El queridísimo Papa Francisco ha querido ser sepultado en la Basílica romana de Santa María la Mayor a donde acudía con frecuencia a rezar a Santa María, especialmente al inicio de su Pontificado y cada vez que iba a realizar un viaje apostólico. Su devoción y piedad a María siempre ha sido un ejemplo y estímulo para todos los que formamos la Iglesia. Al iniciar el mes de mayo, procuremos también cada uno de nosotros manifestar y acrecentar nuestro amor a Santa María. Ella es verdaderamente nuestra Madre por ser la Madre de nuestro Señor Jesucristo y porque Él nos la dio antes de expirar en la Cruz.
También por ser la Madre de Cristo es Madre de la Iglesia. En los momentos actuales de la Iglesia y del mundo, este título de María adquiere un especial relieve. A ella acudimos pidiéndole por todos sus hijos y rogándole que el nuevo Papa sea santo, docto y piadoso, que nos ayude a seguir caminando tras los pasos y enseñanzas de su Hijo Jesucristo. También le pedimos que, desde ya, sepamos querer al nuevo Papa. Le pedimos que nos impulse a crecer en al amor a la Iglesia y que nos sintamos corresponsables en anunciar a todos el Evangelio.
Conocer a Cristo, darlo a conocer y llevarlo a todos los sitios. Este era el lema del joven sacerdote San Josemaría (acabamos de conmemorar el centenario de su ordenación sacerdotal). Él también tenía una gran devoción a María y acudía frecuentemente y para todo a su maternal intercesión. Si nos decidimos a querer más durante este mes a María encontraremos el consuelo, cariño y la suave fortaleza de una Madre que nos quiere más que todas las madres juntas.
¡Qué buen momento se nos presenta para acudir a María como Madre de la Iglesia!
Mn. Xavier Argelich