Tal como iniciamos el mes pasado, queremos recorrer los tres años que nos faltan para la celebración del centenario de la Fundación del Opus Dei, conociendo la figura de su fundador y el carisma que recibió ese dos de octubre de 1928.
La celebración de un centenario siempre nos brinda una oportunidad para hacer un recorrido y una valoración del tiempo transcurrido y recordar los acontecimientos más importantes de la vida de una persona o de una institución. En este caso la vida de san Josemaría es inseparable de la vida del Opus Dei, como iremos comprobando a lo largo de esos próximos años. Lo haremos mes a mes en estas breves consideraciones. Espero que sean de ayuda para todos, ya que la vida y el mensaje de san Josemaría alcanzan a muchos, sino a todos.
Cien años para una institución eclesial de ámbito universal es relativamente muy poco tiempo. No obstante, es un aniversario trascendente, ya que muestra la vitalidad y arraigo de un camino espiritual dentro de una institución bimilenaria, como es la Iglesia de Jesucristo. A lo largo de los siglos, Dios ha ido suscitando diversos santos y carismas que han contribuido a impulsar la misión evangelizadora de la Iglesia teniendo en cuenta las circunstancias de cada época y momento. Así ha sucedido con el Opus Dei, nacido por inspiración divina en el primer tercio del siglo XX, en un periodo entre guerras mundiales y unos años antes del Concilio Vaticano II, para enmarcarlo en acontecimientos históricos de ámbito mundial y eclesial respectivamente. Acontecimientos que han marcado de manera muy notable el mundo civil y eclesial actuales.
Vale la pena dedicar un tiempo mensual durante estos próximos tres años a profundizar en el carisma y mensaje, así como, el desarrollo y amplitud de esta institución tan querida en esta iglesia de Montalegre. Recordemos, en este mes dedicado a mostrar la multitud de santos que han vivido la vida cristiana con esmero, que precisamente el mensaje que recibe san Josemaría es anunciar en el seno de la Iglesia que todos estamos llamados a la santidad.
Mn. Xavier Argelich

