Las Sagradas Escrituras presentan la acción de Dios, acto de Amor, encaminada a la salvación del hombre. Se sirve del mismo hombre para hacernos llegar sus designios de Padre, y especialmente a través de su Hijo, el Verbo hecho hombre. Una Virgen dará a luz un varón, nos anuncia el profeta Isaías. Y el ángel Gabriel se presenta a una joven llamada María: Dios te salve María, llena eres de gracia, el Señor es contigo. María se turba ante estas palabras. Después de responder al ángel se apresura para ir a ayudar a su prima Isabel, que la saluda con unas palabras que repetimos con frecuencia: ¡Bendita tu eres entre todas las mujeres! Y cuando el Hijo oye la alabanza hecha a su Madre, responde con otra de mayor profundidad: ¡bienaventurados más bien los que oye la Palabra de Dios y la ponen por obra! Es la biografía completa de María. Pero, las últimas palabras del Hijo son las que manifiestan su voluntad eterna para su Madre y que perpetúan la unión de María en la misión redentora y salvífica del Hijo: ¡Mujer, ahí tienes a tu hijo!, y dirigiéndose al discípulo amado dice: ¡Aquí tienes a tu Madre!

Pocas palabras referentes a María, pero de una gran profundidad teológica y espiritual, a la vez que son de una sencillez y comprensión inigualables. Manifiestan el Amor inmenso del Hijo a la Madre y a todos nosotros. Sabernos hijos e hijas de María, acogerla en muestra casa como Madre, es garantía de que cumpliremos la voluntad de Dios a lo largo de nuestra vida. Junto a María encontraremos el camino que nos conduce a Dios, y con Ella, sabremos reencontrarlo si en alguna ocasión nos despistamos y perdemos o nos desviamos del camino. Como afirmaba san Josemaría, ¡A Jesús se va y se vuelve por María! Procuremos tratarla como lo que es: Madre de Dios y Madre nuestra.

El mes de mayo, mes de María, ha de suponer para cada uno de nosotros un crecimiento del deseo de amar a Dios de la mano de María. Si amamos a la Madre, amaremos al Hijo. Así lo comprobaron los pastorcillos de Fátima. Como decía Jacinta: “Me gusta mucho decirle a Jesús que lo amo”.

Mn. Xavier Argelich

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