Toda la semana es domingo

Y al tercer día estaba escrito que resucitaría, y así fue, y así se repite cada año en la noche llamada Vigilia Pascual, unas horas previas al amanecer del domingo. Cada gesto, cada cosa que se hace en la celebración de la Luz tiene un significado muy importante, de un gran compacto litúrgico. Se inicia siempre con las luces del templo apagadas. Jesús murió, pero su alma aún no ha entrado en su cuerpo glorioso. En cada iglesia se hace el fuego en el lugar más lejano del presbiterio, a ser posible en el exterior, pero en Montalegre se hace al fondo de la nave central justo detrás de las puertas que dan al Patio Manning ya que por la noche siempre permanecen cerradas. Todos los utensilios para la ceremonia del fuego estaban a punto. Los sacerdotes celebrantes salieron de la sacristía y se dirigieron al final del templo, casi a oscuras pues solo entraba por los vitrales un resto de luz natural. La oración se recitó, el Cirio se bendijo y se encendió, y de su luz se encendieron todas las velas que los fieles manteníamos en la mano, todos queríamos aquella luz, que representa la luz del mundo, Nuestro Señor Jesucristo: Alfa y Omega.
Se trasladó el Cirio encendido y se situó en un lugar visible para el pueblo reunido. En la celebración de la misa solemne tiene lugar también la ceremonia del agua, bendiciéndola y aspergiendo a todos los fieles. Se leen lecturas del Antiguo Testamento y las propias de la misa; se purifica el altar, los celebrantes, los ministros y todos los asistentes con el incienso, en definitiva, una celebración magnífica y de gran belleza.
En la homilía el Rector, Mn. Francesc Perarnau, que nos había hecho una catequesis de todo el significado de la Pasión a lo largo de toda la Semana Santa, ahora cambia el tono y nos invita a  la alegría y la esperanza de la Resurrección:

El mundo había perdido la luz que lo había iluminado durante más de 30 años. Esto es lo que hemos querido representar con la oscuridad con la que hemos empezado hoy nuestra celebración. Oscuridad total. Lo habían matado, había aceptado aquella muerte terrible, pero su lugar no estaba entre los muertos, y volvió a la vida. Su alma volvió a animar un cuerpo, esta vez ya glorioso. Jesús resucitó. Esto si que era una noticia. Y se presenta entre los suyos, y se disipan las nubes, las oscuridades que les habían invadido, y nace la euforia. Ha resucitado el Señor. Corre la voz. Al principio hay desconcierto, no aparece el cadáver. Esto no significa resurrección.

Pero empiezan los rumores, algunos lo han visto, primero unas mujeres, después Pedro, y unos discípulos camino de Emaus, y los once reunidos. El rumor deja de serlo, la resurrección real de Jesús es un hecho. Y la noticia se extiende como un reguero de pólvora. Esto es muy importante. Con su resurrección la confirmación: lo que había dicho era la verdad. El camino que enseña es el que hay que seguir.

Él es el camino, la verdad y la vida. De repente aquel mundo que hace un día estaba a oscuras, que era amenazador, lleno de negros nubarrones,  ahora se presenta luminoso, brillante, emocionante incluso. Esa resurrección significa que el príncipe de este mundo ha sido vencido, que ha sido abolido el castigo del pecado, que se han abierto las puertas del cielo, que hemos sido salvados, y que nos espera LA VIDA.

 

Es la mayor noticia de la historia. Por esto la Iglesia lo celebra con un domingo que dura siete días: toda la semana de Pascua es domingo, y con un a alegría desbordante y contagiosa: que exclama miles de veces Aleluya, Aleluya, Aleluya.

¡Felices Pascuas! de parte de los colaboradores de los Servicios Informativos Montalegre.

 Isabel Hernández Esteban

Del día Ramos al Viernes Santo

Al hilo del editorial de Montalegre, en la iglesia se ha celebrado la Semana Santa con toda la solemnidad y sobriedad según está escrito en la liturgia de la Iglesia Católica.

Domingo de Ramos

El pórtico de la Semana fue el Domingo de Ramos. Antes de la Misa de las 12, los fieles se situaron en el Patio Mannig, bajo un sol brillante y luminoso como merecía la fiesta, el Rector leyó el Evangelio, bendijo los ramos, las palmas y palmones y a continuación, cantando la victoria de Nuestro Señor Jesucristo, se hizo la procesión en todo el alrededor hasta adentrarnos en la iglesia.

Mn. Francesc Perarnau predicó en su homilía: La celebración pone de manifiesto que se unen en ella dos tradiciones distintas que la Iglesia no ha querido perder. Por una parte la tradición que venía de la Iglesia de Jerusalén, donde se celebraba en este día, sobre todo  la entrada triunfal de Jesús en la ciudad, celebración que mantiene su recuerdo en la procesión de las palmas y la procesión con la que hemos iniciado hoy la misa, y la tradición que viene de la Iglesia Romana, donde el acento se ponía sobre todo en el comienzo de la Semana Santa que se recordaba  con la lectura entera y solemne de la Pasión del Señor. Esto le da a esta fiesta de hoy un carácter peculiar, agridulce: empezamos celebrando un triunfo, pero en el horizonte queda aparece en toda su crudeza la Pasión del Señor.

Aunque los días santos no son de precepto, la devoción de los fieles cristianos llena los templos. La iglesia también en Jueves Santo se ocupó hasta las gradas; a pesar del número de fieles la celebración se siguió con mucha piedad, todos esperábamos el momento culminante de la procesión del Santísimo hasta el Monumento el cual estaba adornado de flores rojas y de palmones, y el altar cubierto y engalanado. La celebración de la Misa en Coena Domini fue concelebrada por el Rector y los sacerdotes habituales de la iglesia. Había mucho que celebrar: la institución de la Eucaristía, la institución del Sacramento del Orden y el Mandamiento de la Caridad. La homilía del Rector se centró en este Mandamiento:

Jesús se arrodilló delante de cada uno de los apóstoles para lavarles los pies. En este gesto vemos reflejado el amor de Jesús, que es el amor de Dios por cada uno, Dios que se arrodilla delante de las pobres criaturas, unas criaturas débiles, que dentro de poco y Jesús lo sabe, uno le entregará, otro le negará y casi todos le abandonarán. Es Dios arrodillado delante del hombre.

Pedro no se deja. No se considera digno, no le parece bien que el maestro este allí delante de él arrodillado, humillado: “no me lavarás los pies!”

Y Jesús le dice una cosa que da que pensar: te tienes que dejar lavar, te tienes que dejar amar, sino no tendrás parte conmigo… Se ve en este gesto que es el amor de Dios el que se ha volcado en el rescate del hombre, el que lo viene a rescatar, y se ve que es Dios el que lava, el que limpia, al hombre le toca ser humilde, dejar hacer a Dios, dejarse lavar, purificar…

Pero la lección va mucho mas allá: así debéis hacer unos con otros, lavaros los pies, que es serviros unos a otros, daros unos a otros, amaros de verdad…Y muy poco después les dirá: Un nuevo mandamiento os doy, que os améis los unos a los otros como yo os he amado, en esto conocerán todos que sois mis discípulos. Este será el distintivo de los cristianos. Como manifestación de ese amor extremo del que San Juan nos dice que es la clave para entender todo lo que sucedió hasta el final, encontramos también la institución de los Sacramentos de la Eucaristía y del Orden sacerdotal. Dos grandes dones que harán posible que la Redención se perpetúe de generación en generación a lo largo de los siglos, dos grandes dones del amor de Dios que debemos agradecer.

Se incensó el altar, los ministros, los celebrantes y todos los fieles. El incienso como símbolo de elevación hacia Dios nos situó muy cerca del cielo. La oración de los fieles ante el Monumento se mantuvo hasta el cierre de la iglesia.

Viernes Santo

Y llegó el día santo más triste, el día más triste del año para todos los cristianos del planeta, el Viernes Santo. Al entrar en la iglesia el Crucifijo del presbiterio estaba cubierto con un lienzo morado, el color de la liturgia de la Semana Santa. Al comienzo del memorial de la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo los tres sacerdotes celebrantes se postran en el suelo en señal de entrega total a Dios, y los fieles arrodillados intentamos sentir lo mismo. El relato de las lecturas y especialmente de la Pasión nos sobrecoge, vemos en todo aquel dolor nuestra Redención. La homilía del Rector nos explica la participación del príncipe de las tinieblas, su plan, su aparente triunfo, pero gracias a Dios su derrota, hay esperanza, al tercer día la Resurrección del Señor, su victoria:

La última Cena se celebró en el cenáculo, Y allí empezó propiamente la pasión que acabamos de leer. Son los momentos culminantes de la misión redentora de Cristo, de los que ha hablado muchas veces Jesús y en los que realizará la Redención de la humanidad. Es evidente que Jesús la sufrió porque quiso. En todo el relato de la pasión hay ciertamente una presencia diabólica evidente. Hubo muchos encuentros de Jesús con el diablo, y Jesús siempre le obligó, siempre le venció, siempre…Satanás intuía quien era Jesús, pero sabía que era hombre de Dios, un gran profeta, alguien con poder muy superior al suyo… seguramente sospechaba que era el Mesías… En el relato de la última Cena el mismo San Juan nos dice que, cuando Jesús anunció que uno de ellos lo entregaría, él mismo le preguntó a Jesús: Señor, ¿quien es? Jesús contestó: Aquel a quien yo moje y diere un bocado. Y mojando un bocado, lo tomó y se lo dio a Judas, hijo de Simón Iscariote. Después del bocado, en el mismo instante, entró en él Satanás. Es esa presencia la que fue guiando los acontecimientos en aquella noche y la que desató aquella extrema violencia de la pasión del Señor y en el ensañamiento de los que la llevaron a cabo, y el odio que en él volcaron; el odio, no lo podemos olvidar es la negación del amor, la mas diabólica de todas las manifestaciones…Vista desde el final, la pasión de Jesús parece seguir un plan perfectamente trazado. Como si alguien hubiera diseñado aquello para la completa aniquilación de un ser humano tanto física como psíquicamente. Pero sabemos que no existía ese plan. Pero un plan se va desarrollando como con absoluta naturalidad… Detención, juicio nocturno, en casa de Anas, de Caifas, de Pilato, paso por el palacio de Herodes, ora vez a Pilato, flagelación romana, escarnio de los soldados, humillación delante del pueblo, el via crucis… clavado en la cruz. Se ve ese plan diabólico, en el que se Satanás descarga toda su ira y su capacidad de hacer mal sobre aquel hombre de Dios que le ha derrotado tantas veces, al que odia con todas las fuerzas de su ser.

Es el momento del príncipe de las tinieblas. Jesús ha cargado sobre sus hombros, sobre aquella naturaleza humana que ha asumido, nuestra naturaleza, todos los pecados de la humanidad, y los arrastra hasta la cruz. Aquella naturaleza humana es destruida por el odio y la violencia que se ha desatado sobre él por la fuerza del mal. Parece un triunfo del mal y ese sabor a derrota quedó en el ambiente .Pero no podemos olvidar que al mismo tiempo se percibe también otra presencia oculta que de alguna manera la contrarresta. Jesús no está solo. La tradición cristiana que se sintetiza en el Vía Crucis, habla de un encuentro de Jesús con María en el Camino de la Cruz:* “Apenas se ha levantado Jesús de su primera caída, cuando encuentra a su Madre Santísima, junto al camino por donde El pasa. Con inmenso amor mira María a Jesús, y Jesús mira a su Madre; sus ojos se encuentran, y cada corazón vierte en el otro su propio dolor”.

María suaviza con su inmenso amor el castigo brutal que el Señor está padeciendo fruto del odio desatado y lo comparte con el, le consuela y le acompaña. Y al participar así de la pasión se convierte en corredentora…Le agradecemos a María que estuviera allí. La tradición de la Iglesia ve en Maria la mujer de la que se habla en la Biblia. Es María la que aplasta la cabeza de la serpiente que es Satanás. Así la invocamos y confiamos en ella: Jamás se ha oído decir que ningunos de los que han acudido a vuestra protección haya sido abandonado de vos (Oración Acordaos).

A continuación con mucha devoción se hizo la Adoración a la Cruz, uno a uno todos los fieles de la iglesia, entre cantos y oraciones, llenamos de besos aquella cruz con el Cristo muerto; después comulgamos, se apagaron las luces de la Capilla del Santísimo, el Señor no estaba, la iglesia estaba vacía de aquella presencia que se percibe cuando el Señor está el Sagrario. En nuestro interior nos sentíamos tristes, pero deseando que llegara la Vigilia Pascual para sentir de nuevo a alegría de la Pascua de su Resurrección.

*Via Crucis. 4 estación. San Josemaría

Isabel Hernández Esteban

Semana Santa

Es la semana a la que llegamos después de la larga peregrinación de la Cuaresma, durante la cual nos hemos ido disponiendo espiritualmente para celebrar con fruto estos días, el momento culminante de la Redención, con la pasión, muerte y resurrección de Jesús.

En esta semana la liturgia de la Iglesia quiere seguir el curso natural de los días, tal como pasaron las cosas hace dos mil años. Todo empezará el domingo de Ramos.

Domingo de Ramos

El domingo antes de la Pasión, Jesús hizo una entrada impresionante en Jerusalén, porque lo hizo sobre un asno, como los reyes antiguos en Israel, y la gente del pueblo, que aquellos días llenaba Jerusalén porque había ido a celebrar la fiesta de la Pascua judía, lo aclamaron triunfalmente. Y lo saludaban agitando palmas y ramas de árboles, y cantando hosannas a su paso.

De esto nos queda un recuerdo en la Misa principal de hoy, con la bendición de los Ramos.

Aunque haya este aire de alegría y de triunfo, en el Evangelio de la Misa leeremos la Pasión entera, o al menos la parte principal, y queda muy claro que entramos en los momentos más trascendentes de la vida de Jesús. Estamos a punto de celebrar la Pasión. Saldremos de la Misa del domingo con el corazón encogido, esperando los días mas santos del año. E iniciaremos, así, la Semana Santa.

Jueves Santo: La Eucaristía

En el jueves Santo el ritmo de la vida de la Iglesia es todavía más lento que los otros días, porque quiere recordar, paso a paso, lo que sucedió aquel día en la vida de Jesús.

Por la mañana los obispos celebran con los sacerdotes de sus diócesis la Misa Crismal, que es la Misa donde se consagrarán los óleos sagrados que a lo largo del año se usarán para algunas ceremonias, como la unción de los enfermos, los bautizos o las confirmaciones.

Pero el pueblo está invitado a la Misa que se celebra a media tarde y que tiene como hecho más importante el momento en que Jesús instituyó el sacramento de la Eucaristía, y que mandó a sus discípulos que la celebraran en recuerdo de su memoria.

El Santísimo Sacramento queda después de la Misa reservado en lugares especiales, que denominamos Monumentos, muy engalanados para facilitar que los fieles puedan adorar al Dios que se nos da de este modo tan sorprendente, bajo estas apariencias de pan.

En muchos lugares existe la tradición de visitar Monumentos en diferentes iglesias, y hacer así varías estaciones al Santísimo Sacramento.

Viernes Santo: la Pasión

El Viernes Santo es el día de la Pasión de Jesús.

Es el día más triste del año cristiano. Y todo nos invita a estar más bien serios y recogidos, procurando sentir con la Iglesia aquellos momentos durísimos del juicio, condena, pasión y muerte de Jesús.

Tradicionalmente era un día en que los cristianos procuraban evitar manifestaciones externas de ruido y alegría por respeto a la memoria de lo que Jesús estaba sufriendo aquel día. Las personas mayores recordarán que esto se traducía incluso en el tipo de música que se escuchaba.

Lógicamente, lo más importante es la disposición interior. Estas manifestaciones exteriores nada significarían si no fueran un reflejo de nuestro interior.

Para los que han cumplido ya 18 años, y todavía no tienen 59 es un día de ayuno, tal como recordamos al hablar de la Cuaresma.

Sábado Santo: La Iglesia vela en silencio

El Sábado Santo es un día sin liturgia. La Iglesia recordará en este día que Jesús está muerto, encerrado dentro de un sepulcro frío, vigilado por los soldados romanos… Es un día de espera.

Vigilia Pascual

Acaba la Semana Santa con la celebración de la Resurrección de Jesús, al tercer día después de la muerte en la Cruz. Es el momento culminante del año cristiano: Jesús triunfa con su resurrección sobre la muerte, la gran enemiga de la humanidad. La Resurrección es la gran señal que Él mismo había prometido para certificar que su enseñanza era verdad.

Jesús resucitó la noche del sábado al domingo, por eso los cristianos nos encontramos en primera hora de la noche para celebrar la resurrección en la Vigilia Pascual. El rito de la celebración es seguramente uno de los más ricos y más bonitos de toda la liturgia católica y es aconsejable seguirlo con atención para poder disfrutar de toda su riqueza.

En la celebración de la Vigilia Pascual es conveniente no dejarnos llevar por las prisas.

Hemos de dejar las preocupaciones fuera de la iglesia, para emocionarnos siguiendo la historia de la salvación y sentir la alegría profunda de la resurrección de Jesús.

RECORDAMOS…

 Sólo los domingos son días de precepto durante esta semana. No lo son ni el Jueves ni el Viernes Santos. El hecho de que no sean días de precepto no excluye que no sea muy interesante participar en la liturgia: nos hará mucho bien.

 

Mn Francesc Perarnau

 

Desde este lugar santo os hemos encomendado

Altar Major de Montalegre

Un año más en la iglesia hemos celebrado la misa en sufragio por el alma de D. Álvaro del Portillo, el cual traspasó el 23 de marzo de 1994, a los dos días de regresar de una peregrinación a Tierra Santa, y de lo que estaba muy contento. Sin embargo, aquel día, con 80 años, llegó su hora. La misa fue concelebrada y presidida como siempre, por el vicario de la Delegación en Cataluña del Opus Dei, Dr. Antoni Pujals, el rector de Montalegre y otros sacerdotes de la iglesia.

En la homilía, el Dr. Pujals, nos situó en las lecturas que correspondían al cuarto viernes de Cuaresma: la esperanza en el Señor, Dios viene a salvarnos: Nuestra naturaleza es débil y necesitamos de la gracia de Dios. Recordando la sencillez de D. Álvaro nos dijo que San Josemaría decía de él: “Este hijo mío me descansa”. A continuación refirió cómo vivía D. Álvaro la fidelidad: Destacaba en él su paz, una inmensa bondad y mucha energía, comprensión ya la vez exigencia, fortaleza, decisión, muchas virtudes difíciles de encontrar en la misma persona; esta fe y esta seguridad le destacaban en su personalidad. También corregía para cambiar y mejorar y ayudar a los demás. El Dr. Pujals también nos leyó un fragmento del Mensaje del Santo Padre Benedicto XVI para esta Cuaresma y nos hizo reflexionar: ¿Yo, como vivo mi fe? ¿Como ayudo a los demás en lo material y en lo espiritual? Al finalizar, el Dr. Pujals dio gracias a Dios por haber tenido entre nosotros a D. Álvaro, repitiendo aquellas palabras póstumas que había escrito en una postal que envió antes de salir de Tierra Santa, y que llegó a Roma cuando ya había muerto: “Queridísimos, desde este lugar santo os hemos encomendado”, desde el cielo tenemos una ayuda que intercede por nosotros.

Nau central de l'església

La iglesia desde el inicio de la celebración se había llenado hasta los topes; colaboró ​​un conjunto de voces masculinas, acompañado al órgano por Josep Masabeu.

Para más información sobre la causa de canonización de D. Álvaro del Portillo se puede consultar http://www.opusdei.es/

 

Isabel Hernández Esteban

Papel de la mujer en la edificación de la Iglesia

Por Temes d’avui

 

A raíz de una entrevista concedida por el Arzobispo de Tarragona Mons. Jaume Pujol a un canal de Televisión, muchos medios de comunicación se han hecho eco de sus palabras, muchas veces de una forma parcial y confusa. En realidad dijo lo que la Iglesia lleva veinte siglos recordando, pero es posible que a alguien le interesara la polémica. Han pasado veinte días y quizá es el momento de recordar, de una forma serena y pausada, la visión que los pastores tienen sobre el papel de la mujer en la edificación de la Iglesia. La Iglesia, que siempre ha defendido los derechos de la mujer se ha encontrado, en su posible acceso al sacerdocio,  una cuestión nada fácil de explicar a una sociedad muy sensible en la protección de estos derechos. Dejemos que Juan Pablo II, Beatificado el 1 de mayo de 2011, uno de los grandes pensadores del siglo XX, nos aporte un poco de luz. Lo hacemos transcribiendo unas palabras de suyas del año 1995.
“Ahora quisiera tratar el tema, aún más amplio, del papel que la mujer está llamada a desempeñar en la edificación de la Iglesia. El Concilio Vaticano II ha recogido plenamente la lógica del Evangelio, en los capítulos II y III de la Constitución dogmática Lumen gentium, presentando a la Iglesia en primer lugar como Pueblo de Dios y después como estructura jerárquica. La Iglesia es sobre todo Pueblo de Dios, ya que quienes la forman, hombres y mujeres, participan —cada uno a su manera— de la misión profética, sacerdotal y real de Cristo. Mientras invito a releer estos textos conciliares, me limitaré aquí a algunas breves reflexiones partiendo del Evangelio.
En el momento de la ascensión a los cielos, Cristo manda a los Apóstoles: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación» (Mc 16, 15). Predicar el Evangelio es realizar la misión profética, que en la Iglesia tiene diversas modalidades según el carisma dado a cada uno (cf. Ef 4, 11-13). En aquella circunstancia, tratándose de los Apóstoles y de su peculiar misión, este mandato es confiado a unos hombres; pero, si leemos atentamente los relatos evangélicos y especialmente el de Juan, llama la atención el hecho de que la misión profética, considerada en toda su amplitud, es concedida a hombres y mujeres. Baste recordar, por ejemplo, la Samaritana y su diálogo con Cristo junto al pozo de Jacob en Sicar (cf. Jn 4, 1-42): es a ella, samaritana y además pecadora, a quien Jesús revela la profundidad del verdadero culto a Dios, al cual no interesa el lugar sino la actitud de adoración «en espíritu y verdad».
Y ¿qué decir de las hermanas de Lázaro, María y Marta? Los Sinópticos, a propósito de la «contemplativa» María, destacan la primacía que Jesús da a la contemplación sobre la acción (cf. Lc 10, 42). Más importante aún es lo que escribe San Juan en el contexto de la resurrección de Lázaro, su hermano. En este caso es a Marta, la más «activa» de las dos, a quien Jesús revela los misterios profundos de su misión: «Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás» (Jn 11, 25-26). En estas palabras dirigidas a una mujer está contenido el misterio pascual.
Pero sigamos con el relato evangélico y entremos en la narración de la Pasión. ¿No es quizás un dato incontestable que fueron precisamente las mujeres quienes estuvieron más cercanas a Jesús en el camino de la cruz y en la hora de la muerte? Un hombre, Simón de Cirene, es obligado a llevar la cruz (cf. Mt 27, 32); en cambio, numerosas mujeres de Jerusalén le demuestran espontáneamente compasión a lo largo del «vía crucis» (cf. Lc 23, 27). La figura de la Verónica, aunque no sea bíblica, expresa bien los sentimientos de la mujer en la vía dolorosa.
Al pie de la cruz está únicamente un Apóstol, Juan de Zebedeo, y sin embargo hay varias mujeres (cf. Mt 27, 55-56): la Madre de Cristo, que según la tradición lo había acompañado en el camino hacia el Calvario; Salomé, la madre de los hijos del Zebedeo, Juan y Santiago; María, madre de Santiago el Menor y de José; y María Magdalena. Todas ellas son testigos valientes de la agonía de Jesús; todas están presentes en el momento de la unción y de la deposición de su cuerpo en el sepulcro. Después de la sepultura, al llegar el final del día anterior al sábado, se marchan pero con el propósito de volver apenas les sea permitido. Y serán las primeras en llegar temprano al sepulcro, el día después de la fiesta. Serán los primeros testigos de la tumba vacía y las que informarán de todo a los Apóstoles (cf. Jn 20, 1-2). María Magdalena, que permaneció llorando junto al sepulcro, es la primera en encontrar al Resucitado, el cual la envía a los Apóstoles como primera anunciadora de su resurrección (cf. Jn 20, 11-18). Con razón, pues, la tradición oriental pone a la Magdalena casi a la par de los Apóstoles, ya que fue la primera en anunciar la verdad de la resurrección, seguida después por los Apóstoles y los demás discípulos de Cristo.
De este modo las mujeres, junto con los hombres, participan también en la misión profética de Cristo. Y lo mismo puede decirse sobre su participación en la misión sacerdotal y real. El sacerdocio universal de los fieles y la dignidad real se conceden a los hombres y a las mujeres. A este respecto ilustra mucho una atenta lectura de unos fragmentos de la Primera Carta de San Pedro (2, 9-10) y de la Constitución conciliar Lumen gentium (nn. 10-12; 34-36).
En ésta última, al capítulo sobre el Pueblo de Dios sigue el de la estructura jerárquica de la Iglesia. En él se habla del sacerdocio ministerial, al que por voluntad de Cristo se admite únicamente a los hombres. Hoy, en algunos ambientes, el hecho de que la mujer no pueda ser ordenada sacerdote se interpreta como una forma de discriminación. Pero, ¿es realmente así?
Ciertamente la cuestión podría plantearse en estos términos, si el sacerdocio jerárquico conllevara una situación social de privilegio, caracterizada por el ejercicio del «poder». Pero no es así: el sacerdocio ministerial, en el plan de Cristo, no es expresión de dominio sino de servicio. Quien lo interpretase como «dominio», se alejaría realmente de la intención de Cristo, que en el Cenáculo inició la Última Cena lavando los pies a los Apóstoles. De este modo puso fuertemente de relieve el carácter «ministerial» del sacerdocio instituido aquella misma tarde. «Tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos» (Mc 10, 45).
Sí, el sacerdocio que hoy recordamos con tanta veneración como nuestra herencia especial, queridos hermanos, es un sacerdocio ministerial. Servimos al Pueblo de Dios. Servimos su misión. Nuestro sacerdocio debe garantizar la participación de todos —hombres y mujeres— en la triple misión profética, sacerdotal y real de Cristo. Y no sólo el sacramento del Orden es ministerial: ministerial es, ante todo, la misma Eucaristía. Al afirmar: «Esto es mi cuerpo que es entregado por vosotros (…) Ésta es la copa de la Nueva Alianza en mi sangre, que es derramada por vosotros» (Lc 22, 19-20), Cristo manifiesta su servicio más sublime: el servicio de la redención, en la cual el Unigénito y Eterno Hijo de Dios se convierte en Siervo del hombre en su sentido más pleno y profundo.
Al lado de Cristo-Siervo no podemos olvidar a Aquella que es «la Sierva», María. San Lucas nos relata que, en el momento decisivo de la Anunciación, la Virgen pronunció su «fiat» diciendo: «He aquí la esclava del Señor» (Lc 1, 38). La relación del sacerdote con la mujer como madre y hermana se enriquece, gracias a la tradición mariana, con otro aspecto: el del servicio e imitación de María sierva. Si el sacerdocio es ministerial por naturaleza, es preciso vivirlo en unión con la Madre, que es la sierva del Señor. Entonces, nuestro sacerdocio será custodiado en sus manos, más aún, en su corazón, y podremos abrirlo a todos. Será así fecundo y salvífico, en todos sus aspectos”.

Vaticano, 25 de marzo, solemnidad de la Anunciación del Señor, del año 1995.

Joannes Paulus PP. II

Católicos en España: radiografía del último barómetro del CIS

Por Isidor Ramos

Periódicamente el Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) publica sus barómetros en los que refleja estadísticamente la opinión de los españoles en diversos temas. A finales de enero de 2012 se dio a conocer el último barómetro en el que, entre otras cuestiones, se pregunta a los encuestados cómo se definen en materia religiosa. Un 72% de los españoles mayores de 18 años se definen como católicos. ¿Qué ha pasado en los últimos 10 años?

Hemos revisado los datos de otro barómetro de hace 10 años (diciembre de 2002) y comparándolos con los actuales podemos hacer algunas consideraciones:

· La población española según los respectivos censos ha aumentado en estos 10 años en un total de 6,343 mll de habitantes. Ha pasado de 40.847.000 a 47.190.000 según el último padrón municipal (2011). Un 15,5% más.

· La encuesta del CIS excluye a los menores de 18 años. Este segmento de población sólo ha aumentado en 955.000 personas, pasando de 7,844 mll. a 8,799 mll. Un 12,2% más.

· Los que se definen como católicos han pasado de un 80,3% en 2002 a un 72% en 2012; entre las otras opciones destaca el incremento en un 3,9% de no creyentes (pasan de un 10,6% a un 14,5% en 2012) y el incremento de un 3,6% de los que se declaran ateos (pasando de un 5,2% en 2002 a un 8,8% en la actualidad). Este grupo de personas que se declaran en materia religiosa como creyentes en otras religiones, no creyentes o ateos ha pasado de un 19,7% de la población española mayor de 18 años en 2002 a un 28% en 2012.

 

· Entre los que se declaran católicos, el barómetro del CIS distingue según la frecuencia con que van a misa u otros oficios religiosas, sin contar las ocasiones relacionadas con ceremonias de tipo social (bodas, comuniones o funerales)

— Los que no van casi nunca: crecen en un 7,5%; pasan de un 48,6% a un 56,1% en la actualidad.

— Los que van varias veces al año bajan ligeramente: 1,7%; de un 17,4% a un 18,7%.

— Los que van alguna vez al mes bajan un 2%, pasan del 11,1% al 9,1%.

— Los que van todos los domingos y festivos bajan un 3,1%, pasan de un 18,1 a un 15%.

— Los que van varias veces a la semana suben un 0,3% pasando de un 2,4% a un 2,7%.

Los españoles que se reconocen como católicos pasan de un 80,3% a un 72% en la actualidad. Esto es cambio notable en una sociedad muy homogénea hasta hace diez años.

Pero no todo lo explica la estadística. Curiosamente el brutal incremento de población inmigrante durante estos últimos diez años prácticamente no altera el porcentaje, por ejemplo, de creyentes de otras religiones que sólo aumenta un escaso 0,9% cuando los extranjeros han pasado de 1,370 mll en el censo de 2001 a los 5,751 mll en el censo actual de 2011.

En 2012 tenemos una sociedad más diversa, pero no queda claro si es menos practicante. Quizá ese porcentaje creciente de católicos desmovilizados corresponde a inmigrantes… la estadística no resuelve todos los interrogantes.

 

Una base para la Nueva Evangelización

Estos datos ponen de manifiesto algunas cosas positivas:

· Casi tres cuartas partes de los mayores de edad se declaran católicos.

· Casi un 25% de ellos cumple irregularmente con la asistencia a la misa (alguna asistencia anual o mensual). Irregulares pero con una cierta conexión.

· Un 15%, es decir 3,316mll. de personas mayores de edad, acuden cada domingo a Misa y además 750.000 (un 2,7%) lo hacen varias veces por semana.

Las cifras del último barómetro pueden resultar decepcionantes para algunos, pero atendiendo a la llamada a una Nueva Evangelización de Benedicto XVI, tenemos una buena base. El reto está en formar a esos 4 millones de adultos que acuden regularmente. Y esos 4 millones ya están “dentro” y han de ser los primeros apóstoles, con su ejemplo y palabra, para remover a sus familiares, amigos y colegas de profesión. ¿Quién tiene una “mayor fuerza de ventas” que la Iglesia, a pesar de todos los pesares?

Luego están esos casi 7 millones de practicantes esporádicos. Algo habrá que hacer para afianzar su fe; son poco regulares pero algo conocen y buenos deseos tienen, sino no acudirían de vez en cuando a misa.

Por cierto, en estos datos estadísticos no están incluidos los jóvenes. Los menores de 18 años son 7,844 mll en 2012. ¿Cuántos se forman en centros de enseñanza católicos, frecuentan parroquias y movimientos católicos de todo tipo? Sin duda varios millones. De sus educadores, padres, sacerdotes, formadores y católicos coherentes de su entorno inmediato depende que maduren en su fe o que ésta languidezca y pasen a engrosar los apartados de los que casi nunca acuden a misa o de los que se declaran no creyentes.

Los números no lo son todo, pero pueden ayudar a comprender que cuidar, formar y dar razones para la fe puede ser la primera tarea de la nueva evangelización a la que llama constantemente el Papa actual. Cuidando y formando a los que ya están dentro de la Iglesia, haciendo conscientes a todos de su responsabilidad evangelizadora por bautizados, sin duda así se incrementará el número de los convidados a la mesa del Señor.

Juan Pablo II en su carta apostólica Novo millennio ineunte recordaba algunos aspectos esenciales para cualquier católico que aspira a la santidad y para cualquier plan pastoral comprometido con facilitarla. Esas prioridades pastorales maduradas con “la experiencia misma del Gran Jubileo” del año 2000 Juan Pablo II las resumió en: promover la santidad, la “vocación universal a la santidad” recordada por la Lumen Gentium y que el Papa llamó a redescubrir; la práctica de la oración; la Eucaristía dominical; hacer descubrir la misericordia de Dios proponiendo la práctica del sacramento de la Reconciliación; dar primacía a la gracia en toda acción apostólica y pastoral y no fiarlo todo a “nuestra capacidad de hacer y programar”; la lectura atenta de la Biblia; y la acción misionera de todos los cristianos, sin delegarla en “unos pocos especialistas”.

Isidor Ramos
periodista

¿Un papa posmoderno? El pensamiento de Benedicto XVI

Por Pablo Blanco Sarto

Se ha dicho que es este un pontificado «a tiempo parcial», por su interés por las ideas. Para Benedicto XVI sin embargo no hay nada más práctico que una buena teoría. Cuando le dijeron que una imagen vale más que mil palabras, respondió: «y una idea más que cien mil imágenes». Resumiremos en siete puntos las palabras-clave en torno a las que gira su ministerio como obispo de Roma: razón, corazón, (ad)oración, creación, Jesucristo, la Iglesia y la belleza. En estos conceptos se resumen un pensamiento que nos parece ofrecer una respuesta adecuada a los retos planteados por la posmodernidad. Es un «papa para la posmodernidad», y no solo «papa de la razón».

 

1. RAZÓN. Benedicto XVI es llamado “el papa de la razón”, por su decidida defensa en un mundo algo alérgico a ella. El papa-profesor ha hablado innumerables ocasiones sobre este tema central y decisivo en la sociedad actual. Ha propuesto una “nueva Ilustración” con una nueva razón. Era este el tema expuesto en Ratisbona (y no el islam, tal como algunos entendieron): la necesidad de una razón abierta, “ampliada” al mundo del arte, de la ética, de la religión e incluso de los sentimientos. Esta nueva razón será –como afirmó Walter Kasper– más posmoderna que premoderna.

La fe es también profundamente racional para el papa alemán, ha repetido en numerosas ocasiones. Por eso cabe el diálogo entre ciencia y fe, entre fe y razón. Ya un año antes de ser elegido papa, había acordado con Jürgen Habermas que razón y religión podían curarse recíprocamente de sus respectivas “patologías”. La razón impide –decíamos– que la religión caiga en el fanatismo y el fundamentalismo; la religión evita que una razón puramente técnica produzca atropellos. «Los sueños de la razón producen monstruos», dibujó Goya, como los modernos sueños de la razón moderna de Auschwitz, Hirosima o Chernobyl, subproductos residuales de una razón puramente técnica. Por eso el filósofo alemán llamó a Ratzinger «amigo de la razón».

2. CORAZÓN: el amor lógicamente es lo primero. La primera encíclica se tituló precisamente Dios es amor, y en ella nos explicó cómo que se usa y abusa de este sagrado término. El eros ha de ser purificado para convertirse en verdadero amor humano y cristiano. Es decir, en agape.Pero también al mismo tiempo –se añadía allí– la caridad ha de incluir el afecto, el cariño, el amor humano. “Dios es cariño”, tradujo un santo del siglo XX la famosa frase de san Juan que da título a la encíclica programática de Benedicto XVI. Eros agape presentan también así esta mutua complementariedad y circularidad. Recogiendo la crítica de Nietzsche al afirmar que el cristianismo quitaba la alegría de vivir y del amor, el papa alemán hablaba de esa complementariedad entre amor humano y amor divino.

Pero este eros ha de ser purificado, recordaba, a la vez que la caridad necesita también del afecto humano. Esta purificación supondría una auténtica “revolución del amor”, que evitaría caer en los extremos del hedonismo y del espiritualismo. Por otra parte viene a recordarnos que el amor es posible, porque Dios nos ama primero. Es esta también una afirmación revolucionaria en un mundo algo desengañado y desamorado después de tanto experimento. El amor es posible si Dios ama y nos ama, nosotros podemos amar con ese amor “prestado” por el mismo Dios. Tal revolución es posible precisamente porque Dios es amor. Nos ha creado y redimido por amor; nos da un amor que es el suyo. Podemos amar con el mismo corazón de Jesucristo, que dio su vida por todos. Por eso podemos amar. Existe por tanto una continuidad –termina diciendo– entre el amor, la caridad y la santidad, pues esta no sería otra cosa que el amor pleno, el amor total.

 

3. CREACIÓN. Muchos han hablado de las «raíces verdes» de la última encíclica social de Benedicto XVI. En la encíclica social Caritas in veritate ha conseguido conjugar no solo la crisis económica con la imprescindible ética de los negocios, sino también con la ética sexual y la defensa de la vida, la bioética y el respeto al medio ambiente. Juan Pablo II era aplaudido cuando hablaba de cuestiones sociales, y abucheado (no lo olvidemos) cuando hablaba de las morales. Benedicto XVI, con esta visión integradora, pretende presentar unidas todas las facetas de la existencia humana. Por eso es una encíclica global.

Sus alusiones a la ecología y al medio ambiente resultan continuas, y no meramente oportunistas. Tiene su misterio. Para el Ratzinger teólogo la creación constituía un dogma olvidado, del que apenas se hablaba. Deberíamos volver “al principio” (cf. Gn 1,1; Jn 1,1) para deshacer los entuertos infligidos al planeta. Propugna así el papa alemán un ecologismo cristiano, interior y exterior, con unas profundas raíces cristianas en el momento de la creación. Esta creencia en el Creador no es sin embargo una exclusiva cristiana, pues también judíos, musulmanes y otras religiones confiesan este origen divino. Tal afirmación tiene que ver también con su insistencia en la conciencia y en la ley natural, y puede ser un punto de encuentro y de mutuo entendimiento entre personas de diferentes religiones, e incluso con ateos y agnósticos. La corrupción interior produce contaminación exterior, y al revés: la limpieza interna promueve un respeto externo, con los demás y el medio ambiente.

 

4. (AD)ORACIÓN. Sabe que es el verdadero motor de la Iglesia y de la vida cristiana. Frente al activismo cortoplacista, el papa alemán sabe esperar, pensar y rezar. Pero sobre todo rezar. El activismo es para Ratzinger “la gran bestia negra”: el actuar en la Iglesia actual sin pensar ni rezar. Para él el culto y la oración son también fuentes de la verdad y del ethos cristiano. La mayor parte de los problemas que pudiera tener la Iglesia hoy proceden de la falta de unión a Jesucristo, presente en el Pan y en la Palabra. Es algo de lo que ya habló Juan Pablo II con motivo de los primeros casos de los escándalos de pederastia entre miembros del clero en los Estados Unidos. «Esto nos pasa por descuidar la eucaristía», dijo entonces Juan Pablo II. No era una evasiva.

Aquello ocurrió, en última instancia y con todas sus consecuencias, por haber descuidado el centro de la vida cristiana. La liturgia ha sido uno de los puntos centrales de la teología de Ratzinger, y por ella ha profesado un especial interés desde su infancia. La razón y la liturgia –afirmaba– le metieron en el mundo de Dios; es más, fueron su refugio y su defensa ante la amenaza nacionalsocialista. En su pensamiento, la liturgia ocupa ese lugar central que le corresponde en la Iglesia. La categoría de la “adoración” no es sin más un reducto piadoso, sino un verdadero lugar teológico de donde surgen continuas inspiraciones para la teología y el pensamiento en general. Y después de rezar, trabajar.

5. JESUCRISTO al centro. Es esta una afirmación incontrovertible. A pesar de las múltiples ocupaciones en su ministerio, Benedicto XVI no ha renunciado al proyecto personal de escribir suJesús de Nazaret, que terminó en 2011. Constituye este libro una actividad central como sucesor de Pedro: hablar de Jesucristo. Y hablar de él como Dios y hombre, como el Cristo de la fe y el Jesús de la historia. No es un profeta ni un avatar más de la divinidad, sino el Hijo de Dios hecho hombre. Solo él salva. Esto fue también recordado por Juan Pablo II en el Jubileo del año 2000: junto a la petición de perdón por los pecados de los cristianos, recordó que “Jesús es el Señor”, el Salvador, el único Mediador.

Recordar la centralidad salvífica de Jesucristo no es una ocupación más, sino la misión principal de la Iglesia. El relativismo religioso propone a Jesucristo como un varón egregio, un pacifista o un revolucionario, o bien una persona eminente que toma conciencia de una presunta divinidad. Se cree Dios, y por eso piensa que puede salvar. Otros tantos podrían hacerlo también. Sin embargo, los cristianos han creído y defendido siempre que toda salvación viene de Dios en Jesucristo. Un budista, un musulmán o un animista pueden salvarse, pero siempre en Jesucristo. No en Buda, Mahoma o el Gran Manitú. Solo Jesucristo es el Hijo de Dios, el mismo Dios, como recuerdan de modo constante los evangelios.

 

6. IGLESIA. Frente al conocido lema “Cristo sí, Iglesia no”, el papa Ratzinger quiere recordar que la Iglesia es el cuerpo y la esposa de Cristo. La Iglesia está inseparablemente unida a la persona de Jesucristo. Por eso la Iglesia debería hablar más de él y menos de sí misma y de asuntos clericales. Más santidad y menos burocracia, es la fórmula de Ratzinger para destacar la unidad entre Jesucristo y su Iglesia. De hecho, esta continúa la misión de aquel. Jesucristo mismo se sirvió de su mediación y, por tanto, de los apóstoles, obispos y demás ministros que siguen esta misma línea de continuidad. La apostolicidad de la Iglesia es una de sus notas fundamentales, nos recuerda una y otra vez el papa-teólogo. De manera que hay una continuidad entre Jesucristo, la Iglesia de los apóstoles y la Iglesia actual. Esto nos ofrecerá una clave para el diálogo ecuménico, que consistirá en profundizar en nuestras raíces comunes.

Benedicto XVI está convencido de que la misión de la Iglesia consiste en anunciar a Cristo y en crecer en comunión y cohesión dentro de ella. Así se podrá llevar adelante ese proyecto ecuménico de crecer en unidad en la única Iglesia de Cristo, que desearon intensamente también los papas anteriores. El papa alemán piensa que se debe caminar con pasos lentos pero seguros, como en la ascensión a una montaña. De momento, los resultados le acompañan: con los ortodoxos se ha reemprendido el diálogo ecuménico, y ya son tres las reuniones (Rávena, Chipre, Viena) que han tenido lugar sobre el principal tema que nos separa: el modo de ejercer el primado de Pedro. Mientras tanto, se busca una estrecha colaboración en cuestiones éticas –sobre todo bioéticas– y en la doctrina social.

 

7. BELLEZA. Ratzinger ha sido siempre un enamorado de la belleza. Desde su temprana afición a la música, especialmente de la de Mozart, la dimensión estética forma parte de su pensamiento y de su visión de la vida. De hecho, suele ser llamado «el Mozart de la teología» no solo por las aparentes levedad y ligereza de su pensamiento (Ratzinger es más fácil de leer que otros teólogos alemanes), sino también por la profundidad y dramatismo de sus ideas. Mozart como música de fondo. Además, ha afirmado que un teólogo que no tenga sensibilidad estética resulta peligroso. Siempre tiene algo de tiempo para tocar el piano… Para él la belleza no solo es importante para la teología, sino también para la misma vida de la Iglesia.

En esta sociedad posmoderna y algo esteticista, decía Ratzinger, la razón y la belleza presente en el arte cristiano y en la vida de los santos puede ser un testigo de excepción: la mejor tarjeta de presentación para el cristianismo. La inauguración de la Sagrada Familia ha constituido todo un símbolo en este sentido. En Gaudí se encuentran unidas estas dos dimensiones de la belleza cristiana: en primer lugar, como creador de una belleza nueva, moderna y dirigida a la gloria de Dios, tal como aparece en el templo barcelonés; por otra parte, por la belleza presente en la vida de los santos, si el proceso de beatificación del «arquitecto de Dios» llegara a buen puerto. El arte cristiano y la santidad hacen presente la Belleza divina en este mundo.

Estas serían las siete palabras en las que me parece que se podría sintetizar el “programa” del papa actual. Representado todo esto de modo gráfico, vendría a ser algo así: 2 núcleos concéntricos (Cristo y la Iglesia), 4 pilares ontológicos y teológicos (amor, verdad, belleza y esperanza) y 4 referencias y actitudes: razón, corazón, (ad)oración y creación. Tal como figura en este cuadro:

                      

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