Es conocido el impulso que los últimos Romanos Pontífices han dado a la idea de la necesidad urgente de una nueva evangelización en aquellos países de antigua tradición cristina. Fue un tema de fondo en el Pontificado de Juan Pablo II, que se manifestó especialmente desde el año 1985 y lo sigue siendo en el pontificado actual de Benedicto XVI. Tanta importancia da el Santo Padre a esta necesidad que en junio del año pasado creo el Consejo Pontificio para la Promoción de la Nueva Evangelización.
Explicando aquella decisión el Papa explicaba: “he decidido crear un nuevo organismo, en la forma de «Consejo Pontificio», con la tarea principal de promover una renovada evangelización en los países donde ya resonó el primer anuncio de la fe y están presentes Iglesias de antigua fundación, pero que están viviendo una progresiva secularización de la sociedad y una especie de «eclipse del sentido de Dios», que constituyen un desafío a encontrar los medios adecuados para volver a proponer la perenne verdad del Evangelio de Cristo”.
Conviene señalar que esta preocupación por la Nueva Evangelización no es algo que concierna solamente a los pastores o a los miembros de tal o cual movimiento en la Iglesia, o a determinadas órdenes religiosas quizá mas implicados en proyectos evangelizadores. Se trata de una llamada dirigida a todos y que ha de interpelar a todos los miembros de la Iglesia, sea cual sea su condición personal, hombres o mujeres, jóvenes o adultos, solteros o casados… Esta preocupación de quien es Cabeza de la Iglesia ha de renovar en todos la conciencia de misión, que es inherente a la vocación cristiana. En el fondo, cada bautizado es un enviado al mundo, y a cada uno van dirigidas aquellas palabras de Jesús poco tiempo antes de la ascensión: id pues, enseñad a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo, enseñándoles a observar todo cuanto yo os he mandado, Yo estaré con vosotros siempre hasta la consumación del mundo… (Mt. 28, 19).
Nadie puede considerarse como un simple espectador en el mundo, sino que todos somos protagonistas implicados en el gran trabajo de la Redención que Jesús lleva a cabo y que la Iglesia, es decir sus discípulos, mantienen y mantendrán vivos en cada generación a lo largo de la historia, hasta el fin de los tiempos.
Mn Francesc Perarnau
En el diecisiete aniversario del traspaso de D. Álvaro del Portillo, el primer sucesor de San Josemaria como el prelado del Opus Dei, se celebró en la iglesia la misa por el sufragio de su alma. Fue concelebrada, presidida por el vicario de la delegación a Cataluña del Opus Dei, Dr. Antoni Pujals, como va siendo habitual en los últimos años. Al inicio de la celebración recordó que a pesar del tiempo que ha pasado, desde aquel 23 de marzo de 1994, sigue estando presente entre nosotros con su ayuda constante.
La misa correspondía al segundo miércoles de cuaresma, y en la homilía nos situó en el camino de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo… “se burlaban de él”. Y la Pasión se sigue repitiendo en muchos lugares donde vivimos viendo como la doctrina cristiana se pretende apartar de la sociedad, de las familias, en el momento de la muerte sin administrar el sacramento de la unción, aquí també podemos ver a Jesús crucificado, se vive como si Dios no existiese.
También nos invitó a rezar la estampa del siervo de Dios, D. Álvaro, haciendo relieve en lo que en ella se dice, que fue un Pastor ejemplar en el servicio de la Iglesia. Ya en el 1985 en una carta secundó al que era entonces SS, Juan Pablo II, diciendo “Es el momento de servir a la Iglesia como precio del rescate de nuestros pecados”.
El Dr. Pujals nos dijo, por último, que hemos de utilizar todos los talentos que Dios nos ha dado y ponerlos en práctica por la nueva evangelización, hemos de ser contemplativos en medio del mundo y dar a conocer a Jesús, hemos de anunciarlo, y que todo el mundo oiga sienta su eco, hemos de transformar el mundo con la Veridad de Cristo.
Monseñor Álvaro del Portillo nació en Madrid (España) el 11 de marzo de 1914, fue el tercero de ocho hermanos, en una familia de honda raigambre cristiana. Era Doctor Ingeniero de Caminos y Doctor en Filosofía y en Derecho Canónico. Fue fiel colaborador de san Josemaría fue, además, su primer sucesor al frente del Opus Dei. Sacerdote ejemplar, sirvió a la Iglesia en todo momento. Colaboró en los trabajos del Concilio Vaticano II. Recibió la ordenación episcopal en 1991 de manos de Juan Pablo II.
Isabel Hernández Esteban
El miércoles 23 de marzo a las 19h., se celebra la misa en sufragio por el alma de D. Alvaro del Portillo, anterior Prelado del Opus Dei.
El 23 de febrero se inició la tercera fase de la rehabilitación de las pinturas de la iglesia, a cargo del maestro pintor de Terrassa Sr. Antonio Luque Castro, fiel colaborador, el cual realizó los primeros trabajos en el mes de marzo de 2009 con la rehabilitación de las cenefas de la nave central. Este año y siguiendo la planificación inicial, se ha tratado de ir substituyendo el verde agua de las paredes del fondo del templo, por la entrada del Pati Manning y el de la capilla de los confesionarios, donde está ubicada la imagen de San Josemaria del escultor japonés, Sr.Etsuro Soto.
El Sr. Luque es un profesional de la pintura ya jubilado pero la su vena artística es imparable, y más ahora que tiene más tiempo. Conoce palmo a palmo las montañas más altas de Catalunya, y es especialmente un enamorado de la comarca de la Garrotxa, y gracias a sus capacidades excursionistas, encaramarse a los andamios, o doblarse bajo los techos más bajos no le provoca ningún problema.
– ¿Cual ha sido en esta ocasión el criterio para decidir por donde continuar la rehabilitación?
– A.L.: Ha estado la claridad, ganar luz, para realzar estos cuadros y el santo Cristo, de esta manera se ven con más detalle, y también el artesonado, en el que he hecho un pequeño arreglo pero no es apreciable.
– ¿Por qué escogisteis el color crema?
– A.L. Hemos hecho varias pruebas de colores, siempre hago mezclas hasta crear aquel tono que mejor combine con los colores que hay en la iglesia y que son los originales, siempre con la idea de ir suprimiendo el color verde. Fíjate en los colores crema y rojo inglés del cimborio como se adecuan más al crema que acabamos de poner.
Cuando hicimos la entrevista, el andamio ya estaba situado en la capella de los confesionarios, la imagen estaba totalmente cubierta por un plástico para no dañarla. Me sorprendió el color escogido para aquella zona, el salmón. El andamio parecía desordenado, lleno de escaleras que para un profano no tenía ninguna explicación sino solo una especie de andamio complicado para poder trabajar.
– A.L. No es ninguna complicación, me he de encaramar de manera que sobrepase todo el entorno de la imagen sin tocar la hornacina que la rodea y por lo tanto he de colocar un tablón y hacer contrapeso con las escaleras cruzadas para evitar la caída.
En cualquier caso, en esta escalada el Sr. Luque tiene a los Ángeles custodios haciendo horas extras…. pensé. Subido arriba del todo, le izan como si fuere agua de un pozo, en una lata vacía de pintura, todos los instrumentos de trabajo: la pintura, los pinceles, y otras cosas útiles como las gafas, la luz, la madera de medir para tirar la ralla, entre otras.
– ¿Y el salmón, qué?
– A.L. Es un color que no desdice del color dorado de la hornacina, al principio puede parecer un color sorprendente pero cuando esté todo acabado observarás una mejora notable del conjunto.
– ¿Habrá más rehabilitaciones?
– A.L. es muy probable que sí, además es necesario hacerlas, hay paredes donde se aprecia el paso del tiempo, y la lluvia… no obstante para ello hace falta un mecenas pues la obra será de gran magnitud.
Hablamos también de la capilla de la Milagrosa. Allí el Sr. Luque, en el otoño del año pasado y en un solo día! restauró todos los soportes de los capiteles. Los 12 capiteles originariamente eran dorados pero en el año 1986 los repintaron de gris, igual que los arcos, oscureciendo así su presencia. Ahora, la pintura acrílica con oro, haciendo relieves de metal, le da una apariencia como si fueran de hierro dorado; también aprovechó la ocasión para hacer unos pequeños arreglos en el mármol rosa de les paredes.
Dejé al maestro pintor ejerciendo, encaramado arriba del todo, casi tocando el cielo, pintando con la mano derecha y con la mano izquierda, con un pulso firme. Entonces me vino a la memoria que aquel día 23 en el que se instaló el andamio La Teresa miraba como yo hacia el techo y me comentaba “está igual, las vigas están bien, no hay ninguna rota…”. Se refería al artesonado situado al final del templo. Ella entró en la Casa de La Caridad en el año 1942 cuando tenía 9 años y salió los 21, para ir a servir, como muchas jóvenes de aquella época. Y tiene la costumbre de venir a Montalegre el día 23 de cada mes para rezar por el alma de una persona que le fue muy benefactora. Ella, como muchos fieles de la iglesia, tiene una parte de su vida ligada a esta Casa; y La Teresa cuando vuelva a venir la verá mejorada, más bonita, a fuerza de la dedicación y amor de muchas personas que trabajan sin que se note.
Isabel Hernández Esteban
Por Carolyn Moynihan
Publicado el 09 de marzo de 2011
Tomado de la Revista Temes d’Avui Octubre – Diciembre de 2010)
Durante las cuatro décadas de la guerra del aborto en los Estados Unidos se han producido muchos cambios de bando. Muchos que deberían estar en el lado pro-vida se posicionaron en las filas opuestas: el colectivo engañosamente llamado “Catholics for a free Choice” es el ejemplo más típico. Se trataba de seguir el camino fácil, ir con el flujo cultural dominado por las principales instituciones en los medios de comunicación y en la vida política.
Las deserciones desde el lado a favor del aborto, sin embargo, han sido mucho más dramáticas, por no decir heroicas. Norma McCorvey, la Jane Roe demandante de la causa del Tribunal Supremo que permitió la legalización del aborto en EE.UU, se convirtió en un oponente destacado del aborto y solicitó a la Corte Suprema que revocara su sentencia en el Roe v Wade. Muchos otros la han seguido en la renuncia pública de la matanza de niños no nacidos; la más reciente Abby Johnson, una joven empleada de la clínica de Texas de Planned Parenthood, cuya historia apareció el mes pasado en Mercatornet.
Pero ninguna conversión a la causa pro-vida alcanza la importancia y resonancia de la del Dr. Bernard Nathanson, uno de los defensores activos de la legalización del aborto, que murió el lunes a la edad de 84 años. El Dr. Nathanson hizo tanto como el que más para poner en marcha el aborto como medio anticonceptivo habitual, pero por esa misma razón, cuando se dio cuenta de cual era de verdad este “procedimiento”, empezó a escribir y a hablar intensamente para desacreditarlo.
Las guerras culturales -las que realmente importan- son siempre acerca de la verdad. Como obstetra y ginecólogo el Dr. Nathanson sabía que había un ser humano vivo en el vientre de una mujer embarazada, pero procuraba obviar este hecho científico. En primer lugar, tal vez, porque el aborto encajaba bien con su propio estilo de vida. En la universidad, en la década de los 40, dejó embarazada a su novia y utilizó dinero de su padre para pagar un aborto ilegal. “Fue mi introducción en el mundo satánico del aborto”, escribió más tarde. Después de instalarse en Nueva York dejó embarazada a otra novia y decidió abortar él mismo al niño, su hijo. iCuantas veces la negación de la verdad viene motivada por las propias fechorías!
El hecho de que muchos practicaban abortos ilegales chapuceros le pareció una excusa para participar en la campaña a favor de su legalización en la década de los 60. “El aborto ilegal es la causa principal de defunciones de mujeres embarazadas en 1967”, escribió. Las justificaciones allanaron el camino a la mentira. En Aborting America (1979), admitió:
“Despertamos suficiente simpatía para vender nuestro programa del aborto permisivo inventando el número de abortos ilegales que se hacían anualmente en los EE.UU. La cifra real se acercaba a 100.000, pero la cifra que se dio a los medios de comunicación en varias ocasiones fue de 1.000.000. Y la repetición de una gran mentira con suficiente frecuencia convence al público. El número de mujeres que morían por abortos ilegales era de 200 a 250 al año. La cifra con la que alimentábamos constantemente los medios de comunicación era de 10.000. Estas cifras falsas echaron raíces en la conciencia de los americanos, convenciendo a muchos de que necesitábamos desmontar la ley contra el aborto.”
Otra mentira –la que se dice a la hora de promover aborto- fue la del nombre dado a la clínica abortiva de Nueva York donde el Dr. Nathanson, como director y por su propia cuenta, “presidió más de 60.000 muertes” entre 1970 y 1972: Centro de Salud Sexual y Reproductiva. La “salud” en la frase insensibilizadora, ahora familiar, “salud sexual y reproductiva”, es válida quizá en el sentido de la prestación de abortos que no matan a las mujeres, pero viene acompañada necesariamente del 100 por ciento en la tasa de mortalidad de los niños por nacer.
¿Qué hizo cambiar de opinión al cruzado defensor del derecho al aborto y, más importante, a su corazón? En parte fue la presión social: su perfil público como abortista hizo que fuera menospreciado en los círculos médicos legítimos y dañó seriamente su prestigio como obstetra. Sin duda, influyó también el fervor de los movimientos pro-vida que surgieron en oposición a la campaña a favor del aborto, de los que se hizo eco en un artículo publicado en 1974 en el New England Journal of Medicine.
En ese artículo el doctor Nathanson ya manifestó sus dudas acerca del aborto y del “slogan” que se utilizaba para justificarlo: ” no puede ser vida humana lo que no puede existir de forma independiente”. Se levantaron “serias dudas en mi mente acerca de si la vida humana existía dentro de la matriz desde el comienzo mismo del embarazo…” ¿Por qué? Porque la tecnología estaba mostrando que eran unos mentirosos los que defendían otra cosa.
“La evidencia electrocardiográfica de la función cardíaca que se había encontrado en embriones de seis semanas. Los registros electroencefalográficos de la actividad cerebral humana que se habían observado en embriones de ocho semanas. Nuestra capacidad para medir señales de vida se hace cada día más sofisticada, y con el paso del tiempo seremos capaces sin duda de hallar señales de vida en las etapas más tempranas del desarrollo fetal.” Realizó su último aborto en 1979.
Los activistas pro-vida fueron los primeros en mostrar al Dr. Nathanson la verdad acerca del niño no nacido, la tecnología fue la segunda fuente de luz. Las imágenes por ultrasonido se desarrollaron rápidamente por aquel entonces, y fueron estas imágenes del niño en el vientre las que finalmente lo convencieron de que en un aborto muere un verdadero ser humano. En 1985 hizo el cortometraje famoso y electrizante El grito silencioso, utilizando imágenes de ultrasonido en tiempo real, en que se muestra como un niño de 12 semanas intenta defenderse de los instrumentos de los abortistas. En 1987 se produjo otra película, El Eclipse de la Razón, que muestra un aborto tardío (cinco meses) con sus detalles horripilantes y estremecedores. Esta última película contiene testimonios de varios ex-abortistas.
En la presentación de El Eclipse de la Razón el actor Charlton Heston, señaló que desde 1973 se habían realizado más de 20 millones de abortos en los EE.UU. Sin embargo, a pesar de la importancia de la cuestión y el gran debate público al respecto, nunca se ha mostrado un aborto completo en la televisión. Los medios de comunicación han omitido lo que dicen que es su trabajo: informar al público, en este caso sobre los hechos del aborto.
Hoy en día cualquiera puede ver los videos del Dr. Nathanson y otros acerca del aborto en YouTube, pero ninguna de las cadenas principales de televisión ha mostrado estas imágenes. Incluso la colocación de carteles por los manifestantes pro-vida es ocasión de problemas; como si ellos trataran de cometer una acción peor que la de las personas que hacen la matanza. Como el Dr. Nathanson observó, hay una conspiración en las instituciones para ocultar la verdad.
Fueron incansables sus esfuerzos para rectificar las mentiras. Además de sus películas, los libros -en particular, Aborting America (1979)- y ciclos de conferencias por todo el mundo. Perdió amigos de su período pro-aborto, y de entre sus antiguos colegas, pero encontró nuevos amigos en el movimiento pro-vida.
Joan Andrews, una ardiente defensora del niño no nacido, que pasó más de un año en la cárcel por bloquear las entradas de las clínicas abortivas, tuvo con él una amistad particularmente estrecha. Tenía más de 40 años antes de casarse con Chris Bell, y cuando quedó encinta le pidió al Dr. Nathanson que la atendiera en su gestación. Fue una decisión bien valiente la de Joan al tomar un ex abortista para que cuidara el desarrollo de su hijo. La confianza que ella mostró en el Dr. Nathanson fue una gran ayuda para reconciliarse consigo mismo por todo el daño que había hecho a madres y niños.
Joan actuó como madrina del Dr. Nathanson, cuando fue bautizado en la Iglesia Católica por el Cardenal John O’Connor en 1996. No era necesario, pero sí muy apropiado, que el médico que solía describirse a sí mismo como un “judío ateo” presentara en un libro titulado La Mano de Dios su itinerario pro-vida. El sacerdote que le instruyó en la fe católica, el Padre C. John McCloskey, calificó el libro como “una de las autobiografías más importantes del siglo XX”, que presenta “la inhumanidad del hombre y la posibilidad de redención”.
Todos aquellos asesinatos –de los 75.000 de los que se hizo responsable, 5000 los ejecutó él mismo y 10.000 fueron realizados por sus internos en St Lukes Hospital en Manhattan- crearon una deuda de justicia de restitución imposible. La carga sobre su conciencia hubiera sido terrible, insoportable, sin una fe que le asegurara el perdón. La deuda estaba perdonada; quedaba compensar por el mal. Joan Andrews Bell dice “se sometió a grandes privaciones” .
Siempre se acusaba: “Yo soy de los que ayudaron a marcar el comienzo de esta era de barbarie”, escribió en La Mano de Dios. Y, “conozco bien cada faceta del aborto. Yo ayudé a alimentar la criatura en su infancia con grandes cantidades de sangre y dinero. La dirigí en su adolescencia hasta su desarrollo irresponsable y fuera de control”.
El New York Times presentó esta última frase de manera crítica, como un mero recurso retórico del Dr. Nathanson para dejar boquiabierta a la audiencia. No es sin embargo más que una muestra de su profunda sinceridad y del heroísmo con que en su momento dio un vuelco completo a sus ideas y a su vida. Se ha ganado bien el derecho a ser tenido como uno de los héroes de la dignidad humana.
Carolyn Moynihan es editora adjunta de MercatorNet.
Esta es la impresión con la que uno se queda después de leer dos artículos escritos por la columnista Melanie Phillips en el Daily Mail y accesible en la edición digital Mail Online el 24 de enero y el 14 de febrero pasados.
Repetidamente el Papa Benedicto XVI, ha recordado la doctrina de la Iglesia sobre el derecho a la vida de todas las personas, y ha insistido en la perversidad de las prácticas abortivas que son un verdadero “atentado contra la paz”, que siembra nuestras sociedades de tantas muertes inocentes.
Normalmente al referirnos al aborto nos centramos, lógicamente, en la víctima principal, es decir, en el niño o niña que es extirpado del seno de la madre. Pero existe también otra víctima de estas prácticas, a las que conviene prestar mucha atención.
A veces los sacerdotes, en el desempeño de nuestra labor pastoral tenemos que hablar con mujeres que han sido sometidas a una “interrupción voluntaria del embarazo”, nombre que esconde la realidad mas cruda: el aborto provocado. Con mucha frecuencia han llegado a esa situación empujadas por el ambiente y después de conversaciones con “profesionales” que les han presentado el aborto como la mejor y quizá la única solución para su situación.
Después de la intervención, con el paso del tiempo, a veces de años, han empezado a aparecer los síntomas del trauma profundísimo que supuso aquella “interrupción voluntaria del embarazo”. Vienen sufrientes, dañadas, dolidas, a veces muy deprimidas…
Ahora ya lo tienen claro. No, no es algo inocuo, no es una operación más, parecida a la extirpación del apéndice; aquello que había en su interior era “su hijo o su hija”, y sube a la superficie de la conciencia, cada vez con más fuerza la idea clara: consentí que lo mataran.
Hemos oído muchos lamentos, hemos visto muchas lágrimas de mujeres que si ahora pudieran reconsiderarían todo otra vez, volverían atrás en el tiempo. Mujeres que, con horror recuerdan aquellos consejos inicuos: no es nada, no pasa nada, no te enterarás… y a aquellos médicos y enfermeras que son los responsables de su dolor mas profundo.
Muchas, no todas, fueron sometidas a una presión inhumana por parte de los profesionales, de la familia, de las amistades que “querían su bien”. Pero ahora deben sufrir solas las consecuencias durísimas de aquella decisión errónea a la que fueron empujadas.
Tenemos obligación de ayudarlas, comprenderlas, apoyarlas… Y de reclamar a las autoridades correspondientes que no se olviden de que muchas mujeres que han abortado sufren traumas irreparables, y han de soportar daños sicológicos gravísimos. La ley del aborto, además de ser letal para el no nacido, es también enormemente dañina para la mujer. Una sociedad que es capaz de legislar con extraordinaria energía sobre el tema del tabaco, con la sana intención de preservar la salud de la población (¿es esa intención o es mas bien el dinero que cuestan las enfermedades respiratorias al erario público?) sorprende que permita una ley de consecuencias tan funestas. Se trata evidentemente de una ley que es injusta e inhumana.
Mn Francesc Perarnau
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