precisamente en amar y reparar por el Amor no correspondido: Reparación y desagravio, por las muchas ofensa que ha recibido y sigue recibiendo en el mundo, muy especialmente en la Eucaristía.
Mn. Francesc Perarnau
Los días 11, 12 y 13 de mayo una treintena de fieles y amigos de la Iglesia de Santa María de Montalegre estuvimos de peregrinación en dos lugares muy especiales para nosotros: en la Capilla de la Medalla Milagrosa de París y en la Basílica y en el Carmelo, en Lisieux, lugar donde vivió y murió Santa Teresita del Niño Jesús. A lo largo de los tres días no solo rezamos mucho, sino que visitamos muchos lugares y nos lo pasamos muy bien. Gracias a Dios, nos acompañaron muchos ángeles del Señor que nos protegieron de todo percance. Iniciamos nuestro viaje en avión muy temprano para llegar muy pronto a París, y poder visitar la Capilla, rezar con calma, y ¡cómo no! adquirir objetos religiosos para obsequiar a la familia y amigos.
En la Capilla de la Medalla Milagrosa
El sacerdote que nos acompañó, Mn. Francesc Perarnau, celebró la misa en la misma Capilla de la Medalla Milagrosa, presidida por la Virgen, teniendo en el lado izquierdo del presbiterio a los restos mortales de la santa Catalina Lebouré. Es curioso contemplar como, año tras año, la butaca dónde se sentó la Virgen en una de sus apariciones sigue allí, en aquel lugar santo, y del que se explica que cuando las hermanas paules se trasladaron del lugar donde vivían hasta la Rue du Bac 140 de París, en la confusión del traslado, no se sabía después cual de las butacas era la buena. La Virgen resolvió la duda: llevaron a aquel lugar una niña enferma y desahuciada y la fueron sentando de butaca en butaca, al sentarla en la butaca que definitivamente se conserva, la niña curó milagrosamente y al momento.
Así que en aquel entorno lleno de fe y belleza, los peregrinos se arrodillan lo más cerca del altar, en actitud de piedad e incluso de total prosternación. Esta actitud de humildad sobrecoge y te invita a orar con más intensidad. Poco antes de iniciar la santa misa, una hermana de la congregación, con extrema delicadez, pide a cada peregrino, no solo de París, sino de todas partes del mundo, sin distinción de sexo, condición o color que se retire, y así todo el día desde que se abre la Capilla hasta su cierre. Mn. Francesc Perarnau nos explicó la maravilla del encargo que le hizo la Virgen Santísima a la santa, y describió la mayoría de los datos que conforman el contenido de la medalla, que ha de escamparse por todo el mundo, destacando que la medalla no es un amuleto pero nos sirve para acordarnos de María, nuestra Madre del cielo, en cualquier momento. Es una medalla que con el tiempo se hizo muy popular y que con su uso devoto obtuvo tantos favores y bendiciones de Dios que la gente la acabó llamando la “Medalla Milagrosa”. Se trata de una medalla ovalada que tiene en el anverso una imagen de la Inmaculada con unos rayos de luz que salen de sus manos. Ella está aplastando la cabeza de una serpiente, que rastrea por encima de la bola del mundo. Alrededor de ella, se leen estas palabras: “Oh! María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos”. En el reverso de la medalla, hay una gran “M”, anagrama de María, coronada por una Cruz, debajo se ven los dos corazones de Jesús y de María.
De turismo por París
Habíamos cumplido una parte importante de la peregrinación: rezar y estar con la Virgen Santísima en el mismo lugar donde se apareció, en París. Todos los desplazamientos desde que aterrizamos en París se iban a efectuar en autocar. Fuimos a almorzar a un restaurante. Seguidamente empezaría la parte cultural y turística de la jornada. Nos dirigimos a la colina de Montmatre, allí paseamos por las callejuelas donde vivieron y trabajaron en sus talleres los pintores impresionistas de final del siglo XIX y principios del siglo XX; algunos de ellos, como se sabe, vivieron o murieron con pocos recursos, sin embargo en la actualidad sus cuadros son millonarios y aquella colina tiene un precio por metro cuadrado de los más caros de París. Sea como fuere, aquel barrio parisino tiene un encanto cultural e histórico muy interesante. En lo alto de la colina, la cual fuimos ascendiendo paso a paso y sin prisa, se encuentra la Basílica del Sacre Coeur. En el rato de nuestra visita al templo, estaba expuesto el Santísimo Sacramento, en un custodia muy grande en lo más alto del presbiterio, soportada por dos ángeles. Aquella visita cultural se convirtió en un rato de oración muy cerca del cielo.
Seguimos nuestro plan. La siguiente actividad (a parte de recorrer París en el autocar sin parar de decir oh! Ah!!) fue un largo paseo por el Sena, en uno de los grandes Bateau Mouche. Duró más de una hora, disfrutamos mucho, lo fotografiamos todo, y nos emocionamos contemplando París a nuestros pies. De vuelta al hotel, rezamos un rosario en agradecimiento a la Virgen Santísima por la jornada tan estupenda que habíamos pasado.
De camino de Lisieux y a la Basílica
El sábado 12 de mayo, nos levantamos pronto (como ya viene siendo habitual en todas las peregrinaciones) pues nuestro destino estaba a 216 Km. de distancia. Después de salir de París, nos dirigimos hacia el Atlántico, aunque no llegaríamos a verlo. El chofer François Castro, el cual nos proporcionó un agradable viaje gracias a su buen hacer de buen conductor, nos llevó por la autopista A28 y después por una carretera hasta Lisieux. El paisaje que contemplamos pronto nos iba a sucumbir: los inmensos campos y campos verdes y amarillos, combinados casi caprichosamente, se perdían en el horizonte. El cultivo de la colza, así como las vacas, veteadas de marrón y blanco, nos ofrecían la belleza de la naturaleza propia de aquella región, la Baja Normandía.
Al llegar a Lisieux fuimos directamente a la Basílica de Santa Teresita, en la espera a la celebración de la misa se pudo visitar la exposición y rezar en la cálida capilla del Santísimo. En la homilía Mn. Francesc Perarnau destacó los nombres de grandes santos que hemos conocido por su labores misioneras y por su espiritualidad: “y hay muchísimos más, a pesar de todo solo han sido nombrados doctores unos treinta tres, y uno de ellos Santa Teresita de Lisieux, la cual apenas había salido de allí, pues solo fue a Roma a pedirle expresamente al santo padre que la permitiera entrar en el Carmelo antes de cumplir la edad permitida, y no lo consiguió. Sin embargo, y habiendo muerto muy joven, es doctora de la Iglesia. Tampoco escribió grandes obras, básicamente escribió dos narraciones que conocemos con el nombre de Historia de un Alma, al final de la cual explica aquel periodo de su vida de oscuridad total de Dios. Pero sin embargo en las biografías que de ella se escriben, se describe una vida interior extraordinaria; el mensaje que transmitió y su espiritualidad es lo que la incorporó como doctora de la Iglesia. No vive apariciones, ni revelaciones, es decir, nada extraordinario. Su deseo enorme era estar en la primera línia de misión pero no la dejaron marchar nunca; el pequeño camino que ella proponía lo trasmitió mientras fue maestra de novicias, ella enseñaba lo que ella vivía. Decía: Dios está en lo pequeño. Para la inmensa mayoría de nosotros lo pequeño son las cosas diarias, viviéndolas para dar gloria a Dios, ofrecer las mortificaciones y los esfuerzos diarios: la santidad de las cosas grandes es hacer santamente las cosas pequeñas.”
Al acabar la misa subimos la escalinata y accedimos a la Basílica, consagrada hace 57 años. Si nos habíamos emocionado en la cripta, aquel templo tan magnífico con aquellos mosaicos, los colores, los peregrinos venidos de todas partes del mundo, pues no en vano es el segundo santuario (después de Lourdes) más visitado de Francia, nos hizo sentir algo importante dentro de nuestro corazón sensible y humano de cada uno. Como llegó la hora del almuerzo la visita resultó un relámpago, así que decidimos volver por la tarde. Almorzamos en la residencia L’Ermitatge que es el centro de acogida de peregrinos del Carmelo. Por la tarde visitamos la casa familiar de Santa Teresita del Niño Jesús, llamada Les Buissonnets, situada en el mismo Lisieux. Se conservan los muebles, recuerdos de la familia Martin y muchos objetos personales de la santa (juguetes, vestidos, estampas), todo expuesto de una manera delicada, austera y sobria.
Nuevamente, y con el autocar atravesamos la bella población de Lisieux para llegar a la Basílica, dónde nos quedamos durante una hora, rezamos muy bien y mucho, encomendándonos a la santa para que supiéramos vivir ese camino de espiritualidad que ella había propuesto, sobre la santidad de cada día en lo pequeño. Los que quisieron adquirieron objetos religiosos, y todos nos fotografiamos un montón. La reportera del grupo no paró de filmar en todo momento, sin perder detalle. Al caer la tarde aún nos quedó tiempo libre para descansar en el hotel o seguir visitando todo el entorno. Nos alojamos en un hotel antiguo, con historia, pero totalmente rehabilitado, y del que se explica que se salvó de los graves bombardeos que sufrió la Normandía en el año 1944. La cena y la tertulia posterior dieron lugar a momentos de auténtica amistad y fraternidad, pues muchas personas del grupo nos conocíamos de anteriores peregrinaciones de la Iglesia de Santa María de Montalegre.
Del Carmelo a Désir de Lisieux
Llegó el domingo, el tercer día de peregrinación y el último, el día 13 de mayo. A las nueve de la mañana la maleta ya estaba en el maletero del autocar. Teníamos mucho que hacer antes de emprender el viaje de regreso al aeropuerto de Orly-París. El hotel donde nos alojábamos está muy cerquita del Carmelo. Allí el sacerdote que nos acompañó había de celebrar la misa sobre las 10 horas; como llegamos con tiempo, pudimos mantenernos en silencio muy cerca de los restos (o parte de ellos) de Santa Teresita que allí reposan en un cofre debajo de una urna que contiene en madera y mármol una figura en semblanza a Santa Teresita. Preside aquella urna de cristal una imagen de la Virgen de la Sonrisa, pues la santa así la llamó el día que la curó milagrosamente de una grave enfermedad, y que coincidió que también era un 13 de mayo.
En la homilía, el rector de Montalegre, compartió con nosotros la emoción de poder celebrar en el mismo lugar donde profesó, vivió y murió la santa. Y al filo del evangelio del día, nos enseño algo más sobre el mandamiento de la caridad: No tenemos un origen animal, hemos sido creados a imagen y semblanza de Dios, tenemos una herencia ancestral que arrastramos a lo largo de los siglos, rasgos de egoísmos muy marcados y que son el origen de muchos pecados, de discusiones, de contiendas, de guerras. Todo ello no es debido al origen animal en el que se insiste que tenemos, es debido al pecado original. Jesús se hace hombre por amor. Nuestro modelo a seguir es Él, sin embargo encontramos dificultades pues estamos estropeados. Jesús para ayudarnos crea la Iglesia, instituye los sacramentos, y así con todo ello, podemos seguir un camino recto. En cuanto al mandamiento de la caridad podemos recordar ahora las obras de misericordia que podemos repasar en el Catecismo de la Iglesia Católica. Son siete espirituales, enseñar y aconsejar, consolar al triste, confortar al que sufre, perdonar las ofensas, sufrir con paciencia y rezar por los enemigos; y las siete materiales, éstas últimas quizá serían las más fáciles de llevar a cabo pues son dar de comer y beber, vestir al desnudo, visitar a enfermos y a los que están en la cárcel, enterrar a los muertos; en definitiva hay que ser capaces de amar a quien no nos ama y a quien nos molesta. Mn Francesc Perarnau, por último, se refirió a una inscripción que se repetía en los templos de Lisieux, pues la había escrito la santa, refiriéndose a la Virgen Santísima: “Es más Madre que Reina”, y nos invitó a pedirle a la Virgen que nos ayude a arrancar los defectos que nos apartan de Dios.
Una vez acabada la santa misa, en aquel lugar tan especial para la vida interior de cada, nos quedamos en la entrada o atrio del recinto del Carmelo pues una hermana franciscana nos había explicado que se editaba una revista sobre Santa Teresita y nuestra peregrinación iba a ser noticia. Nos sorprendió vivamente. Aquella periodista tan peculiar, agradable y simpática, se interesó por los motivos de nuestra peregrinación y el rector de la Iglesia de Santa María de Montalegre respondió a todas las preguntas que con tanto cariño e interés le formularon. Otro tanto hizo la reportera del grupo pues no perdió un ápice para el video que estaba haciendo de todo el viaje.
En una volada atravesamos Lisieux a pie, a gran velocidad, para visitar la Catedral del Sant Pierre, cuyo entorno y jardín en esas fechas estaba en obras de rehabilitación. A continuación, subimos al autocar pues íbamos hacer una salida cultural fuera de programa y que había propuesto uno de los peregrinos la noche anterior y que fue apoyada por aclamación. Como hemos dicho estábamos en la Baja Normadía. En toda aquella región en el año 1944 se habían producido crueles contiendas y bombardeos, de los que no escapó Lisieux. Por ese motivo cerca de la población se encuentra un cementerio militar, en Sant Desir de Lisieux: 3735 tumbas alemana y 469 tumbas británicas dan testimonio de ese trágico episodio de su historia. Allí en el libro de firmas dejamos unas palabras de recuerdo.
A París-Orly
Se acabó el tiempo, debíamos regresar al hotel. Tomamos el almuerzo, muy francés y muy bueno. A los postres los peregrinos tuvieron gestos muy generosos con la organización de la peregrinación, cosa que desde aquí nuevamente agradecemos. Salimos puntualmente de regreso a París, con toda la previsión del mundo ante los esperados a tascos que finalmente no se produjeron. Más de la mitad del viaje de vuelta parecía que el autocar estaba vacío, los peregrinos descansaron plácidamente, tanto es así que los últimos cincuenta kilómetros se llenaron los pulmones de canciones y cantos populares hasta que se acabó el repertorio. Realmente todos estábamos muy contentos pues gracias a Dios todo había salido muy bien. Llegamos de noche al aeropuerto de Barcelona, allí nos despedimos pero para reencontrarnos en una nueva peregrinación.
Los peregrinos
El ritmo de la peregrinación fue ágil y activo gracias a la exquisita colaboración y puntualidad de los peregrinos. Y muchos colaboraron en diversas actividades que lo hicieron más agradable: Álvaro y Josep Ma en la sacristía; Mireya en los cantos de la misa; Maria del Mar e Ignacio en la filmación del video; Carmen, Beatriz y Mari Luz en la animación del autocar; José María, Guillem y Joan como asesores históricos sobre la Segunda Guerra Mundial; Maria Teresa en el rezo del santo rosario cada día de la peregrinación en el autocar; Francois, haciendo una buena conducción; y todos y todas con la paciencia y el cariño expresados a lo largo de todo el viaje.
Isabel Hernández Esteban
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